1- Esclarecimiento del propósito de la Vida
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Es deber de toda persona comenzar su trabajo aclarándose qué propósito tiene su vida.
Suministraremos una breve introducción a este asunto. Todo judío sabe como cosa natural que existe un Creador Que creó el Universo y lo creó a él; que sustenta el mundo entero, inclusive a él.
El Creador del Universo dice a cada persona lo que desea de él. Pero la raíz del problema, es que la persona no tiene claridad de lo que Hashem quiere de ella. Conocer con precisión que pide y exige Hashem que haga durante su vida. Si nos preguntamos: “¿Estamos tratando con alguien que no sabe que la Torá es de origen Divino? ¡Ya recibimos la Torá, y allí explica que el propósito de la vida del hombre es cumplir las 613 mitzvot (mandamientos)!”
Sin embargo, la verdad es que el mundo es llamado olam, que procede de la palabra he’lem (ocultación), porque aquí, en este mundo, la confusión es tremenda. Pues así lo quiso Hashem, que todo tiempo que la persona no anhele de todo corazón y dedique todo su esfuerzo para aclarar con precisión “Qué requiere de ti Hashem, tu Dios” (Devarim 10:12) no lo sabrá y pasará su vida con confusión e ignorancia, sin hallar un camino determinado para servir al Creador.
Es decir, la persona sabe sin duda que debe cumplir las 613 mitzvot, pero servir a Hashem no es sólo el cumplimiento de mitzvot cuando se presenta la oportunidad. Por el contrario, las 613 mitzvot deben cumplirse como quien construye una estructura, de manera que las mitzvot nos construyan apropiadamente. Por lo tanto, es necesario conocer el camino definido que nos indique como las mitzvot pueden ser cumplidas de tal forma que construyamos con ellas una estructura. Este camino debe definir el “comienzo” de la estructura, su continuación; y el objetivo del cumplimiento de todas las mitzvot. En otras palabras, la persona debe esclarecer cómo el cumplimiento de las mitzvot construirá su alma, y cuál es el proceso. Debe entender por donde comenzar, la continuación, y tener claro el objetivo.
Las 613 mitzvot fueron entregadas al hombre, pero es él trabajo del hombre identificar la mitzvá por la cual comenzar. (Obviamente, hay mitzvot de aplicación diaria, y aquellas que se aplican en períodos específicos, y sabemos cuándo cumplirlas. No nos referimos a ellas). Existe una mitzvá de amar a Hashem, y una mitzvá de temerle, y otra mitzvá de apegarse a Él, y muchas otras por el estilo, todas las cuales debemos ordenar. Sin conocer un orden determinado, hay he’lem. Cuando hay he’lem, es difícil entender el objetivo de las mitzvot.
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En primer lugar, antes de esclarecer estas cosas, se necesita que tenga verdadero deseo de conocerlas claramente. Debe tener una perspectiva correcta de la vida, entender que es lo que nos “sostiene” aquí en este mundo; conocer, que toda nuestra vida es sólo con el propósito de servir a Hashem. Es nuestra obligación y privilegio esclarecer el significado de nuestra vida aquí. Debemos entender y percibir que nuestro lugar de reposo y placer es el Mundo de la Recompensa – Gan Eden (Paraíso). Pero aquí, todo nuestro propósito es servir a Hashem, y debemos identificar cual es el camino confiable por donde andar para servirlo correctamente.
Los temas con los cuales tratamos aquí no son ideas filosóficas, o por el estilo, sino la forma correcta de vivir la vida, simplemente – la manera de vivir una vida verdadera en la tierra, vida que lleve a la persona al objetivo deseado. Trataremos de esclarecer los temas a medida que avanzamos de los fáciles a los más difíciles, peldaño por peldaño, como una escalera lo más claro de entender posible. De este modo, podremos ver claramente el camino bien fundamentado para servir a Hashem.
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Si preguntáramos a la gente: ¿A su parecer, por que área es conveniente y apropiado empezar el servicio de su Creador? ¿Cuál es el principal punto que piensa debe trabajar primero, teniendo en cuenta su situación actual? Alguna persona podría responder que le parece que está débil con respecto a su estudio de Torá, y que desde su punto de vista, eso es lo primero sobre lo que él mismo debe empezar a trabajar y corregir. Otro responderá que cuando observa su propio caso, encuentra que su punto vulnerable es lashón hará (hablar del prójimo). Siente que no es adecuadamente cuidadoso en cuidar su lengua, entonces de vez en cuando salen de su boca palabras no apropiadas, o prohibidas. Un tercero respondería que según su evaluación, el punto que debe trabajar es en shalom bait (paz en el hogar), cree que esto es algo que debe arreglar y rápidamente. No tiene suficiente paciencia con los miembros de su familia, no los involucra suficientemente en sus decisiones, y no les proporciona adecuadamente todas sus necesidades emocionales.
Y así, encontraremos muchas respuestas distintas entre la gente. En consecuencia, pareciera que cada persona necesita su respuesta personalizada en cuanto al camino correcto, dependiendo de su caso específico. Sin embargo, la verdad no es exactamente así. Por el contrario, casi sin excepción, existe un punto por el cual todos debemos empezar.
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Cada uno de nosotros ha sido enviado a este mundo desde el Mundo Superior. Aquellos que lo merecieron fueron enviados aquí del Gan Eden, y aquellos que no, fueron enviados aquí del Gehinom (Purgatorio). El denominador común es que todos regresamos aquí a este mundo para servir al Creador, bendito es Él. ¿Por qué razón regresamos a este mundo? Algunas personas han leído sefarim hakedoshim (obras sagradas) y han visto en ellos que cada persona ha regresado con el fin de corregir al menos un pecado. Ése pecado es su principal prueba, y eso es lo principal que debe rectificar en este mundo. Pero la verdad es que aunque la persona es enviada para rectificar determinado pecado, su trabajo no comienza con la corrección de ese pecado (toda regla tiene su excepción), sino mucho antes de eso. Es posible hablar de reparación una vez que existe una casa, y algo en ella se daña, como una pared, una puerta, o por el estilo; solo entonces, ese daño debe repararse. Pero si no existe ni siquiera una casa, no hay necesidad de reparar nada. Primero, necesitamos la casa, y luego, podría necesitar repararla.
Este también es el caso con nuestra avodá (servicio) al Creador en este mundo. Aun cuando, de hecho, el hombre vino aquí para reparar determinado pecado, eso no significa que toda su misión es solamente rectificar ese pecado, y que allí comienza y termina su trabajo. Por el contrario, toda persona primero debe construirse a si mismo, creando en su alma una estructura verdadera de avodat Hashem (servicio de D-s). Una vez hecho esto, su tarea principal pasa a ser rectificar el pecado por el cual fue enviado a este mundo. Pero antes, necesita tener en su alma una estructura verdadera, sólida y bien definida de avodat Hashem. Además, existen situaciones en las cuales la persona rectifica el pecado el cual le ocasionó daño en su reencarnación anterior en unos pocos minutos. Entonces, ¿desperdicia el resto de su vida? ¡Definitivamente no! está claro que toda persona debe construir su alma desde el comienzo hasta el final, y adicionalmente, prestar especial atención a corregir el pecado por el cual fue devuelto a este mundo.
Encontramos entonces que el corregir el pecado no es el principal punto en su servicio a Hashem, sino que existe una razón general para todas las personas en cuanto a porque bajan a este mundo. Entonces primero, debemos esclarecer cuál es esa razón, y cuando esa razón esté clara, ésta debe permanecer en nuestro consciente y tenerlo ante nuestros ojos siempre a toda hora y en todo momento. La razón de esto es que cada momento que estamos vivos, el propósito por el cual vivimos debe estar presente y dirigir nuestras vidas. Es por eso, que debemos vivir con el conocimiento del propósito día por día, hora por hora, de hecho – ¡cada instante! Es decir que el conocimiento de la razón de nuestra existencia no es un trozo de información ordinario, sino más bien, toda nuestra vida debe armonizar con este conocimiento. Por lo tanto, cada momento, debemos adaptar nuestros pensamientos, sentimientos y hechos a este propósito. Cuando conocemos y entendemos el propósito de nuestra vida, entenderemos que hasta la rectificación de un pecado particular se relaciona al propósito general, y la reparación particular es realmente parte del propósito general.
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Daremos un ejemplo: Un carpintero agarra una sierra en una mano y una tabla en la otra y se dispone a aserrar. Si mientras asierra la tabla, su mente esta absorta en asuntos ajenos a su trabajo, es probable que el corte salga con alguna falla, o que la tabla se resbale de su mano; hasta podría cortarse la mano, D-s no lo permita. Esto ocurre porque cuando tomó la sierra en la mano, estaba claro y confiado en lo que iba a hacer y cual era su propósito, y tenía presente cómo usar la sierra. Sin embargo, cuando estaba realmente aserrando, todo eso salió de su mente, y su mente se encontraba en otro lugar completamente distinto.
Lo mismo se aplica a nuestra vida. Jazal (nuestros Sabios) dijeron (Sanhedrín 7ª) que un juez debe imaginarse que tiene una espada colocada entre sus muslos (y un pequeño error sería peligroso). Rav Israel Salanter zt”l dijo que esto se aplica a cada persona, pues cada quien es su propio juez. Nuestro trabajo en este mundo es como el trabajo de ese carpintero. Si, jas veshalom (D-s no lo permita), estamos distraídos del propósito y el objetivo de la vida, estamos en constante peligro. Por lo tanto, después que hemos esclarecido el propósito y el objetivo de nuestra vida, debemos vivir con ese conocimiento día por día, hora por hora – literalmente cada momento, como mencionamos anteriormente. El conocimiento del propósito y el objetivo de la vida no es algo sobre lo cual escuchamos hablar, y lo escribimos, y luego lo almacenamos, desempolvándolo de Pesaj en Pesaj. Este conocimiento debe sentirse, vivirse y respirarse, de manera que todo su ser esté sumergido en él y se conduzca de acuerdo con el.
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¿Cuál es en realidad el propósito del hombre en este mundo?
El propósito del hombre es algo conocido, y no conocido. Es conocido, porque leemos, escuchamos al respecto. Pero en realidad, no se conoce. Porque si fuera que lo conociéramos debidamente (la palabra utilizada es yedia (conocimiento), que en hebreo denota “conexión”), y estuviésemos conectados a la idea, al conocimiento este, todo su modo de vida necesariamente cambiaría. Si la persona pusiera todo su empeño y se entrega con toda su alma hacia este conocimiento, y la búsqueda de la verdad viviera en él con pasión, tomaría un papel y una pluma, escribiría el propósito de su vida y colocaría el papel en su bolsillo y una vez cada quince minutos, sacaría el papel de su bolsillo para recordar al verlo, de manera que no olvide su propósito y viva de acuerdo con éste.
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Pero ahora, ¿cuál es el propósito del hombre en este mundo?
Las palabras del Mesilat Yesharim (Cap. 1) son conocidas. Él escribió: “En realidad, la única forma de lograr la perfección verdadera es a través de dvekut (apego) a Hashem. Eso es lo que dijo David HaMelej: “Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena” (Tehilim 73:28). En otras palabras, si deseamos saber que hace completo al hombre, debe considerar lo que David HaMelej entendió que era bueno para él. Si era bueno para él, es bueno para cada uno de nosotros. Él dijo: “Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”.
A nadie le interesa una mesa rota o una silla rota. Nadie quiere dormir en una cama rota. Cuanto y más entonces, nadie, en el fondo, quiere ser una persona rota, sino más bien una persona completa (existe un concepto de “corazón roto”, pero no viene al caso aquí). ¿Qué es un judío completo? ¿Alguien que no carece de manos? ¿Quien no carece de piernas? No, eso es sólo perfección superficial, perfección física. La perfección verdadera, la perfección interna en el alma, es la perfección resultante de la cercanía a Hashem. Según escribió el Ramjal (Cap. 1): “En realidad, la perfección verdadera (la perfección de toda persona sin excepción) es dvekut a Hashem”. Como él dice allí: “Cualquier otra cosa considerada buena por la gente es vana, vacía e ilusoria”. Esto es todo lo que realmente tiene un judío en la vida – cercanía a Hashem y dvekut a Hashem. Toda la esencia del judío es estar cerca de Hashem y apegarse a Él. No sólo en el Mundo Venidero el propósito del hombre es apegarse al Creador, sino también en este mundo, su trabajo y propósito es apegarse al Creador. Si hay un momento en el cual no estamos apegados al Creador, por ese momento, es un humano incompleto. Carece de verdadera perfección, que es dvekut a Hashem.
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Una persona sincera, que escuche estas palabras y las acepte verdaderamente en su alma, debe tomar esas palabras del Ramjal, escribirlas en una hoja de papel y colocárselo en su bolsillo. Como cada quince minutos (de manera que las palabras estén ante sus ojos siempre), debe sacar el papel de su bolsillo y meditar en él bien, y recordarse una y otra vez: ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué propósito tiene mi vida? La respuesta es – dvekut a Hashem. Debe leer las palabras una y otra vez hasta que vivan ante sus ojos y ya no necesite mirar el papel. Su alma reconocerá claramente el propósito de la vida y constantemente se esforzará en aplicar el mensaje.
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El tiempo en que recordamos el propósito de nuestra vida es cuando estamos verdaderamente vivos (tiempos distintos al que estudia Torá, como explicaremos más adelante, con la ayuda de Hashem). El resto del tiempo, cuando estamos dedicados a otras cosas sin pensar en el Creador, es similar a estar muertos. Estaremos necesitados “de la resurrección de los muertos” cada momento, recordando para qué vivimos y qué propósito tiene en este mundo. Aún cuando la persona cumple mitzvot, debe recordar que su propósito se insinúa en la palabra mitzvá que se relaciona con la palabra tzavta (conexión), como los describen los sefarim hakedoshim. Es decir, todo el propósito de las mitzvot es para estar conectados (tzevet) con el Creador, estar cerca y apegado a Él. Sin esto, falta la esencia interior principal de la mitzvá. La mitzvá queda como un cuerpo sin alma.
“Hashem, la Torá e Israel son uno” (Zohar 3:73a). Es decir, la Torá, su estudio y el cumplimiento de sus mitzvot, deben realizarse en modo de unidad, en un modo que permita al hombre apegarse a la Torá y al Creador. Este es el propósito de nuestra vida – apego a la Torá y a Hashem.
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“Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”. Esto no es simple información o un slogan, sino la realidad de la vida. No es un asunto que sólo se aplica en Pesaj, Shavuot, o Sucot, sino aplica a cada momento de nuestra vida, los 365 días del año, las 24 horas del día (para quien tiene el privilegio de apegarse al Creador hasta cuando duerme), y 60 minutos por hora; esta es toda la existencia del hombre – estar cerca del Creador y apegarse a Él, como dice el versículo “y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”. Por supuesto, para vivir de este modo, necesitamos un camino definido en nuestra avodat Hashem, que indicará como podemos lograr dvekut al Creador, literalmente cada momento. Pero antes de describir el camino para ello, la persona debe estar absolutamente clara sin sombra de duda, qué propósito tiene su vida. Debe tener claro que el propósito de la vida es estar cerca y apegado al Creador literalmente cada momento – apego interior, con todas las fibras de nuestro ser. En otras palabras, antes de que comencemos a buscar y describir el camino para esto, debemos estar absolutamente claros sobre qué camino buscamos, y a dónde queremos que nos conduzca. Por supuesto, debe haber absoluta claridad que el objetivo es “y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”. Este es el punto que cada individuo debe esclarecerse enteramente, hasta que realmente sienta en su alma que este punto, el propósito de la vida, lo tiene claro sin duda alguna.
Si durante el proceso de esclarecer que el propósito de su vida es “y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”, le viene a la mente la idea que para apegarse a Hashem, debemos estar tan separados del mundo como lo estuvo Moshé Rabenu, y estar totalmente desprendidos de todos los asuntos terrenales. Debe saber que dicho pensamiento viene del consejo del yetzer hará (inclinación al mal), que desea distanciar a la persona de la verdad y del Creador, por lo tanto, busca dibujar la cercanía a Hashem como algo negro, digno sólo de unos cuantos privilegiados; pero para alguien como tú, ni hablar del asunto. No obstante, la verdad es que el Ramjal indica claramente lo contrario. El Ramjal, cuya obra Mesilat Yesharim está fundamentada en la enseñanza talmúdica de Rabí Pinjas ben Yair, comienza desde el nivel más básico, el estudio de la Torá conduce a la prudencia y continúa hasta que llega al nivel de Ruaj Hakodesh (Inspiración Divina) y el poder de resucitar a los muertos. Al final de su obra, después de encaminar al individuo al logro estos altos y encumbrados niveles, escribe lo siguiente (Cap. 26): “Y usted, querido lector, debe saber al igual que yo, que no he incluido en esta obra todas las leyes de la Jasidut (devoción). Es obvio que cada persona, dependiendo de su negocio u ocupación, requiere orientación y guía. La manera de Jasidut adecuada para quien sólo se ocupa del estudio de la Torá no es el mismo modo de Jasidut adecuado para alguien que necesita trabajar como empleado para otro y ninguno de estos es el modo de Jasidut adecuado para quien se dedica al comercio. Lo mismo se aplica a todos los detalles de los compromisos de la persona en el mundo, cada quien tiene un camino de Jasidut apropiado para él de acuerdo a su situación. No es que cambie la esencia de la Jasidut, ya que ésta es equivalente para todos y no es otra cosa sino el actuar de un modo que agrade al Creador. Sin embargo, puesto que las condiciones son distintas, es imposible que los medios que conducen al objetivo no cambien para cada persona de acuerdo a sus circunstancias. Puede ser un completo jasid quien, por necesidad, (esto debe ser por verdadera necesidad, no pereza de estudiar Torá, necesitamos una evaluación sincera para asegurar que no estamos entre aquellos que “abandonan la Torá”. Asesorarnos con un gran Rabino con respecto a este tema) realiza trabajos serviles, – igual como aquel cuya boca no cesa de estudiar. Por sus palabras es evidente que podemos ser un jasid que se apega a su Creador hasta el extremo que alcance Ruaj HaKodesh y el poder de resucitar los muertos, independientemente de su ocupación, bien sea estudiando Torá o trabajando. Esto es siempre y cuando que todas sus acciones sean verdaderamente por amor a D-s, estudia Torá en la medida que se lo permitan sus actividades y capacidad, y sólo trabaja lo necesario para mantenerse y por amor al Cielo. No obstante, estudiamos que cualquiera puede llegar a apegarse a su Creador, y no sólo es aplicable a unos cuantos que se apartan de todos los asuntos terrenales.
Hemos aprendido, entonces, que primero debemos esclarecernos que el propósito de la vida es lograr la cercanía a Hashem, después de eso, debemos estar seguros que realmente se aplica a él, y que es apto y calificado para ello, sin sombra de duda.
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Antes de haber esclarecido la obligación y el propósito de la persona en este mundo, presentamos una idea. Escribimos que una vez esclarecida la naturaleza de nuestra obligación y propósito, debe recordar este propósito durante todo el día. Debe escribírselo, y como cada cuarto de hora, debe sacarlo del bolsillo y leerlo, de manera que siempre tenga presente su propósito delante de él. Si es cierto, ahora que hemos esclarecido que el propósito de la persona en este mundo es estar cerca de Hashem y dvekut a Él, debemos escribirlo y tratar de recordarlo durante todo el día, como mencionamos anteriormente.
Este conocimiento es cuestión de supervivencia, es la esencia de la vida misma y no es un conocimiento común. Suministraremos un ejemplo: Una persona sube a un árbol, y se sienta en una de las ramas. De repente, la rama se quiebra y se cae. Éste, inmediatamente, se agarra del tronco del árbol, siente que debe estar agarrado a éste todo el tiempo, no sea que se caiga y muera, jas veshalom. La persona entiende que, el conocimiento de que debe agarrarse al árbol no es un conocimiento común, la persona entiende que su propia vida depende de ello. Por cuanto que la persona en forma natural (sin razón) no se agarra del tronco de un árbol y se aferra a el con toda su fuerza, pero el no hacerlo pone en riesgo su vida. Vemos, que el tener presente el conocimiento lo mantiene vivo y el olvidarlo, aunque sea por un instante, le ocasionaría la muerte, jas veshalom.
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La moraleja es clara. Una persona debe entender que su propia vida depende de esto. El conocimiento básico de que el propósito de nuestra vida es estar cerca del Creador debe estar presente ante sus ojos. Este no puede ser un tipo común de conocimiento, sino que debemos entender que toda su vida depende de esto, y si olvida este conocimiento, pone toda su vida en riesgo. Aún antes de saber la manera de apegarnos a nuestro Creador, primero debemos tener presente ante nuestros ojos el conocimiento claro de que toda la vida del hombre depende del conocimiento que todo su propósito es estar cerca y apegado al Creador.
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El Ramjal enseña que el concepto de “Árbol de la Vida” está relacionado con el pasuk (versículo): (Devarim 4:4) “Y ustedes, quienes están apegados a Hashem, vuestro Dios, están todos vivos hoy”.
La realidad de la vida es: “Y ustedes, quienes están apegados a Hashem…”. Esa es la vida y si, jas veshalom, no nos apegamos a nuestro Creador, las palabras de Jazal: “Los malvados aun en vida son llamados muertos”, (Berajot 18b) se aplican a él. Aun cuando exteriormente, físicamente, tales personas están vivas, carecen la verdadera vitalidad, que es dvekut al Creador. Al carecer de esto, se definen como muertos, como dice: “Y ustedes, quienes están apegados a Hashem, vuestro Dios, están todos vivos hoy”. Únicamente si hay un cumplimiento de “apegados a Hashem”, entonces existe el “estar todos vivos”, pero si no hay el “apegados a Hashem” su vida no es verdadera vida, jas veshalom.
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Debemos reflexionar sobre estas palabras, entenderlas bien, e internalizarlas profundamente en nuestros corazones. Estamos tratando con toda la esencia y el propósito del hombre. El propósito del hombre es “Y ustedes, quienes están apegados a Hashem, vuestro Dios, están todos vivos hoy”. Esa es toda la esencia del hombre, como escribió el Ramjal: “Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”. Cualquier otra cosa considerada buena por la gente no es más que vano y engañoso, vacío e ilusorio. Internalicemos bien esta idea, de que de hecho no existe nada más en la vida que la cercanía y dvekut a Hashem, y que todas las 613 mitzvot son únicamente los medios para alcanzar este objetivo. Ciertamente, necesitamos un método por medio del cual arraigar estas palabras al corazón. No obstante, en nuestras mentes, primero debe estar absolutamente claro que la esencia de la vida es la cercanía y dvekut a Hashem, y fuera de esto no hay nada más. Todas nuestras acciones, bien sea físicas o espirituales, son únicamente medios para apegarnos al Creador, y el más poderoso de estos medios es la Torá.
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La conclusión de todo lo que hemos dicho es que debemos tener aspiraciones claras de estar apegados a Hashem literalmente cada momento, y desearlo sinceramente. Solo, cuando tiene esta aspiración clara, entonces su tarea es buscar la manera de alcanzar un tipo de vida donde estemos apegados al Creador literalmente cada momento. Aunque, primero debemos mantener un claro conocimiento que esto es, en realidad, su propósito en la vida, y tener un claro deseo de lograrlo. Mientras mayor sea nuestro deseo de vivir con constante dvekut a Hashem, mayor será su capacidad de esforzarse y eliminar toda la confusión que le impide el verdadero apego a su Creador. Pero si su deseo y voluntad son débiles, cualquier pequeño y trivial obstáculo le impedirá lograr un verdadero dvekut a su Creador.
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Existe un dicho hebreo bien conocido que dice que “por tantos árboles no se ve el bosque”. Toda creación en el mundo tiene una finalidad espiritual, entonces utilizaremos este dicho para nuestros propósitos, a fin de explicar el estilo de vida apropiado, el de dvekut a Hashem. Hay 613 mitzvot, y la principal es el estudio de la Torá, como dijeron nuestros Sabios: “El estudio de la Torá equivale a todas ellas”. Las 613 mitzvot son solo raíces, pero los detalles de las mitzvot son muy numerosos. Las palabras del Zohar, que dicen que las 613 mitzvot son 613 tiempos, 613 consejos al hombre, son bien conocidas. ¿Para qué estos consejos? La respuesta es que ellos nos aconsejan cómo apegarnos al Creador. Es decir, toda la esencia de las mitzvot no es algo independiente. Más bien, son un mapa, como una guía de cómo lograr dvekut a nuestro Creador. En tal caso, las mitzvot tienen dos elementos: La parte del hacer, o hablar, etc. y adicional a este también tenemos el propósito de la mitzvá, que es la que acerca a la persona a apegarse a Hashem.
Existen numerosos detalles del aspecto práctico de las mitzvot, y ellos son “los muchos árboles del bosque”. (Las palabras etz y etza – árbol y consejo – están relacionadas, pero este es un concepto profundo, y no es éste el lugar para su explicación). Pero desde el punto de vista de la esencia interna, el propósito, todas las mitzvot tienen una finalidad, que es la cercanía a Hashem y dvekut a Él.
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Debemos contemplar esto con el ejemplo de una mitzvá, la mitzvá de que el hombre se envuelva en un talit. El hombre se levanta por la mañana y va a la sinagoga y se envuelve en un talit. De este modo, cumple una mitzvá de la Torá. ¿Qué piensa la persona en el momento que se esta envolviendo? En realidad, la primera pregunta no debe ser en qué piensa, sino, ¿acaso piensa en algo? O quizás, sus acciones se realizan automáticamente y sin pensar (pensamiento contemplativo, por supuesto, existe algo de pensamiento práctico). Pero supongamos que nuestro caso es alguien que sí piensa. Analicemos qué piensa cuando se envuelve en el talit. ¿Es su pensamiento apropiado?, su pensamiento debería ser como el siguiente: “Por cuanto que concluimos que por ley de la Torá las mitzvot requieren intención, yo tengo la intención, cuando me envuelvo en el talit de cumplir una mitzvá de la Torá”. Meditemos sobre esto. Explicamos que el Zohar escribe que las 613 mitzvot “nos aconsejan” como acercarnos a Hashem. Si es así, puesto que un hombre se reviste un talit día tras día, semana tras semana durante muchos años, ¿por qué no siente la cercanía a Hashem que debió haberse desarrollado por las muchas veces que cumplió esta mitzvá? Después de todo, las palabras del Zohar son ciertas y reales. Debería ser que todo aquel que diariamente tiene en mente cumplir el mandamiento positivo de la Torá mientras se envuelve en el talit, debería progresivamente sentir más y más la cercanía de Hashem en su corazón. ¿Por qué vemos que no muchos han, mediante el uso diario del talit, logrado una palpable cercanía a Hashem? Tenemos que decir que existe una manera verdadera, más profunda de cumplir esta mitzvá. Puesto que vemos que el uso diario del talit no lleva a la persona a la dvekut, es decir, dvekut palpable, debemos investigar que nos falta en la manera que usamos el talit. Debe faltar algo, ¿porque el objetivo interno, que es la cercanía palpable a Hashem, no es logrado mediante el cumplimiento de esta mitzvá, entre mucha gente pura?
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Intentaremos entender el asunto. Sólo dimos un ejemplo con respecto a envolverse en un talit. Este fue sólo un ejemplo. Pero también estudiamos Torá y cumplimos muchas otras mitzvot. ¿Qué es lo que nos impide sentirnos cerca de Él? Quizás cumplimos las condiciones externas de las mitzvot, pero muchos de nosotros carecemos de la esencia interna de la mitzvá, la cercanía a Hashem, que es su propósito. Esto necesita esclarecimiento. ¿Cómo debemos estudiar Torá y cumplir las mitzvot de manera que logremos una cercanía palpable a Hashem? Todo judío tiene la responsabilidad de cumplir con “Construiré un santuario en mi corazón”. Esto significa que las mitzvot deben traernos a un estado en el cual Hashem esté con él y resida en su corazón, y realmente sentirá esto, en forma palpable.
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En tal caso, lo que debemos esclarecer ahora es cómo podemos continuar estudiando Torá y observar las mizvot con todas las fuerzas, y al mismo tiempo, que su Torá y mitzvot tomen forma de un camino de verdadera cercanía a Hashem palpable en su corazón. Es decir, debemos buscar el camino para que la persona se acerque a su Creador, de manera que las acciones que ha estado acostumbrado a hacer tomen un aspecto más profundo y realmente lo acerquen a su Creador.
Todo esto está incluido en el comentario del Mesilat Yesharim que existen dos tipos de auto análisis necesarios: investigar y escudriñar. Hay comportamientos que deben detenerse, pero también debemos escudriñar las acciones que deben continuarse, de manera de realizarlas de modo más significativo y verdadero.
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Resumiremos las ideas que hemos escrito hasta este punto. Primero establecimos que el propósito del hombre en este mundo es dvekut al Creador. ¿Qué es este dvekut? Sentir a Hashem en el corazón, palparlo a Él (como será pronto explicado detalladamente). ¿Con qué frecuencia debemos estar cerca del Creador? Cada día y cada hora del día (excepto el tiempo que esté inmerso en el estudio de la Torá, según está escrito en el Nefesh HaJaim, que también aclararemos). La persona debe sentir que así como no puede desprenderse del aire para respirar, porque sin éste moriría, jas veshalom, entonces también, la persona debe esforzarse para sentir que toda su vida es la cercanía a Hashem. De lo contrario, es como si estuviera muerto.
También escribimos que debemos esclarecer por qué la Torá, con la cual estamos muy involucrados, y las muchas mitzvot que cumplimos, no producen en nuestros corazones el simple sentimiento de cercanía y dvekut a Hashem. ¿Qué falta en nuestro estudio de Torá y el cumplimiento de las mitzvot que les impiden producir dentro de nuestro ser una palpable cercanía a Hashem?
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Comenzaremos a esclarecer extensamente el concepto de cercanía a Hashem.
¿Quién es el Creador? ¿Alguien Lo ha visto alguna vez? El pasuk establece claramente: “¡Ninguna persona que Me vea queda vivo!” (Shemot 33:20) Aún con respecto a Su Gloria, que Moshé Rabenu pidió ver (v. 18 – “Muéstrame ahora Tu Gloria”) Hashem le dijo (v. 23), “Puedes ver Mi ‘espalda’, pero Mi ‘rostro’ no será visto”. Hashem El mismo, sin duda, no podrá ser nunca visto. Esto es claro y obvio.
Cuando hablamos de cercanía al Creador, como dice el pasuk: “Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”, ¿a qué nos referimos? ¿Cuál es el significado y el concepto de cercanía al Creador? Se sabe que nuestros Sabios dijeron: “No existe un lugar donde Él no esté”. (Tikunei Zohar 91b) En otras palabras, Hashem se encuentra literalmente en todas partes. De ser así, – si intentáramos entender el concepto de cercanía al Creador en un sentido físico de la misma manera que una mesa podría estar cerca de una silla, entonces todos nosotros estaríamos cerca del Creador, porque dondequiera que estemos, el Creador también está presente. En tal caso, todos estamos siempre cerca del Creador. Entonces, ¿por qué necesitamos esforzarnos toda la vida para lograr estar cerca de Hashem? Después de todo, inmediatamente después que nacemos, estamos cerca del Creador. Entonces, ¿cuál es su trabajo en la vida?
Obviamente, este no es el significado de cercanía a Hashem. Cuando me siento cerca de una mesa, estoy cerca de la mesa. Cuando me siento en una silla, estoy cerca de la silla. Pero no es este el tipo de cercanía al Creador que buscamos.
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La cercanía al Creador es un concepto totalmente diferente. Si nos hemos esclarecido el principio demostrado antes, que todo el propósito de nuestra vida es estar cerca y apegado al Creador, debemos esclarecer que concepto es éste. ¿Qué tipo de cercanía es ésta? Mientras no se haya esclarecido la naturaleza de la cercanía a Hashem y no sepamos a qué tipo de cercanía se refiere, ¿cómo puede saber la manera de encontrar esta cercanía? Si el objetivo de cercanía a Hashem no está claro, por supuesto que tampoco está claro la manera de lograrla. Deberíamos estar gustosos de pagar millones, toda nuestra fortuna, con tal de aclarar este asunto. Si la cercanía a Hashem no está clara, nunca podrá ver cuál es su propósito en la vida, y no tendrá claro que beneficio tendrá para él todos los días de su vida. Entonces, ¿para qué debería vivir si no entiende la vida y su propósito, y el trabajo de toda su vida? Sin conocer el concepto de cercanía a Hashem, ¿puede adquirir la cercanía a Hashem? ¿Se logra automáticamente, sin necesidad de conocer su esencia y la manera de lograrlo?
Después de que la persona se ha esclarecido que el propósito de la vida es la cercanía a Hashem, lo primero que tiene que hacer es aclarar qué significa eso exactamente. Sólo después de que la persona sabe claramente donde exactamente necesita llegar, debe trabajar para descubrir cómo llegar allí. Suministraremos un ejemplo: Una persona viaja de Yerushalayim a Bnei Berak, Si no comprende que quiere llegar a Bnei Berak, ¿cómo sabrá que carretera tomar? ¡No tiene sentido de que trate de averiguar la carretera, porque quizás no quiere llegar a Bnei Berak, sino a Tzfat! Y en tal caso, su trabajo es averiguar cuál es el camino hacia Tzfat. Si es así, la persona primero debe esclarecer dónde necesita ir, y luego su trabajo es averiguar la carretera que lo conduzca a su destino deseado.
Supongamos que es imposible esclarecer el concepto de cercanía a Hashem, entonces ¿Hashem espera que la persona haga algo que no puede hacer? Sin duda, es comprensible para cualquiera, y nuestra tarea es esclarecer el concepto de cercanía a Hashem.
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Si una persona aún no ha logrado un conocimiento claro de lo que es la verdadera cercanía a Hashem, esta falta de conocimiento no es ignorancia sobre un detalle en determinada área, sino ignorancia sobre toda la esencia de la vida. El propósito de la vida en este mundo, y todas las acciones del hombre en este mundo, bien sea estudio de Torá, mitzvot, o asuntos terrenales, son únicamente para permitirnos apegarnos al Creador. Si no sabe que significa apegarse a Hashem, no tiene un entendimiento claro del propósito de su vida, ni un claro conocimiento de la esencia y el propósito interno de todos sus actos. Puede que estudie Torá y cumpla mitzvot, pero no sabrá dirigir a dónde deben conducirlo estos actos.
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Daremos un ejemplo: Un hombre necesita una casa. Durante un período de veinte años aproximadamente, ahorra determinada cantidad cada mes, hasta que al final del período, tiene suficiente dinero para comprar una casa. Con el dinero en mano el hombre sale dispuesto a comprar su casa, sin embargo, no sabe donde venden casas. Se sienta y piensa, pero no puede resolver a dónde dirigirse para comprar una casa. Consulta con amigos, y ellos lo envían a la gente dedicada a este asunto. Ignora sus consejos, y en cambio, se sienta y trata de resolver solo el problema y descubrir los lugares donde podrían venderse casas. Luego va de un lugar a otro sin conseguir nada. Este hombre tiene el dinero necesario para la casa, pero no puede comprarla porque no sabe dónde comprarla.
Esto es análogo a uno que cumple mitzvot y estudia Torá. Posee la Torá y las mitzvot pero no sabe como utilizarlos para lograr el estado de “construiré un santuario en mi corazón”. Necesita tener un “hogar” en su alma para albergar la luz de Hashem, de manera que Hashem resida en su corazón.
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El yetzer hará le permite a la persona estudiar Torá y observar las mitzvot, pero oculta de él un punto simple: cual es propósito de ello. Ni siquiera le permite pensar sobre el propósito. Por el contrario, mantiene al individuo en un estado de hábito, en el cual estudia Torá y hace mitzvot sin pensar en absoluto en su propósito. Ese es el poder del yetzer hará. Le da a la persona todo menos lo principal. Y el propósito de todo se pierde, jas ve shalom y aún cuando permite a la persona pensar sobre el hecho de que el propósito es la cercanía a Hashem, le oculta la naturaleza de la cercanía a Hashem. O bien, le muestra el acercamiento a Hashem de muchas formas y definiciones diferentes, de tal modo que lo mantiene lejos del verdadero entendimiento. También podría convencer a la persona que la cercanía a Hashem sólo puede lograrse en el Gan Edén y el Olam HaBa (el Mundo Venidero), pero en este mundo, está más allá de nuestra comprensión. Fija en nuestra mente que no es necesario entender la cercanía a Hashem, y que llegará automáticamente a cualquiera que se esfuerza en Torá y cumple las mitzvot. Entonces, nos imaginamos que cuando se va de este mundo y asciende al cielo, inmediatamente sentirá una gran y maravillosa cercanía a Hashem, dependiendo de su nivel, pero piensa que este no es un asunto para tratar en este mundo. El yetzer hará convence al hombre de que no hay motivo para preocuparse con asuntos ocultos de “los acontecimientos en el Cielo”, y que esto equivale a querer conocer el futuro y lo místico. Le dice a la persona que en lugar de curiosear y tratar de ver el futuro oculto, mejor debería utilizar su tiempo sirviendo al Creador con Torá y mitzvot de manera simple, y no meter su cabeza dentro de la naturaleza de la cercanía a Hashem.
Tanto ésta como muchas otras ideas son los argumentos del yetzer hará. Son innumerables, pero tienen como común denominador mantenernos alejados del deseo y la voluntad de entender qué es la cercanía a Hashem, y de lograr en nuestros corazones un sentimiento palpable de ello. ¡Que Hashem nos ayude a ignorar las sugerencias del yetzer hará, y a dedicarnos a esclarecer totalmente la naturaleza de la verdadera cercanía a Hashem y la manera de lograrlo!
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Ahora trataremos de describir en palabras simples la esencia de la cercanía al Creador. ¿Qué cercanía es ésta de la cual David HaMelej dijo; “Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”?
La primera pregunta qué debemos formular es: “¿Dónde está Hashem?” Cuando deseo acercarme a alguien, primero debo identificar su paradero. Cuando no conozco su ubicación, como puedo ir allí, quedarme junto a él y estar cerca de él”. Asimismo, cuando la persona busca y desea estar cerca de Hashem, antes debe esclarecer dónde Se encuentra. Si la persona no sabe dónde se encuentra Él, ¿como puede acercarse a Él?
Nuestros Sabios han establecido claramente: “No existe un lugar donde Él no esté” (Tikunei Zohar 122b), es decir, está presente en todas partes, como dice: “Tú eres Uno antes de la creación, y Tú eres Uno después de la creación”. Igual como antes de la creación, Hashem estaba en todas partes, entonces también, aún después de la creación, aunque existe un mundo y seres creados, Hashem está literalmente en todas partes, y nada le impide estar en todas partes. Para acercarse a Él, no hay necesidad de salir del país o de la ciudad, ni siquiera de viajar dentro de la ciudad. “Porque el asunto está muy cerca de ti” (Devarim 30:14) ¡Hashem está en todas partes! Por lo tanto, la persona puede encontrarlo y estar cerca de Él en cualquier lugar.
Si uno contempla este asunto, podría hacer una simple pregunta sobre David HaMelej, quien dijo: “Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena”. ¿Por qué utilizó la palabra “cercanía”? Después de todo, si Hashem se encuentra en todas partes, Él está presente dondequiera que se encuentre la persona, hasta donde está parado su cuerpo. ¡No sólo está cerca del hombre, sino que está en el mismo idéntico punto! El término “cercanía” es pertinente cuando una cosa está al lado de otra, pero si están realmente juntas en el mismo punto, no es realmente apropiado utilizar el término “cercanía”.
Sin embargo, lo cierto es que tales preguntas provienen de intentos de definir intelectualmente dónde está presente Hashem. Así, uno descubre que el término “cercanía” no expresa la cercanía entre Hashem y el hombre desde una perspectiva espacial. Pero puesto que la cercanía a Hashem y dvekut a Él no se refieren a espacio físico, la pregunta sobre las palabras de David HaMelej es irrelevante. La idea será explicada a medida que avancemos, pero la pregunta en sí debería motivar a la persona a esclarecer la verdadera naturaleza de la cercanía a Hashem. Solamente después que lo entienda claramente, y su alma comprende claramente la esencia de la cercanía a Hashem, será posible concebir y comprender la diferencia entre “cercanía” a Hashem y “unidad” con Hashem. Que Hashem nos conceda el privilegio de comprender en forma clara y completa estos conceptos.
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Basados en lo anterior, hemos esclarecido que “cercanía a Hashem” no está relacionada a espacio, sino que es un tipo de cercanía más profundo. Pensemos primero sobre el concepto de cercanía en este mundo, y de allí continuar hasta comprender más profundamente que es cercanía a Hashem en el mundo espiritual.
Comencemos con un ejemplo. Un hombre está sentado en su casa y habla por teléfono, durante su conversación entra un amigo a la casa. El anfitrión le indica a su huésped que debe esperar un poco hasta que termine la conversación telefónica. Después que él terminó de hablar, él se disculpa por la demora, explicándole que él estaba hablando con un karov (persona cercana a él). El huésped se interesa y pregunta: “¿Quién es el karov? ¡Dónde vive?” El anfitrión le suministra el nombre completo, y agrega que vive fuera del país. El huésped entonces duda y pregunta: “Si vive fuera del país, ¿cómo pudiste llamarlo un karov?” El anfitrión responde: “No quise decir que es un karov desde una perspectiva de espacio, sino que es mi karov, mi primo”. En el mundo físico existen dos tipos de cercanías: cercanía espacial y cercanía familiar, como con el padre, hijo, tío, primo, y así consecutivamente. La cercanía familiar de un primo no está absolutamente relacionada con espacio. Más bien, puesto que dos personas están emparentadas, tienen una profunda cercanía basada en sus raíces, lo cual los une emocionalmente. En otras palabras, aquí la cercanía es más profunda que la cercanía espacial, porque es una relación basada en una raíz común. Puesto que ambos comparten la misma raíz, existe una profunda cercanía emocional.
En consecuencia, existen dos tipos de cercanía, la primera es espacial y la segunda interna, conduciendo a un vínculo emocional.
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Ahora que hemos esclarecido que en este mundo existen dos tipos de cercanías: una espacial y otra familiar – que generan relación y vínculo emocional, ahora debemos continuar y meditar si los dos tipos de cercanía dependen una de la otra. Claramente, vemos que la cercanía espacial no garantiza cercanía familiar, y cercanía familiar no garantiza cercanía espacial.
En otras palabras, podríamos estar parados al lado de otra persona y estar junto a él sin ningún tipo de vínculo emocional. De hecho, la cercanía espacial podría causar distanciamiento emocional, debido a las diferentes opiniones que surgen que causan rivalidad entre ambas. Lo mismo es cierto en el escenario opuesto. La cercanía familiar que produce un vínculo emocional, o la cercanía emocional en sí, no necesariamente viene con cercanía espacial. Algunas veces, la gente más cercana a una persona, como su padre, hijo, o mejor amigo, están espacialmente muy lejos, y sin embargo eso no genera conflicto con su cercanía emocional de ninguna manera. En consecuencia, la cercanía espacial no garantiza cercanía familiar, y la cercanía familiar no garantiza cercanía espacial.
Ahora, hay una diferencia entre las dos. Cuando decimos que dos personas están espacialmente cercanas, es una condición que está presente en ese mismo momento. Sin embargo, con la cercanía emocional, aun cuando hay cercanía en sus almas, ello podría no ser evidente cada momento. Uno ama a su pariente o amigo, y está muy apegado a él, pero este amor no siempre está en el primer plano del alma. En determinados momentos, se coloca al frente, como en tiempos de celebración, o jas veshalom, lo contrario. En dichas ocasiones, participa y se involucra totalmente con aquellos cercanos a él.
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Ahora, que hemos esclarecido la esencia de la cercanía en este mundo, debemos regresar a explorar la cercanía a Hashem. ¿Existe una similitud entre esa y los tipos de cercanía que conocemos en este mundo?
En lo que respecta a la cercanía espacial, ya se ha mencionado que nada está tan cerca de la persona que Hashem, siendo que “No existe un lugar donde Él no esté”. Siendo así, Hashem y la persona están realmente constantemente juntos, sin separarse en absoluto. No existe nada más en este mundo a lo cual una persona siempre esté cerca. Y aún cuando siempre está cerca de ello, no están realmente en el mismo lugar. Pero con Hashem, Él y la persona están siempre cerca uno del otro, y el grado de cercanía espacial es único, siendo el grado más elevado de ello en este mundo. Con respecto a la cercanía familiar o amistad, hay un pasuk que dice explícitamente: “Ustedes son hijos de Hashem, vuestro Dios”. (Devarim 14:1) Y éste también dice de Hashem: “No abandones a tu Amigo y al Amigo de tu padre”. (Mishlei 27:10) Por tanto, somos, tanto hijos de Hashem y sus amigos, como dice “tu Amigo”.
Por consiguiente, la persona ya está cerca de Hashem desde una perspectiva espacial (“No existe un lugar donde Él no esté”), desde la perspectiva familiar (“Ustedes son hijos de Hashem”), y desde la perspectiva de amistad (“No abandones a tu Amigo y el Amigo de tu padre”).
Entonces, ¿Qué está faltando en la cercanía a Hashem? ¡Lo que falta es lo más importante! En este mundo, cuando alguien está cerca de algo, puede ver y sentir que está cerca de ello. Si estamos emparentados a alguien en virtud de ser su padre, hijo, tío, o primo, él siente la cercanía. Si tenemos un amigo querido, lo siente: el alma lo siente claramente. La gran pregunta sobre los diferentes tipos de cercanía con Hashem que tenemos – espacio, familia, y amistad – es: ¿Sentimos que Hashem está cerca de nosotros a través de todas estas maneras? Cuando decimos que: “No existe un lugar donde Él no esté”, simplemente conocemos este hecho, ¿o realmente sentimos que Hashem está con nosotros en todas partes? Si lo sintiéramos, sería constante, puesto que Él está constantemente con nosotros. En cuanto a cercanía familiar, ¿simplemente sabemos intelectualmente que nosotros somos Sus hijos, o lo sentimos claramente en nuestros corazones, con un amor arraigado y fijo como el del hijo hacia su padre? En cuanto a la cercanía de la amistad, como dice: “tu Amigo” refiriéndose a Hashem, ¿Sabemos que somos Sus amigos íntimos? ¿Es la amistad un sentimiento consciente?
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Resulta que estamos cerca de Hashem en todo tipo de manera, pero tan sólo lo sabemos mentalmente. El problema entre la mayoría de las personas es que esto es tan sólo información, pero el claro sentimiento de cercanía, el sentimiento de que Hashem está siempre cerca y dentro de nosotros, el sentimiento de que nosotros realmente somos Sus hijos, el sentimiento de que somos Sus amigos; es algo que carecemos. Estamos cerca, pero no lo sentimos. Cuando estamos físicamente cerca de algo, lo sentimos, pero cuando la cercanía es espiritual, puede que sepamos de ella, pero no siempre la sentimos.
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Para enfatizar mejor esta idea, meditemos y veamos como aún en este mundo físico, no se puede sentir todo tipo de cercanía. Daremos ejemplos, tanto de la cercanía espacial como de la cercanía familiar, demostrando como la persona podría no estar enterada de esta cercanía.
Antes de que el microscopio fuese inventado, si nos hubiésemos acercado a una persona y preguntamos si hay gérmenes cerca de él, apenas a unos pocos centímetros de distancia, lo habría negado categóricamente, y estaría dispuesto a jurar a ese efecto sin ningún sentimiento de culpa. Ciertamente, él está equivocado, y hay gérmenes muy cerca de él, pero como no pueden ser vistos por el ojo, y podemos ver y ver y no encontrarlos, él está seguro que ellos no existen. Pero en realidad, este es un error definitivo. Vemos que podemos estar espacialmente cerca de algo y aún así estar totalmente ignorantes de ello.
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Suministraremos un ejemplo relacionado con cercanía familiar. Muchas personas llegaron a Israel después del Holocausto casi sin familiares. La soledad de no tener familia los angustiaba terriblemente. Hubo quienes intentaron encontrar algún pariente. Imaginemos que una persona vive en un edificio con un vecino encima de él, y para decir lo mínimo, no existe ningún vínculo de amistad entre ellos. Sin embargo, cada uno busca un pariente durante años. Después de veinte años, accidentalmente descubren que son primos, y que no tienen más parientes, ni en el país, ni en el mundo. Por tanto, una persona podría estar justamente al lado de su único pariente, alguien que conoce bien y vive cerca, pero puesto que no sabe que están emparentados, carece de cercanía emocional hacia él.
Ahora tenemos dos ilustraciones claras de cercanía espacial y familiar, en la cual la persona puede estar muy cerca a alguien, pero sin embargo estar lejos, porque no sabe de la cercanía.
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Lo mismo es cierto con las distintas maneras en que la persona está cerca de Hashem. Mencionamos que estamos espacialmente cerca de Hashem, pero como no puede ver a Hashem cerca, como dice: “Ninguna persona puede verme y quedar vivo”, (Shemot 33:20), no siente esa cercanía. Sabe que Hashem es su Padre, pero no lo siente como tal en su corazón. Sabe que Hashem es su Amigo, pero no lo siente apropiadamente en su corazón. Si alguien fuese informado de que su padre, quien él suponía hace tiempo muerto, estuviese aún vivo, y pudiese verlo, todo su corazón se llenaría de alegría, siendo que él ahora podría ver y relacionarse a su padre. Su pensamiento original, que ya no se relacionaría a su padre, se convertiría en una completa equivocación.
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Cualquiera que no se haya esforzado mucho en conocer a Hashem, su verdadero Padre, no conoce a su Padre. Podría saber que existe, pero no lo conoce. Esto es como alguien que sabe que su padre está fuera del país, pero nunca lo ha visto. Aquí también, una persona que no se ha esforzado mucho en reconocer a su Creador, no mediante análisis, sino mediante el corazón, podría saber que tiene un Padre, pero no conoce de él ni lo mas mínimo. Quien verdaderamente se ha esforzado y tuvo el mérito de conocer a su Creador, su Padre en el Cielo, comprende que antes, no sólo no se había dado cuenta que Hashem estaba a su lado, sino que ni siquiera entendía el significado de tener un Padre en el Cielo. No tenía la herramienta con la cual entender lo qué es Hashem, lo que expresan las palabras: “Ustedes son hijos de Hashem, vuestro Dios” (Devarim 14:1), y lo que involucra el término “hijo de Hashem”. Esto no es conocimiento intelectual, sino una percepción del alma. Ni siquiera el ejemplo de la relación padre-hijo puede retratar la profundidad de lo que significa ser un hijo de Hashem, está por encima del pensamiento humano y las definiciones racionales, es el reconocimiento del alma de su Padre. Debemos entender que cuando la Torá dice: “Ustedes son hijos de Hashem, vuestro Dios”, si la persona lo toma literalmente, pensando: “Igual como yo tengo un padre físico, tengo un padre espiritual” (y Hashem debería dar a todos el privilegio de por lo menos sentir eso) solamente está entendiendo un punto superficial, no la profundidad del asunto. La profundidad de este concepto sólo puede entenderse cuando uno lo siente en su alma, no cuando la gente trata de describirlo con todo tipo de definiciones.
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Ahora debemos reflexionar sobre un encuentro entre padre e hijo mencionado en la Torá, específicamente, el de Yaacov y Yosef. Cuando se encontraron, dice: “Yosef ató los caballos a su carruaje y fue al encuentro de su padre en Goshen, y se presentó ante él, y se echó sobre su cuello y lloró profusamente sobre su cuello”. (Bereshit 46:29) Pensemos, ¿cuánto tiempo Yosef mantuvo esta posición de “se echó sobre su cuello”? Jazal dicen que Yaacov no se echó sobre el cuello de Yosef, ni lo besó, porque se encontraba recitando el Shemá (ver Rashi allí). ¿Cuánto tiempo estuvo Yaacov recitando el Shemá? Media hora, una hora, quizás más tiempo. Pero después de ese encuentro, aunque Yaacov estaba muy unido a Yosef y Yosef a Yaacov, ya no existía el tipo de vínculo descrito como “se echó sobre su cuello”. La más fuerte expresión de su unión fue cortamente vivida.
Si queremos un ejemplo de la naturaleza del apego de un hijo a su Padre en el Cielo, debemos aprender de este ejemplo. Sin embargo, en este caso, el hijo puede estar en un estado de “y se echó sobre su cuello” en todo momento. En otras palabras, él puede lograr la condición en la cual él está siempre pegado y atado a Hashem (existen, por supuesto, reveces, pero esta podría ser su condición general de vida). Uno no puede asir a su padre físico y echarse sobre su cuello en forma permanente, pero uno puede estar atado con Hashem, su Padre en el Cielo, literalmente en todo momento. Cuando uno logra: “Y yo residiré entre ellos” (Shemot 25:8), es decir, que Hashem abiertamente reside en su corazón, está unido a Hashem siempre, en forma análoga al encuentro de Yosef y Yaakov, y aún más. Esta es la unión interna del alma con Hashem. Esta es la forma de vida de un judío que vive en verdadera espiritualidad.
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Imaginemos que mientras Yosef estaba reunido con su padre, su teléfono celular hubiese repicado. ¿Lo hubiese respondido, o nada le habría interesado en ese momento? Yosef estaba en Egipto, una tierra extraña, completamente solo durante muchos años, y finalmente, llega el momento cuando se libra de esa soledad y se encuentra con su padre. En ese momento, ¿habría tenido tiempo para hacer otras cosas? Igualmente, un verdadero judío vive en un estado de estar literalmente apegado siempre al Creador. Inevitablemente, vivimos en un mundo material, y debemos ocuparnos de el al menos un poco, pero su alma siempre está atada al Creador, bien sea que se dedique a ocupaciones materiales o espirituales, su alma nunca se despegará del Creador. Aun cuando conteste su teléfono celular, está unido al Creador, y nunca está distraído, ni desconectado interiormente de Él. Esta es la manera como debe vivir un judío. Este es el único y verdadero vínculo que tiene la persona en el mundo. Algún día, dejará su familia y permanecerá solo. El único vínculo que podemos mantener, tanto en este mundo como en el venidero, que nunca se romperá, es con Hashem. En el Gan Eden, no hay garantía de que estaremos sentados cerca de nuestro padre, hijo, o tío, sino cerca de Hashem. Este es un vínculo que uno debe desarrollar para sí para este mundo y el venidero. El vínculo familiar es un vínculo, pero algún día se romperá. Sin embargo, el vínculo con Hashem es eterno, y nunca se romperá. Si uno desea un verdadero amigo, debe tomar a Hashem como su amigo, y será su Amigo en todas partes –en este mundo, en el Gan Eden y en el Mundo Venidero, que nunca lo abandonará, ni siquiera por un momento.
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Mientras una persona no esté verdaderamente apegada a Hashem, de manera similar al vínculo familiar descrito anteriormente, tampoco podrá sentir la cercanía espacial debidamente. Hashem está de hecho, espacialmente cerca de la persona. Pero todo tiempo que la persona esta atada a Hashem más y más en lo profundo de su corazón, podrá realmente sentir interiormente que Hashem está justo a su lado siempre, en cada momento y en todo lugar. Mientras mayor sea la cercanía con Hashem, y más la persona esté atada a El desde las fibras más profundas de su corazón, más sentirá que Hashem está a su lado. Lo contrario es cierto también, jas veshalom.
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Ahora que está claro qué propósito tiene la vida, es decir, cercanía a Hashem, y cómo debe verse la vida de una persona apegada a Hashem (más o menos) – que dvekut no es un detalle menor de la vida, sino que toda su vida es un proceso de apegarse a Hashem – debe ahora decidir si quiere vivir de esa manera, o quizás es más fácil seguir viviendo en una ilusión, en la cual piensa que tiene una vida pacífica sin el problema de dvekut. Cada persona debe decidir individualmente si realmente desea permanecer apegada a Hashem toda su vida. Si ha verificado que sí quiere, es afortunado. Si aún ve que no lo quiere, debe rezar a Hashem para que lo ayude a querer la verdadera vida, de manera que pueda dejar la vida sin limites que le parece que es la vida, y elegir vivir verdadera vida, de lo cual dice: “Y ustedes, quienes están apegados a Hashem, vuestro Dios, están todos vivos hoy”. (Nosotros todavía no discutimos el camino para estar cerca y apegado a Hashem, sino el deseo de estarlo).
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Tratemos de inspirar al lector a querer estar cerca y apegado a Hashem.
Cada uno de nosotros sabe que llegará el día nos vayamos de este mundo, como dice: “El fin del hombre es la muerte” (Berajot 17ª). Todos después de la muerte queremos librarnos del Gehinom y merecer el Gan Eden. ¿Qué hace la persona en el Gan Eden? El Ramjal escribe al comienzo de Mesilat Yesharim: “El hombre fue creado únicamente para deleitarse en Hashem y disfrutar el resplandor de la Shejiná”. Este es el principal deleite en el Gan Eden. Por consiguiente, si no nos apegamos verdaderamente a Hashem, no tendremos mucho que hacer en el Gan Eden. Gan Eden en realidad significa dvekut a Hashem. Si, jas veshalom, una persona no quiere apegarse a Hashem, ¿qué hará en el Gan Eden? Si dice que en este mundo, él quiere beneficiarse de este mundo, pero cuando deje este mundo, va a querer apegarse a Hashem, debemos saber que este pensamiento es insensato. Los sefarim hakedoshim ya han escrito que la condición de los pensamientos y sentimientos de la persona en este mundo es la manera como serán en el mundo venidero. Por lo tanto, si en este mundo, la mente y el corazón de la persona no están apegados a Hashem, sino a otros asuntos, igual será en el mundo venidero. Aunque quiera apegarse al Creador allí, no podrá hacerlo, porque estará obligado a apegarse a aquello que estuvo apegado en este mundo.
En otras palabras, la persona no puede dividir entre no estar apegado a Hashem en este mundo, y apegado a él en el mundo venidero. Mejor dicho, o estará apegado, tanto en este mundo como en el venidero, o no lo estará en ninguno de los dos, jas veshalom. (Indudablemente que la persona que no hizo lo debido para rectificar su vida tiene otra oportunidad, pero no corresponde aquí explicar ese tema). En consecuencia, debemos entender que si la persona no está apegada al Creador en este mundo, tampoco lo estará en el Gan Eden, ni en el Mundo Venidero, ni tampoco tendrá nada que hacer allí. Debemos meditar bastante sobre el hecho de que perderemos la eternidad por no lograr dvekut a Hashem en este mundo. El Mundo Venidero es llamado “el mundo que es completamente bueno”. ¿A qué se refiere esta bondad? El Ramjal escribe: “Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena, cualquier otra cosa que la gente considera buena es ilusión y vanidad”. Podrán ver que no existe ningún otro bien que la cercanía a Hashem, y si la persona no está cerca y apegada a Él, no está conectado con el mundo que es completamente bueno. Necesariamente, para merecer la bondad en el Gan Eden y en mundo venidero, es decir, “estar cerca de Hashem es bueno”, aún en este mundo debemos vivir con esta bondad, con dvekut a Hashem.
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Así como en este mundo, un negocio se cierra un día al año para hacer un inventario de que se vendió y que no, la persona debe hacer lo mismo consigo. Esto no es una introspección personal que toma quince minutos, media o una hora, sino un alto a todo el curso de nuestra vida para preguntarnos: “¿deseo, o no, estar cerca y apegado al Creador? En caso de desearlo, ¿ando por el camino que me hará merecer la palpable cercanía que busco? O, acaso, ¿el mío es sólo un camino de estudiar Torá intelectualmente y realizar las mitzvot con mínima inspiración, pero sin que éstas me acerquen a Hashem de verdad? Debemos salir con conciencia clara que queremos lograr la verdadera cercanía a Hashem. La persona debe tomarse todo el tiempo necesario para lograr dicha claridad, pero eventualmente, debe estar consciente de que únicamente la cercanía y dvekut a Hashem representan la esencia de la vida. Debe anhelar vivir esta verdad. Luego, deberá elegir un camino determinado que lo conduzca allí. Pero nuevamente, antes que nada, debe quedar claro que el verdadero propósito de la vida es – cercanía y dvekut a Hashem.
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Después de haber esclarecido en sumo grado que todo el propósito de la vida es la verdadera cercanía a Hashem, y la persona siente un deseo real de vivir en conformidad, con lo descrito es el momento apropiado para que entienda y reflexione sobre el camino que lo conducirá a ese estilo de vida. Podría pensar que puesto que está inmerso en la Torá y las mitzvot, seguramente llegará el día en que de repente sienta la cercanía de Hashem en su corazón. Sin embargo, muchos tropezaron por esta equivocación, pensando que la cercanía a Hashem simplemente llega al corazón de cualquiera que estudie Torá y observe las mitzvot, lo cual es totalmente incierto.
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Jazal dijeron: “Hasta el más vacío de ellos está lleno de mitzvot como una granada” (Berajot 57a) La pregunta es: “Entonces, ¿por qué dicen que están “vacíos”? ¡Después de todo, no están vacíos si sus mitzvot son tan numerosas como las semillas de una granada! La respuesta del Gaon HaRav David Povarsky zt”l fue excelente. Dijo que puede que tengamos a nuestro favor muchas mitzvot, Torá, Jesed (actos de benevolencia), y muchos otros. Sin embargo, seguirá definiéndose como una persona vacía. ¿Por qué? Porque una granada tiene muchas semillas, pero cada una está separada de la otra, es como una manzana, o una pera, donde toda la fruta es una unidad, sino por el contrario, cada semilla está sola. Lo mismo sucede con las mitzvot que realizamos. Una persona puede estudiar Torá y realizar muchas mitzvot, pero seguirá estando vacía, puesto que cada una está separada de la otra, sin una verdadera unión entre ellas.
La Torá y las mitzvot deben constituir una unidad, todas formando parte del proceso de construcción de una estructura. No deben estar separadas una de la otra, jas veshalom. Puede ser que determinada persona estudie Torá toda su vida y cumpla muchas mitzvot, pero aún así estar entre “los vacíos”. No habrá adquirido el elemento interior que unifique toda su Torá y mitzvot. ¿Qué es ese elemento interno que unifica? ¡Dvekut a Hashem! La Torá debe ser estudiada en el espíritu del versículo: “Hashem, la Torá e Israel son uno” (Zohar 3:73). A través de la Torá nos apegamos a nuestro Creador.
Similarmente, la palabra mitzvá tiene su raíz en la palabra tzavtá (conexión), refiriéndose a la unión con Hashem, como se sabe. En consecuencia, tanto la Torá como la mitzvot tienen un objetivo interno, que es cercanía y dvekut a Hashem. Cuando trabajamos en el logro de dicho objetivo único, toda la Torá estudiada y las mitzvot realizadas se entrelazan, llevando a la persona a un fin común. Pero si la Torá y las mitzvot no acercan a la persona a Hashem, por cuanto que no hay nada que las una, existiendo una separación entre ellas. Cuando el Creador no está en nuestro corazón, y no se cumple en éste el versículo: “Yo moraré entre ellos”, dentro del corazón del hombre falta el elemento unificador. Puede que la Torá y las mitzvot estén allí, pero no existe la “unidad” de un corazón consagrado a nuestro Padre en el Cielo. No está apegado a Hashem en lo profundo del corazón.
Cada persona debe realizar un auto-análisis y revisar: “¿Mi estilo de vida, mi Torá, oraciones y mitzvot, están encaminadas a llevarme a un verdadero y palpable dvekut a Hashem, o quizás son mis actos, jas ve shalom, como “el más vacío de ellos”, faltándoles el elemento interno focal que unifique la Torá y las mitzvot?”
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Este punto requiere gran atención. Muchos confían en que su camino es el verdadero, y que con el transcurrir de los años, merecerán la cercanía a Hashem. Sin embargo esto no es necesariamente cierto. Este razonamiento podría servir de excusa para evitar trabajar de verdad y con mayor esfuerzo. Nos resulta fácil creer que estamos en el correcto que nos conducirá a una palpable cercanía a Hashem. ¿Pero qué hará la persona cuando al final de su vida, descubra que su camino no era correcto y que no logró una palpable cercanía a Hashem? Eso será demasiado tarde y no podrá dar vuelta al timón y tratar de vivir nuevamente de manera diferente. Indudablemente, es difícil comprobarle a alguien que su camino no necesariamente lo conducirá a una palpable cercanía a Hashem. (Por supuesto, existen muchos caminos válidos, pero aquí nos referimos a aquellos que se han equivocado siguiendo el camino incorrecto).
Por lo tanto, cada persona debe examinarse bien a si mismo y con mucha desconfianza, no sea que su camino no sea el verdadero. No puede confiar en el hecho que muchos otros han tenido éxito haciendo lo mismo, puesto que cada caso debe ser estudiado individualmente con el asesoramiento de una persona sumamente entendida. No podemos confiarnos en ideas casuales escuchadas en un lugar, u otro. Cada persona debe examinar su camino muy cuidadosamente, suplicando mucho a Hashem que Lo ayude a encontrar la verdad, y que encuentre el camino verdadero que lo acerque a Él. Aun cuando andemos por el camino verdadero, debemos rezar para tener el mérito de entenderlo debidamente, porque muchas veces la persona se encuentra en el camino verdadero, solo que la persona no lo entiende correctamente. Por último, cada persona debe elegir un camino determinado y claro que lo conduzca a dvekut a Hashem, pidiéndole insistentemente que lo ayude a encontrar el camino más apropiado para él.
2- Fe en la existencia de un Creador
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Después de esclarecer que la obligación y propósito de la persona en este mundo es estar cerca y apegado a Hashem, y que ésta debe ser su única aspiración en la vida, tratemos ahora de describir como debe vivir la persona para lograr la cercanía y dvekut a Hashem.
Presentaremos ideas simples, que el lector podría suponer que las conoce. Sin embargo, quien entiende sobre trabajo personal sabe que toda la función del hombre es trabajar en los aspectos simples y conocidos, como dice el Ramjal al comienzo de la obra Mesilat Yesharim: “Mientras más recto sea, mejor” (Rosh Hashaná 26b). Durante todo el camino, debemos recordar que el punto, es que las cosas deben ser tomadas y realizadas con simpleza. Mientras más simplemente sean tomadas las cosas, más cerca estaremos de la verdad, o sea, de Hashem, pero si nos excedemos en cálculos y queremos pensar cada cosa dos veces; jas veshalom, nos alejaremos de la verdad, o sea, de Hashem. Debemos entender que el secreto de la vida interior es, la simpleza del alma, como dice el versículo: “D-s mío, el alma que Tú me has dado es pura”. Así como un niño aún inocente entiende cosas simples, igual sucede con el alma de la persona, el elemento puro dentro de él requiere ideas simples. Para despertar el punto de la verdad en el alma, el elemento puro, debemos utilizar el poder de la simpleza. Esta será la clave durante todo el camino que avanzaremos, con la ayuda de Hashem.
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¿Cuál es el punto por el cual debemos comenzar a trabajar? Tomar conciencia que hay un Creador, El claro y simple conocimiento de la existencia de un Creador del mundo. La gente piensa que este conocimiento sólo debe ser transmitido a personas que no conocen el judaísmo, y a quienes tenemos que enseñarles y demostrarles Su existencia por muchos y diferentes medios. Pero aquellos que se criaron en hogares donde son “observantes, e hijos de los observantes”, que cumplen muy bien la Torá y las mitzvot, y están siempre inmersos en ellas, ¿Que necesidad tenemos de informarles que hay un Creador? Acaso, ¿no saben ya esto? La persona que no ha examinado este punto de la existencia del Creador piensa que es simple y claro y no requiere de ningún esfuerzo. Ellos creen que nuestra avodá comienza en un nivel mucho más alto, pero están equivocados, y de hecho, cada persona debe trabajar sobre este simple punto, la más simple de las ideas – ¡que el mundo tiene un Creador!
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No obstante, la persona piensa constantemente: ¿Qué me falta en mi creencia de que hay un Creador del mundo? ¿Será que tengo que estudiar los secretos místicos y las opiniones de los filósofos?” ¡No, no es ésa nuestra intención! Nos referimos a una fe muy simple – fe de que el mundo tiene un Creador. Para entender por qué debemos trabajar esto, a continuación damos un ejemplo que lo iluminará y aclarará.
Una persona gana veinte millones de dólares en la lotería. Sus pensamientos están totalmente inmersos en su gran ganancia; mientras camina, duerme y se levanta. Piensa en ello mientras camina por la calle, y también cuando se acuesta a dormir, resultándole muy difícil dejar de pensar en su ganancia y lo qué hará con ella. En cambio, alguien que no ganó, sino que sólo escuchó el nombre del ganador, no piensa mucho en ello.
Reflexionemos sobre la diferencia entre los dos. Ambos saben con claridad quién fue el ganador. Sin embargo, mientras que los pensamientos del ganador están totalmente inmersos y apegados a ese conocimiento, los de la otra persona, no lo están. No ocupan totalmente sus pensamientos y su corazón.
Con este ejemplo, podemos captar y entender mejor el caso de la fe. Todos sabemos que existe un Creador, pero la pregunta es, ¿lo sabemos como el ganador de la lotería de nuestro ejemplo, o como el que no ganó? ¿El conocimiento de D-s está arraigado en su mente y corazón, o es algo que sabe, pero no está conectado siempre? Todos sabemos que existe un Creador, pero ¿con qué frecuencia pensamos en Él? ¿Hasta que punto estamos apegados a ese pensamiento? La creencia de que existe un Creador debe permanecer en nuestra mente y corazón literalmente siempre. Este no es tan sólo un conocimiento general que sirve de fundamento para la vida, sino que debe representar la fuerza vital de la persona cada instante del día.
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Dijimos antes que el objetivo y propósito de la persona debe ser estar cerca y apegado al Creador, y para estar cerca y apegados a algo, ese algo tiene que existir. Si el ente al cual la persona quiere estar cerca y apegada no existe, ¿cómo puede conectarse a éste? Para sentirnos cerca y conectados a Hashem, debemos sentir claramente que Él existe. Si la persona trata de acercarse a D-s antes de que su corazón lo sienta, fracasará, puesto que carece del conocimiento de Su existencia. En su corazón, intenta acercarse a algo cuya existencia no siente claramente. Por lo tanto, la persona debe comenzar su avodá sintiendo con todo su corazón que el mundo tiene un Creador, y sólo después, trabajar para acercarse a Él.
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Existen tres tipos de conocimiento: Jojmá (sabiduría), biná (entendimiento) y daat (conexión). Jojmá es conocer las cosas en su sentido literal; biná es entenderlas bien, y daat es estar relacionado a una materia, totalmente apegado. Está escrito: “Y con el daat serán llenadas las cámaras” (Mishlei 24:4). Es decir, las cámaras del corazón están llenas de dicho conocimiento, y estamos totalmente comprometidos en ello; éste es el daat completo. Algo que la persona conoce, pero que no abarca todo su corazón y pensamientos, es un daat parcial. El daat completo sólo existe cuando todas las fibras del alma y el corazón de la persona están constantemente conectadas al conocimiento.
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Tenemos que saber que respecto al conocimiento de la existencia del Creador, también existe el criterio de jojmá, biná y daat. Jojmá y biná es cuando se sabe que existe un Creador, y le es claro que no hay posibilidad de que no lo haya; pero el daat existe cuando este conocimiento está arraigado en su mente y corazón. No es suficiente la jojmá y biná para que el conocimiento de algo se aferre en el alma, para ello necesitamos daat. El alma tiene la fuerza de conocer en detalle las cosas, y esto ocurre cuando la persona está relacionada con algo y se apega a ello, en gran manera; está comprometido con ello.
Nuestros rabinos escribieron sobre este importante y poderoso principio. Que el alma de la persona que percibe a su Creador sólo con jojmá y biná, pero no piensa en Él constantemente, necesariamente en el interior de su alma carecerá en gran medida del conocimiento del Creador. Aunque puede conocerlo intelectualmente, su corazón y sentimientos no lo conocen debidamente. La regla es que quien quiere conocer verdaderamente al Creador, saber ciertamente que el mundo tiene un Creador, sus pensamientos deben estar fijos y apegados a Él, y sólo entonces podrá conocerlo en su alma.
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Tenemos entonces que quien busca la verdad, primero debe desarrollar una fe simple y clara, la fe simple de que el mundo tiene un Creador.
Al principio, debemos estar seguros intelectualmente que existe un Creador, es decir aclararse a sí mismo que cree que el mundo tiene un Creador como lo recibimos de nuestros padres y antepasados (pero no mediante análisis filosófico, prohibido por nuestros rabinos). Después de que la persona ha comprobado que cree terminantemente que existe un Creador del mundo, su avodá es vivir constantemente en todo momento con ese conocimiento.
Seguramente no podremos de un día para el otro comenzar a vivir con este conocimiento todo el tiempo. Antes debemos desear vivir recordando constantemente en nuestro corazón la existencia del Creador. En forma práctica, este objetivo se logra trabajando por etapas, como explicaremos más adelante. De este modo, con la ayuda de D-s, podremos vivir constantemente con el conocimiento del Creador en el corazón.
Antes de comenzar a trabajar en esto, la persona debe estar clara de que aquél cuyo corazón conoce constantemente al Creador es totalmente diferente a quien no vive de ese modo; no sólo es otro nivel, sino un tipo de vida completamente diferente. Está en otro mundo. Existe una vida con el Creador, y una vida (ilusión) sin Él, quien vive con el Creador parte de un mundo a otro totalmente distinto, lo cual no puede ser correctamente explicado por escrito. Pero cuando la persona merece alcanzar ese nivel, sentirá que es una creación totalmente nueva, similar a lo que dice el Rambam en Hiljot Teshuvá (7:6-7) “el arrepentido es otra persona completamente distinta”.
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Cuando vivimos constantemente pensando que existe un Creador: al levantarnos, al lavarnos las manos, al recitar birkat hamazon (bendición después de las comidas), antes de dormir, y durante todo el día – aun cuando no superemos ese nivel (que D-s nos permita elevarnos más), podemos cambiar toda nuestra vida, de un extremo a otro, permitiéndonos lograr una sinceridad interna, y un sentido más profundo de propósito, el cual a su vez producirá una estabilidad interna, que penetrará en toda nuestra constitución espiritual. ¡Ya no será la misma persona! Hasta los demás se darán cuenta que su alma ha sufrido cierta transformación interna.
La persona debe entender e internalizar la idea de que es fundamental para su vida tener a Hashem en su mente y corazón; esto está dirigido a todo judío, bien sea hombre o mujer, sin distinción alguna. De esta manera vivirá con el Creador, comerá con el Creador, se irá a dormir pensando en el Creador, es decir, toda su vida debe estar llena de pensamientos del Creador. Para lograr esto, no tenemos que ser genios, ni personas especialmente dotadas. Lo único que necesitamos es una pequeña medida de sinceridad en el corazón con la cual buscar la verdad y a Hashem, que es el propósito de la vida. Puesto que sabemos que el propósito de la vida es estar cerca y apegado al Creador, en lo primero que debemos enfocarnos es en la capacidad de recordar constantemente de que este mundo tiene un Creador.
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No existen palabras para expresar el valor del maravilloso tesoro que obtendremos si pensamos en el Creador. Todo el oro y la plata de este mundo no pueden pagar el valor de dicho conocimiento, que es un inigualable y maravilloso tesoro, mediante el cual podemos alcanzar la perfección, la cercanía a Hashem, y dvekut a Él. (Este pensamiento nos permitirá cumplir la Torá y las mitzvot debidamente). Si la persona conociera la grandeza de este tesoro, que es vivir con el pensamiento simple de que el mundo tiene un Creador, y pensar mucho en ello, lo perseguiría a toda costa. Renunciaría a los adornos y vanidades de este mundo, y se apegaría constantemente a esa idea (salvo cuando estudia Torá).
Pero la voluntad de Hashem es que antes de que la persona trabaje y adquiera dicho nivel, no pueda sentir cuan maravilloso es, y lo contenta que estará cuando lo adquiera su alma. La voluntad de Hashem es que la persona trabaje con fe, y sólo después sienta lo que dice el versículo: “Prueba y verás cuan bueno es Hashem” (Tehilim 34:9).
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Dice el Gaón de Vilna que cuando la persona se va al otro mundo y se da cuenta de lo que pudo haber logrado en éste, y no lo hizo, el alma sufre horriblemente. La diferencia entre el que llega al Gan Eden con el nivel de daat antes descrito y el que no lo ha logrado, es como la diferencia entre el cielo y la tierra. Estará en un lugar completamente diferente en el Gan Eden. Quien posee y vive constantemente con ese profundo conocimiento, merecerá un lugar más elevado en el Gan Eden, puesto que estará más cerca de Hashem. Ya que la esencia interna del Gan Eden es la cercanía a Hashem. Por lo tanto, mientras más piense la persona en Hashem y Lo ame en lo más profundo de su corazón, más cerca estará de Él en el Gan Eden. Estos conceptos son claros, conocidos y obvios para los versados en la pnimiut (aspectos más profundos) de la vida. Sin embargo, el yetzer hará incita a la persona a vivir superficialmente en su pensar y en su actuar, de manera que no entienda la grandeza y profundidad de la idea de vivir constantemente con Hashem. Mientras más penetre el conocimiento de que existe un Creador en lo más profundo del alma, nivel tras nivel, llenando totalmente su corazón, mayor será su cercanía a Hashem en este mundo, en el Gan Eden, y en el Mundo Venidero. Merecerá estar cada vez más cerca de Hashem por toda la eternidad. Lo contrario también es cierto, jas veshalom. Si en lo profundo de nuestro corazón estamos desconectados de Hashem, realizando sus actos por fuerza de la costumbre sin ninguna conexión con Él, entonces, aunque ciertamente recibiremos recompensa por ellos, perderemos la esencia principal de la recompensa, que es “deleitarse en Hashem”. Debemos entender que la única finalidad de la vida es estar conectado y apegado a Hashem en los lugares más recónditos del corazón, mediante el estudio de la Torá y el cumplimiento de las 613 mitzvot.
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A pesar de que este asunto parece simple (el constante conocimiento de que existe un Creador) y a pesar de que no hay cosa más clara, en igual medida la gente está alejada de ello. La persona puede estudiar Torá la mayor parte del día, realizar muchos actos de bondad, y observar las mitzvot “fáciles” tan cuidadosamente como las “difíciles”, y aún así, casi nunca pensar en Hashem, ni darse cuenta para Quien trabaja. El Jazón Ish escribe al final de una carta personal de instrucción, que “lo más importante es saber para Quien trabajamos”. La persona puede trabajar, utilizando un método específico y una guía ordenada, pero no obstante, ignorar el punto principal: Recordar para Quien trabaja.
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Podríamos preguntarnos: “¿Acaso no recuerdo yo para Quién trabajo? ¡Por supuesto que sí! Estoy claro que trabajo para Hashem” Para comprender la equivocación de este razonamiento, daremos un ejemplo: La persona está sentada en frente de una mesa, y sobre ella hay algunos alimentos: carne, papas, arroz, y más. El ve la comida, pero cuando desea comerla, no se le permite. Cuando en otra oportunidad vuelve a tratar, le preguntan: “¿Qué te falta?” ¿Para qué necesitas comer? Sabes que hay comida, y la estás viendo, ¿entonces que te falta?” La respuesta obvia es que el conocimiento de que la comida existe y verla no satisfacen su hambre. La persona no puede estar satisfecha sólo con saber que está allí, sin haberla ingerido. Sólo nos sentimos satisfechos cuando el alimento ha entrado al organismo.
En cierto modo, este ejemplo explica el punto en cuestión. “Lo más importante es saber para Quien trabajamos”. Existe un tipo de conocimiento análogo a la comida que conocemos, pero no podemos ingerir. Hay otro tipo de conocimiento que entra en la persona, como el alimento que ingresa al organismo y entonces está adentro. Cuando el conocimiento de “para Quien trabajamos” es una idea corriente, pero no reflexionamos constantemente en ella, entonces este conocimiento permanecerá externo. No vivimos con ello, ni lo “saboreamos”. Es como que sabemos que existe la comida, pero no la comemos. Cualquier información que practicamos sin reflexionar es sólo intelectual, “no conocimiento del corazón”. En este sentido el conocimiento intelectual es totalmente deficiente. Nuestra principal avodá es asegurarnos que la instrucción: “para Quien trabajamos”, se convierta en un conocimiento interno que defina nuestra vida; y para convertirse en un conocimiento interno, primero debe acompañarnos en nuestro pensamiento cada hora del día. Recuerde el simple hecho de que existe un Creador y entonces, si esta idea está siempre fija y pegada en su mente, su corazón absorberá el mensaje gradualmente. Por lo tanto no será “La existencia de Hashem” tan sólo un conocimiento intelectual, sino un “conocimiento del corazón”. Una vez convertido en “conocimiento del corazón”, vivimos con él, y éste nos sustentará.
El profeta dice: “El justo vivirá por su fe”. (Javacuc 2:4) Explica que él recibe vitalidad de su misma fe en que existe un Creador. Cuando el conocimiento es sólo intelectual, proporciona poca vitalidad, pero cuando se encuentra en el corazón, la persona obtiene vitalidad del conocimiento simple de que existe un Creador.
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Dice el versículo: “Prueba y verás cuan bueno es Hashem” (Tehilim 34:9). Debemos probar y ver las bondades en Hashem. ¿Cómo se hace esto? ¿Es esto comida que se saborea y pasa por la garganta? Evidentemente, si la información es intelectual no puede ser saboreada, pero cuando se trata del conocimiento del corazón, este último lo palpa, lo siente, y saborea su dulzura. Entonces, se cumple el “y verás”, es decir, la forma de ver la fe antes de ser “probada” es totalmente distinta a la de después de ser “probada”. Toda la esencia de la fe es percibida por el hombre de manera totalmente diferente. Cuando la fe pasa del simple conocimiento intelectual al palpable “conocimiento del corazón”, se convierte en un tipo de fe totalmente distinto.
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“Prueba y verás cuan bueno es Hashem”. ¿Cómo lo probamos? ¿Colocándolo en un tenedor y metiéndolo en la boca? Lo probamos, pero con herramientas distintas. Lo saboreamos con el alma y el corazón. Mientras más piense la persona en el Creador, más cerca está de comprender lo que dice el versículo: “Prueba y verás cuan bueno es Hashem”. Pero cuando llegue a pensarlo con mucha frecuencia, podrá literalmente saborear ese “buen sabor” siempre, y “deleitarse en Hashem”, también en este mundo. Sin embargo, cuando la persona tan solo conoce el concepto, sin esforzarse en pensar mucho en ello, es sólo un conocimiento intelectual, incapaz de proporcionar sabor, ni deleite. En este caso, desperdicia con sus propias manos la oportunidad de experimentar: “Prueba y verás cuan bueno es Hashem”.
Como sabemos, Hashem creó el mundo con el propósito de otorgar bondad a Sus criaturas. ¿Qué es esa bondad predestinada? “Prueba y verás cuan bueno es Hashem”. Y como dice la obra Mesilat Yesharim: “Todo lo demás que la gente considera bueno es vano, vacío e ilusorio”. Lo único bueno en el mundo es acercase al Creador, sentirlo en lo más profundo del corazón, y saborear la dulzura de su cercanía. Por eso la Torá es llamada “buena”, como dice: “una buena adquisición” (Mishlei 4:2), y mediante ésta, podemos saborear a Hashem (por así decirlo).
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Debemos saber que este punto, pensar sobre el Creador, es la base y la clave para entrar a la vida interior, la verdadera vida del alma. Sin este pensamiento la vida es superficial. Debemos entender que pensar en Hashem es la clave para lograr todo en el mundo. Debemos estudiar Torá y observar las mitzvot, pero siempre “lo más importante es saber para Quien trabajamos”. De este modo, tanto la Torá como las mitzvot serán como deben ser. Si recordamos constantemente para Quien trabajamos, todos nuestros actos serán correctos. Con esta clave podemos abrir todas las puertas cerradas que obstaculizan el camino para acercarnos a Hashem. Mientras más profundice la persona, mayor será su sensación de “prueba y verás cuan bueno es Hashem”. Experimentará lo que dice el versículo: “Y entonces te deleitarás en Hashem” (Yeshayahu 58:14), también en este mundo.
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Ahora, tratemos de aplicar el asunto a nuestra vida diaria. Mostraremos como vivir con Hashem en forma simple. Hasta tanto la persona no tenga la absoluta claridad que todo el sentido de su vida es sólo para buscar a Hashem, encontrarlo, y acercarse a Él, este camino no le será atractivo, ni podrá apreciar su profundo valor. Solamente cuando la persona, piensa entiende y siente en su corazón que la vida únicamente es para buscar a Hashem, encontrarlo, y acercarse a Él, entonces aceptará correctamente el ir por este camino, se relacionará debidamente con él, y entenderá que toda su vida depende del mismo.
Todos los caminos están lleno de dificultades, y generalmente no existen atajos, de manera que debemos avanzar lentamente, y en el debido orden. Sólo cuando la persona siente y entiende profundamente que la vida es únicamente para buscar a Hashem, no se dará por vencido, aunque en su camino hayan obstáculos y reveses. Finalmente, entenderá que no existe alternativa. Debemos perseverar y buscar a Hashem a toda costa, porque no existe más nada en la vida, y ésta es únicamente para buscar a Hashem, para acercarnos a Él. Si ha sufrido un revés, no pensará en rendirse y buscar en otra parte, porque está absolutamente claro que la vida es así. Por lo tanto, nunca se dará por vencido en sus caídas, si no que en él se cumple el versículo: “Siete veces se cae el justo y vuelve a levantarse”. (Mishlei 24:17)
Siendo que el camino de la avodá que será descrito más adelante no es un camino corto, sino que toma mucho tiempo, la persona que posee la debida perspectiva de las cosas, antes se preparará para una inversión de años, entendiendo que todos esos años son únicamente para dicho propósito. Sin embargo, si la persona toma este punto como algo secundario, entonces sólo podrá llevarlo a cabo durante poco tiempo. Si éste se alarga, sentirá que no desea invertir tanto tiempo en un asunto secundario, renunciará, e invertirá sus energías en otra cosa que piensa que es más importante en su vida. Por lo tanto, como explicamos anteriormente, el fundamento esencial para cualquiera que quiera emprender el camino que describiremos más adelante, es el claro conocimiento de que ésta es la senda de la vida y es por eso que vive aquí, y aunque le tome muchos años, no lo verá como una pérdida de tiempo, sino que reconocerá que todo el tiempo que le fue asignado, es para realizar esta avodá – acercarse a Hashem mediante la Torá y las mitzvot.
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Ahora nos extenderemos y esclareceremos el tema de manera práctica. La persona se levanta por la mañana, le toma uno o dos minutos aclarar la mente. ¿Cuál debe ser su primer pensamiento al despertar? ¿Qué tiene que correr a rezar? ¿Qué todavía no terminó algo que comenzó el día anterior? ¿Qué tiene algo importante que hacer hoy? Nuestra mente no debe considerar esos pensamientos y similares como los más importantes. Algunos son insubstanciales, mientras que otros son buenos y correctos, pero no constituyen el pensamiento más importante. ¿Cuál es el primer pensamiento que debe ocupar nuestra mente al despertar?
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Nuestro primer pensamiento al despertarnos debe ser que existe un Creador. Debemos comenzar el día con el pensamiento más básico y fundamental, que es la existencia de un Creador. Si este fundamento no está firmemente enraizado en nuestra alma, de manera que viva con nosotros y lo sintamos siempre, carecemos del fundamento básico para toda la avodá del hombre. Esta es la base, y sobre ella, debemos construir toda la estructura del nuestra alma. Con la ayuda de Hashem, más adelante lo explicaremos detalladamente.
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Después que la persona recuerda bien que existe un Creador, deberá reflexionar con simpleza: “¿Quién me despertó de mi sueño? ¿Quién me da la fuerza para levantarme de la cama? ¡Tú, Hashem!”. Luego, deberá decirle con simpleza: “Tú me levantaste de la cama, y te Lo agradezco. ¿Para qué me despertaste? Para servirte debidamente. Por lo tanto, deseo dedicar el día de hoy totalmente a Tu servicio”. Cuando la persona va a la sinagoga, ¿qué debe estar pensando? ¿Ante Quién me pararé a rezar? ¡Ante el Creador! Le hablaré, Lo alabaré, Le rogaré, y otros pensamientos por el estilo. Todo esto está construido sobre el fundamento definido, de que existe un Creador.
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Este es el fundamento y la raíz de toda la avodá de la persona: sentar el fundamento en el alma para que ésta sienta literalmente en todo momento la existencia de un Creador. No debe ser sólo un conocimiento mental, sino más bien, su vida debe estar absorbida por ello, y todo su ser debe experimentar el hecho básico y simple, de que existe un Creador. Durante todo el día, la persona debe ir con este simple pensamiento, “Existe un Creador”. Esta es la idea más simple, sin tener que hacer un análisis profundo (quienes requieren un estudio más profundo, deben asignar un tiempo fijo para ello. Pero durante el día, la mayor parte de la avodá debe ser este simple pensamiento, el cual se reafirmará y aclarará a medida que el individuo profundice en el tema durante el tiempo asignado). Debemos vivir con el pensamiento simple en la mente, y con él, lentamente hacer vivir este punto simple en el corazón. Este es el conocimiento más simple y claro, exento de complejidad – el conocimiento de la existencia de un Creador. Cualquiera que desee construir un mundo interior sólido, debe comenzar con esta avodá.
Durante todo el día debemos recordar este simple pensamiento. Al principio, la persona debe preparase recordatorios externos, una vez cada hora aproximadamente. Después de que el alma se haya acostumbrado a eso, debe aumentar a cada quince minutos (por ejemplo). Lentamente, paso por paso, debe recordarlo con mayor frecuencia, hasta que recuerde cada pocos minutos que existe un Creador. Eso no debe hacerse rápido, sino efectivamente. Después de que la persona siente haber logrado ese nivel, y lo recuerda casi automáticamente, solo entonces debe continuar disminuyendo el tiempo aún más. Llegará el día en que Hashem le otorgue el privilegio de recordar constantemente que existe un Creador.
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La esencia de la avodá que aplicamos es, que mediante el pensamiento tranquilo y simple, pero en forma muy frecuente, una y otra vez, eliminaremos la “orla” (barrera espiritual la cual genera insensibilidad hacia la santidad) del corazón, y permitirá que el corazón perciba las cosas debidamente.
En el ejemplo de Rabí Akiva encontramos un concepto similar con el agua que penetró la roca. Piense al respecto. El agua que caía eran simples gotas, la primera era igual a la segunda, y a la tercera, y así consecutivamente. En este ejemplo podemos apreciar que, a pesar de su simpleza, una simple gota cayendo constantemente es capaz de romper una piedra. Igualmente sucede con el corazón de la persona, conocido como “corazón de piedra”. Si la persona quiere romper su corazón de piedra, debe repetir el mismo simple pensamiento y las simples palabras, una y otra vez, muchas veces, hasta lograr eliminar la piedra de su corazón, mereciendo entonces disfrutar con uno de carne, un corazón que siente y conoce a su Creador.
Cuando la persona toma este simple punto y recuerda en su mente que existe un Creador, repitiendo las palabras una y otra vez, será capaz de romper la “barrera del corazón” – la calcificación del corazón, y lo hará puro y santo, permitiéndole conocer verdaderamente al Creador.
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A fin de que la persona observe estas palabras de manera ordenada, antes debe tener en su mente y corazón el conocimiento simple y verdadero.
Al comienzo de su obra Mesilat Yesharim, el Ramjal escribe: “Mientras más profundice en el asunto, verá que la única verdadera perfección es dvekut a Hashem. El rey David dijo: ‘Y para mí, la cercanía a Hashem me es buena’ (Tehilim 73:28). También dice: ‘Una cosa pedí de Hashem y ella siempre la buscaré: concédeme habitar en la casa del Eterno todos los días de mi vida; para contemplar la hermosura de Hashem, y visitar en Su santuario’. (ibid. 27:4) Sólo esto es bueno, y cualquier otra cosa considerada buena por la gente es vana, vacía e ilusoria”.
Debemos entender el fundamento más sencillo de la vida. ¡Todo lo que tenemos durante toda nuestra vida, tanto en este mundo como en el venidero, y por toda la eternidad, es a Hashem! Debemos conocerlo, acercarnos y apegarnos a Él, “y cualquier otra cosa considerada buena por la gente es vana, vacía e ilusoria” Todo, absolutamente todo, es solamente vanidad, salvo el conocer al Creador, la cercanía y la dvekut a Él, no existe nada en ningún lugar, ni en ningún tiempo más que Él. Cuando la persona entienda esto y lo analice debidamente, comprenderá un punto básico y simple: Todas sus ocupaciones diarias siempre deben girar en torno a Hashem. Debe vivir de manera que Hashem sea el centro de todo en cualquier situación, lugar y tiempo. Debe buscar a Hashem en toda situación, lugar y tiempo. Cuando entendemos que las 613 mitzvot son únicamente consejos (como dice el Zohar) para lograr el conocer al Creador, la cercanía y la dvekut a Él; y que la Torá, raíz de todas las mitzvot, nos fue entregada para unirnos al Creador, comprenderá que tanto en cuestiones seculares como sagradas – las 613 mitzvot – buscan acercarnos a Hashem. Es decir, debemos recordar que tanto en asuntos cotidianos como espirituales, debemos buscar la manera de acercarnos y conectarnos a Hashem.
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Cuando pensemos así, estaremos muy cerca de andar por el camino antes descrito. Por cuanto que todo nuestro modo de vida es conectar a la persona a Hashem, en todo lugar y situación. Cuando la persona carece de este conocimiento básico, le resultará muy difícil avanzar, pero cuando conocemos la verdad, que toda la vida se trata de buscar y acercarse a Hashem, estará en capacidad de emprender el camino indicado en este libro.
3- Fe en que todo fue creado por Hashem
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Hasta aquí hemos descrito como lograr la primera etapa, simplemente recordar en la mente y el corazón que existe un Creador. Ahora, trataremos de explicar la siguiente etapa, pero ésta solo puede realizarse si la primera etapa ha sido sólidamente adquirida. Es decir, que nuestro conocimiento de la existencia de un Creador no es sólo un conocimiento intelectual guardado en la mente que a veces sube a la superficie de nuestra consciencia, sino por el contrario, es un conocimiento vivo que reside en el alma. De la misma forma que la persona generalmente está consciente de la hora, sin equivocarse por cinco horas en ninguna dirección (de más o de menos), así también debe vivir en el hombre el conocimiento del Creador, abarcando toda su vida. Quien aún no ha logrado este nivel, no sería conveniente pasar a la siguiente etapa. El camino de la avodá debe estar bien cimentado, y solo puede continuar cuando la etapa anterior haya sido totalmente comprendida y adquirida en su alma.
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Después que “recordar al Creador” forme parte de nuestro ser, podemos pasar a la siguiente etapa.
La siguiente etapa es el conocimiento de “el Creador y lo Creado” – la aceptación en el alma de que, tanto el hombre como todo el mundo son creaciones de Hashem. Hasta este punto, hemos explicado el conocimiento de la existencia de un Creador, ahora continuaremos aclarando que todas las creaciones son obra de Hashem. Sin duda, esto es obvio para cualquier creyente, pero nuestra avodá no es sólo saberlo, sino que el principal trabajo es, sentirlo de verdad en su interior – que tanto el alma misma como todo su ser y toda existencia son creaciones de Hashem.
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El Faraón dijo: “El Nilo es mío, y yo me hice a mi mismo” (Ezequiel 29:3). En otras palabras, aunque obviamente él creía en la existencia de Hashem, como dijo: “¿Quién es Hashem para que yo escuche su voz?” (Shemot 5:2), pensaba que él mismo se había creado y no Hashem. Este es un ejemplo de alguien que absurdamente pensó haberse creado a sí mismo, de quien podríamos pensar que fue un tonto que existió una vez, que irracionalmente pensaba que Hashem no lo había creado, jas veshalom, sino él mismo. Podríamos pensar que eso no nos incumbe, ya que el Faraón se fue con su equivocación, entonces ¿por qué debemos ocuparnos de este antiguo error?
Sin embargo, esta no es la verdad. De nuestros maestros recibimos por tradición que la Torá, con todos sus detalles y hasta el más pequeño, nos concierne a todos. Cada uno de nosotros posee en su interior, algún aspecto de Abraham, Itzjak, Yaacov, Moshé, y demás personajes importantes. Similarmente, todos poseemos los aspectos opuestos, como los de Lavan, Faraón, Bilam, y otros.
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Debemos entender que esto no son simples insinuaciones y en cambio saber que podemos aprender consejos y lecciones de nuestros grandes líderes, y de los malvados de antaño. El concepto es entender que Abraham es la fuerza de pureza existente en cada alma, al igual que todos los santos Avot (Patriarcas) y los otros siete “pastores” de nuestro pueblo (Iosef, Moshé, Aharón y David). Por el contrario, los malvados representan la fuerza de impureza presente en cada alma, como escribe el Rambam (en una carta a su hijo): En realidad, Faraón es el “yetzer hará”, lo cual viene a decirnos que cada alma posee una fuerza mala que se llama Faraón, y todos los actos que nos relata la Torá y los Midrashim sobre él, existen en el alma. Hay un Faraón en el mundo y hay un Faraón en el alma. El Faraón del mundo existió una vez, pero ya no está, y actualmente no nos ocupamos mucho de él, pero el Faraón del alma existe actualmente en toda alma judía, y estamos muy involucrados con él. Debemos reconocerlo bien y saber cómo luchar contra sus falsas opiniones y pensamientos.
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Ahora podemos entender bien que cada uno de nosotros tiene en el fondo de su alma una fuerza que le dice: “El Nilo es mío, y yo me hice a mí mismo”. Debemos saber como eliminar esa fuerza de nosotros, y entender que vivir con el sentimiento de que nosotros y todo el mundo somos seres creados no es nada simple de lograr, puesto que toda persona tiene una fuerza interior llamada Faraón, que le impide sentirlo. Si omitimos la etapa de eliminar ese pensamiento, el alma conservará la fuerza que contradice la fe simple. Por lo tanto, debemos trabajar duro para inculcarnos el simple hecho de que fuimos creados por Hashem y sentirlo constantemente.
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Debemos meditar y entender que la persona es un microcosmo, y todo lo que existe en el mundo existe en el hombre. Cualquier fuerza del mal que vemos en la creación debe estar presente en toda alma humana; sin embargo, no todas las fuerzas son iguales. Algunas son bastante evidentes, mientras que otras están más ocultas, pero cada fuerza existente en el mundo está presente en el alma humana.
HaRav Yerujam de Mir zt”l dijo una vez que en el alma de la persona hay todo un zoológico, con un león, toro, serpiente, y así consecutivamente. Ahora no nos ocuparemos de todas las fuerzas del alma, sino sólo de las antes mencionadas – la fuerza que existe en toda alma humana que cree que se creó a sí misma. Esto no es tan extraño. Vemos en generaciones recientes, y aún en nuestros tiempos, que hay gente que cree que fue creada de manera natural. No existe mucha diferencia entre esa opinión y la de quien piensa que se creó a sí mismo, ambas son absolutamente absurdas. Sin embargo, ambas se encuentran en el alma, y cada una siente que se creó a sí misma y que vino a este mundo mediante un proceso natural.
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Aunque cada alma posee todas esas fuerzas, no son necesariamente evidentes en toda persona creyente, por lo cual, la persona llega a pensar que no es necesario trabajar en esos puntos, omitiendo esa avodá y comienza su avodá desde un punto más elevado. Este pensamiento y forma de avodá contiene un error fundamental. Aunque los pensamientos negativos no están descubiertos en el alma de cada creyente, muy en el fondo, existen con toda certeza. Si descuidamos esas fuerzas, omitiéndolas de nuestro trabajo, quedará con un vacío y un peldaño faltante en la escalera. Cada vacío y peldaño faltante produce imperfección y falta de estabilidad en nuestra avodá, por lo cual, lo más sano es trabajar cada etapa, hasta las que parecen más simples e innecesarias, porque de hecho, no existe ninguna etapa que no tengamos que trabajar.
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¿Cuál es la raíz de nuestras faltas, como la verdadera fe en la Providencia Divina? No sólo se trata de un problema de fe en ella, sino un problema más básico. Procede de una falta de verdadera y palpable fe en la existencia del Creador y el conocimiento de que el hombre fue creado por Él. Ciertamente, la persona sabe eso en su mente, pero como en el fondo del alma posee una fuerza que piensa lo contrario, la fe no es suficientemente clara. Puesto que falta la fe simple fundamental en la existencia del Creador, debe existir una falta en los derivados de esa fe. Por lo tanto la persona debe inculcarse la simple fe de que existe un Creador, y el hecho de que el hombre fue creado por Hashem.
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No importa que edad tengamos. Si hemos trabajado los puntos simples, podemos avanzar, pero de lo contrario, debemos regresar al comienzo y sentar la base sobre fundamentos sólidos y verdaderos. Todo aquel que así trabaje, una vez que ha fijado la fe simple en su corazón de manera viva, palpable y clara, sentirá inmediatamente que muchas de sus dificultades anteriores han desaparecido, o al menos se han reducido. Mientras la luz de la fe simple no brille debidamente en el alma, ésta se encuentra sumida en una profunda oscuridad. No existe luz más clara y brillante que la de la fe simple. Cuando la persona carece de dicha luz en su alma, le falta la luz pura principal, y el alma se siente triste y confundida. Esto es cierto, aun cuando el alma no este consciente del problema y no entienda la causa de su oscuridad. Un alma sin fe clara y pura carece de la luz fundamental, la luz necesaria para formar las otras luces de la Torá y las mitzvot.
Trataremos de esclarecer el asunto para ayudar a cualquiera que busque la fe simple y pura en Hashem. De este modo, logrará la felicidad verdadera y un fundamento sólido para toda la estructura de la verdadera avodá.
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“Al comienzo, Hashem creó el cielo y la tierra” (Bereshit 1:1). Cuando el Jafetz Jaim zt”l sentía alguna debilidad en su propia rujaniyut (nivel espiritual), volvía a estudiar los capítulos de los días de la creación, estudiando su orden y detalles de manera muy simple. Podríamos preguntarnos: ¿No sabía el Jafetz Jaim quién creó el mundo? ¿Tenía alguna duda al respecto, jas veshalom? ¡Por supuesto que no! La explicación es que aun cuando la persona siente cierta debilidad y descuido en su estudio de Torá u otro asunto, no necesariamente significa que dicha debilidad emana de esa área en particular. Por el contrario, la raíz del problema es en el fundamento esencial de todo, o sea, la fe. Eso no significa que la debilidad del individuo radique en el aspecto intelectual de su fe, y que jas veshalom, tenga alguna duda. El punto es que la claridad de “la luz de la fe” en el corazón se debilitó un poco, dejando de residir en el corazón de manera palpable. Cuando la fuente primaria, que es la fe, está débil, entonces también se debilita el estudio de Torá y otros detalles de nuestra avodá en este mundo.
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Pensemos y reflexionemos: El Jafetz Jaim, que era una de las grandes personalidades de su generación, personalmente acostumbró despertar en su alma los fundamentos básicos más simples y no mediante ideas profundas y analíticas, sino con los puntos más simples de la fe. Todo esto fue logrado a través de el simple repaso de los capítulos que tratan sobre las obras de la creación, observándolos con gran simpleza. Mis queridos, sepan que este es un secreto muy grande. El alma, en el fondo, es muy simple y suave. Por lo tanto, cuando la persona desea despertar la parte interna de su alma, en toda su verdadera pureza, debe desarrollar los conceptos más simples y reforzar la raíz de la fe. Lo primero que debe reforzar es el conocimiento de la existencia de un Creador, como mencionamos antes, y después el principio del “Creador y Creado”, hasta que el concepto esté vivo y claramente presente en el alma de manera palpable, y ésta literalmente lo perciba y sienta siempre.
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No debemos reducir nuestro estudio a contemplar las costumbres y adoptar la manera del Jafetz Jaim zt”l, el santo anciano, sino que debemos esforzarnos en fijar en nosotros la raíz esencial, o sea, la fe simple y pura. Generalmente, cuando encontramos problemas en nuestra alma, solamente vemos los aspectos externos, que son las ramificaciones, pero su verdadera raíz está muy en el fondo del alma. Nos referimos a la raíz del alma judía, que traemos de Abraham Avinu, cuyo único principio de avodá era la fe, como dice: “A los tres años de edad, Abraham conoció a su Creador” (Nedarim 32 a). Sin duda, Abraham logró su fe de manera diferente a como debemos hacerlo nosotros que poseemos la tradición de nuestros antepasados, y la Torá, que no fue el caso de Abraham Avinu, aunque tenemos en común la necesidad de establecer en nosotros la raíz esencial, que es la verdadera fe en el D-s Viviente.
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Por ejemplo, muchas personas tropiezan en lashón hará, ver cosas prohibidas, y similares, intentando trabajar en corregir esos problemas de muchas maneras. Debemos saber que la raíz de todos esos problemas es la falta de fe palpable, y la principal manera de corregir todos esos defectos no es solo mediante compromisos prácticos de cómo actuar en los distintos casos, sino antes que nada debemos esforzarnos en corregir nuestra fe, de manera clara y pura. Luego, el resto será mucho más fácil, y podremos trabajar bien todos los pecados que son ramificaciones y derivados. A medida que nuestra fe se va haciendo más viva y clara, encontraremos el valor para trabajar debidamente en la Torá y observar correctamente las mitzvot en todos sus detalles. Lo contrario también es cierto: mientras más desaparezca la fe de nuestra alma, jas veshalom, más difícil será trabajar con santidad en la sagrada Torá y observar los detalles de las leyes con un verdadero sentido de temor de Hashem. Que D-s nos permita verdaderamente lograr este nivel.
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Tratemos de mostrar como estudiar la historia de la creación en forma correcta, para así inculcar y despertar una fe simple y pura en el alma del hombre. Debemos comenzar con una introducción breve, pero muy básica. Primero, debemos repetir y recalcar que no buscamos innovar, sino sólo entender los pesukim con total simpleza.
Está escrito: “Y será cuando te pregunte tu hijo” (Shemot 13:14). De aquí, Jazal estudiaron la obligación de relatar a nuestros hijos la historia del éxodo en Pesaj. Cada persona tiene en su interior un padre y un hijo. El intelecto es el padre y el corazón, el hijo “El corazón comprende”. El intelecto es el padre, y éste debe enseñar a su hijo, el corazón. Este aprendizaje puede realizarse mediante el proceso de pensamiento, meditando los temas hasta que se fijen en el corazón, y también mediante el habla pronunciando palabras de fe hasta que se fijen en el corazón, como será ampliamente explicado. Debemos entender que ésta no es sólo una obligación para la noche de Pesaj, sino para todo el año. Debemos inculcar en nuestro hijo (el corazón) los fundamentos simples de la fe. “Aunque seamos sabios, perspicaces, conocedores de la Torá, tenemos la obligación de relatar el éxodo de Egipto”. Esto es porque jojmá, biná y daat son un tema, y la fe simple en el corazón es otro. Podríamos tener jojmá, biná, y daat, y aún así carecer de simpleza. Por lo tanto, en la noche de Pesaj cada persona debe relatarlo (lesaper – de la palabra sapir (zafiro) para iluminar su alma con los fundamentos básicos de la fe simple estudiada de los aspectos del exilio y la redención de Egipto.
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Estudiamos un gran principio de la manera como debe relatarse la historia del éxodo de Egipto la noche de Pesaj. La Guemará (Talmud) Pesajim en la página 116 nos dice que debe ser relatada a modo de preguntas y respuestas. Jazal nos revelaron un gran principio sobre el alma del hombre. La idea es que cuando la persona quiere arraigar un concepto muy fundamental, debe esclarecerlo mediante el método de preguntas y respuestas. Ahora, al hacer la pregunta, en su mente ya sabe bien la respuesta, entonces ¿qué sentido tiene preguntar? Sin embargo, Jazal nos revelaron aquí que así es como el corazón llega a entender. (En un sentido más profundo, la pregunta se dirige a la terquedad del corazón del hombre, mientras que la respuesta descubre la “chispa de verdad” en el corazón). Por lo tanto, cuando una persona desea hablarle a su corazón e inculcar un concepto de modo estructurado y sólido, debe hacerlo a manera de preguntas y respuestas. Este es un gran principio que arroja una preciosa luz sobre como trabajar nuestra alma.
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Ahora utilizaremos este principio para estudiar con el los capítulos de la creación. “Al principio, Hashem creó el cielo y la tierra”. “Al comienzo”, se refiere al comienzo de la creación. ¿Qué nos quiere decir? cuando dice, “creó”. ¡Nos dice que existe un Creador y un creado! De no ser por este pasuk, podríamos pensar que jas veshalom, el mundo se creó solo, pero la Torá nos aclara que existe una sola verdad: Dice “Creó, por lo cual Existe un Creador y un creado, y las cosas no se hicieron solas.
¿Quién es el Creador? “Elokim”. La Torá nos dice Quien creo el mundo. ¡Fue Hashem! La persona piensa y conversa con Hashem, diciéndole: ¡La Torá dice que Tú creaste el mundo! Solo Tú, creaste cada cosa”. Todo judío creyente sabe todo esto, pero debemos inculcarnos muy bien que solamente Hashem, y nadie más, creó el mundo. Quien no ha trabajado mucho en inculcar en su corazón la fe pura, definitivamente casi carece de fe.
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La persona debe conversar con Hashem así, y con palabras muy sencillas decirle: “De no ser por este pasuk, posiblemente podríamos pensar que no existe un Creador, jas veshalom. Pero el pasuk nos aclara que Tú creaste el mundo”. La persona debe repetir esto decenas y cientos de veces, y más aún, a fin de inculcar e iluminar en su corazón la fe simple.
“¿Qué creaste? El cielo y la tierra”. Le hablamos a Hashem con palabras sencillas, diciéndole: “¿Quién creó el cielo?” Levantamos la mano, señalando hacia el cielo, y preguntamos: “¿Quién creó estos cielos?” Entonces, nos respondemos, diciéndole a Hashem: “¡Tú creaste los cielos! Tú, y nadie más, jas veshalom”. Igualmente, señala la tierra, como lo hicieron los bnei Israel cuando señalaron: “Este es mi D-s y lo embelleceré” (Shemot 15:2) y digámosle a Hashem: “Tú creaste la tierra. ¿Acaso se creó sola la tierra? ¡Por supuesto que no! Por el contrario, Tú la creaste”. De este modo, continuamos con los pesukim. Por ejemplo, decimos: “y se hizo la luz”. Miramos la luz, y preguntamos: “¿Quién creó la luz?”, y respondemos como antes: “Tú, Hashem, creaste la luz”. De este modo, debemos recorrer cada detalle, a través de todas las obras de la creación, y reflexionar sobre cada una de las creaciones que veamos. Con respecto a cada una, debemos preguntar: ¿Quién creó esto?”, respondiéndonos (como comunicándose con Hashem, como describiremos más adelante): “Tú Hashem, creaste este objeto”. De este modo, debemos trabajar semanas, o meses, durante una hora diaria aproximadamente, cada persona según su capacidad, inculcándose la fe simple de que todo fue creado por Hashem.
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Existe una diferencia básica entre las demás creaciones, y la creación del hombre en sí. Cuando la persona se inculca el conocimiento de que los cielos, la tierra, los animales, los pájaros, etc. fueron creados por Hashem – estas son cosas externas al hombre. Después, la avodá de la persona es inculcarse que él mismo es una creación de Hashem, y sentirlo bien. Debemos pensar en nuestras manos, pies, y todos nuestros órganos – como dice el Zohar que la persona debe hacer que Hashem reine en todos sus miembros – y aclarar que cada miembro es una creación de Hashem, y sentirlo plenamente. Debe continuar inculcándolo en su corazón hasta sentirlo plenamente.
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La avodá de la persona en esta área específica, y en todas en general, está dividida en dos partes: (1) Debe fijar un horario diario para meditar sobre estos temas; (2) durante el día, como cada media hora aproximadamente debe recordar el punto de avodá que está tratando de adquirir. (Pero cuando estudia Torá, debe estar inmerso en ello y no distraerse) Debe hacerse recordatorios para recordar su actual área de avodá.
Con respecto al área de avodá ahora tratado, la persona debe recordar cada media hora aproximadamente que todo fue creado por Hashem. Debe colocar frente a él un objeto determinado y contemplarlo, y preguntarse mediante el método de preguntas y respuestas antes descrito: “¿Quién creó este objeto?” y responder: “Tú Hashem, lo creaste”. De este modo, el asunto se fijará en su corazón, tanto por el tiempo que le dedique todos los días, como por recordarlo todo el día en intervalos cortos.
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De este modo, avanzamos de una etapa a la siguiente en nuestra avodá. Sin embargo, debemos recordar de no avanzar muy rápido. No debemos pasar a otra etapa hasta que la actual no esté profundamente arraigada en nuestro corazón. Por el contrario, la persona debe seguir hasta inculcar completamente en su corazón la etapa en la que se encuentra.
Debemos trabajar en el área mencionada hasta que hayamos fijado debidamente en el fondo de nuestro corazón el claro conocimiento de que todo es una creación de Hashem. Será como si el objeto mismo exclamara a gritos: “¡Soy una creación de Hashem!” Que Hashem nos ayude a merecer que esta fe se arraigue en las fibras de nuestros corazones, afirmándonos en el camino verdadero, para así merecer estar cerca y apegados al Creador siempre.
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Resumimos lo dicho hasta ahora. El propósito de todo judío es estar cerca y apegado al Creador. Explicamos ampliamente el significado del apego (dvekut), es decir, la unión profunda del alma con el Creador. Toda nuestra vida debe girar en torno de Quien nos creó, Quien nos mantiene cada momento, ante Quien tendremos que rendir cuentas de todos nuestros actos, Quien otorga la recompensa. Quien es el eje de nuestras vidas y para Quien debemos trabajar dvekut. Él bendito. La esencia de nuestras palabras ha servido para colocar a la persona en un estado en el cual esté fuertemente unida al Creador y pueda vivir con Él cada momento y en cada situación. Tratamos de mostrar como puede la persona estar unida a Hashem en todo momento, lugar y situación emocional. Buscamos lograr conectar a la persona a Hashem en todos los aspectos: lugar, tiempo y alma, hasta que se conviertan en lo que dijo el Navi: “Y serán como uno” (Ezequiel 36:17).
El primer punto que mencionamos es que la persona debe recordar la existencia de Hashem. Después, dijimos que la persona debe recordar siempre que cada cosa fue creada por Hashem. No sólo creó en el pasado, sino continua creando en el presente, como dice (en las plegarias matutinas), “El hace la luz y crea la oscuridad”, en tiempo presente. Está escrito en los sefarim hakedoshim que Hashem renueva Sus creaciones constantemente. Entonces, el proceso del Creador y lo Creado, no es sólo asunto del pasado, sino un proceso constante. La avodá de toda persona es sentir que cada cosa es una creación de Hashem y sentirla en la relación del Creador y el Creado.
4- Fe en que Hashem dirige el mundo
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En esta tercera etapa nos ocuparemos de como Hashem dirige el mundo. Los sefarim hakedoshim dicen que hubo algunos equivocados que pensaban que aunque Hashem creó Su mundo, posteriormente entregó su dirección a las estrellas y constelaciones, y que Él, lo abandonó por completo sin quedar ningún tipo de relación entre ellos, jas veshalom. La avodá de la persona es aceptar en su mente y sentir en su corazón que Hashem no ha abandonado Su mundo ni por un solo instante, y que nunca lo hará. Todo creyente sabe bien esto, pero su avodá es asegurarse de que este conocimiento esté arraigado en cada fibra de su corazón, de manera de sentirlo en cada paso de su vida. Mediante este conocimiento, se fortalecerá su unión con el Creador.
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Ahora explicaremos, con la ayuda de D-s, sobre como Hashem dirige el mundo. Generalmente, los acontecimientos de la persona están divididos en dos grupos; algunas cosas son consideradas por el hombre menores y otras, mayores. Por ejemplo: comprar una casa, casarse, y otros por el estilo, los vemos como acontecimientos mayores. No cambiamos nuestra casa todos los días, y por supuesto tampoco cambiamos fácilmente de esposa, jas veshalom.
En estos casos, y similares, muchas personas creyentes sienten la Providencia Divina y que necesitan Su ayuda, recurriendo a diferentes tefilot (oraciones) compuestas por los grandes rabinos, buscan segulot (métodos sobrenaturales), y tratan de sumar méritos. Pero cuando de la vida diaria se trata, en los acontecimientos pequeños que ocurren diariamente, la naturaleza de la persona lo lleva olvidar la verdad, que así como el matrimonio depende de Hashem, también solo Él guía cada pequeño detalle de nuestras vidas, incluso el más pequeño e insignificante como por ejemplo, cuando la persona entra a una tienda a comprar una pequeña cinta grabada, verifica los distintos tipos, compara precios, calidades, y revisa una y otra vez, y por último compra, ¿piensa entonces que necesita la ayuda de Hashem, como lo recuerda al contraer matrimonio?, pero esta es su avodá – recordar quien dirige el mundo diariamente, aún en las cosas más pequeñas. Cuando recordamos esto diariamente, con todos sus detalles, viviremos una vida de fe, una verdadera vida unidos y apegados a Hashem.
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Profundicemos más en esta idea. Digamos que preguntamos una persona que está a punto de comprar una mesa, sillas, o algo similar: “¿Cree usted que realmente controla la decisión de qué tipo de mesa comprará, o cree claramente que la decisión no depende en absoluto de usted, sino que eso fue decretado por Hashem?”. Pareciera que la mayoría de las personas, conocen la verdad de que ellas realmente no tienen la capacidad de determinar que mesa comprarán. Sin embargo, esto sólo está en su mente. No sólo está lejos del corazón, sino que ni siquiera está en nuestro consciente, y la persona no lo piensa, ni lo medita como algo natural.
La avodá de la persona es entrenarse a pensar ante los actos pequeños, como la compra de una mesa, o sillas, y no correrá a la tienda sin pensar, sino que se detendrá y pensará un poco, meditando lo que está a punto de hacer. Considere si usted fuese quien decide lo que logrará en el acto que está a punto de realizar. Hable con Hashem sinceramente, después de pensarlo, y dígale: “Ribono Shel Olam (Amo del Universo), tengo pleno conocimiento que al comprar una mesa, no controlo en absoluto cual voy a comprar, sino que todo está decretado por Ti. (Sin embargo, mediante la plegaria la persona ciertamente puede realizar algunos cambios, como explicaremos ampliamente más adelante, con la ayuda de D-s).
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De este modo, la persona debe entrenarse gradualmente en cada detalle de su vida, cuando está por comprar o hacer algo, pensar y ver si el asunto realmente está, o no bajo su control, inculcando así en su interior los fundamentos de la fe simple y pura, especialmente que existe un D-s único, Amo del Universo, Quien es el único que determina todo. (La única excepción a esto es el temor al Cielo, como dijeron Jazal: “Todo está en manos del Cielo, salvo el temor al Cielo”. [Berajot 33b] Durante largo tiempo debemos acostumbrarnos a realizar cada acto con fe, conectando de este modo, todas nuestras acciones al Amo del Universo. Nuestra vida estará plena de fe, y todos nuestros actos estarán apegados al D-s Único, y mediante el hábito lograremos hacerlo con naturalidad, adquiriéndolo realmente en nuestra alma, con fe simple y pura, y se arraigará muy profundamente dentro de nosotros.
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Esta es la avodá de la persona, implantar profundamente en su interior que todo acontecimiento es determinado por Quien lo determina todo, el Único Amo del Universo. Tratemos de acercar al lector a este asunto, de tal manera que no sólo esté en su mente, sino también en lo más profundo de su corazón. En primer lugar, la avodá de la persona es anular el pensamiento, y luego el sentimiento de que él es dueño en este mundo, de que tiene cierto control sobre los sucesos del mundo. Su avodá es desarraigar profundamente este sentimiento, destruirlo, y anularlo, hasta que verdaderamente sienta que no tiene control sobre más nada que el temor al Cielo, como dijeron Jazal: Esta es la única área del libre albedrío, cualquier otra cosa es determinada por el Único Amo del Universo.
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Está escrito: “Sabrás hoy y confirmarás en tu corazón” (Devarim 4:39). Esta es la base y la raíz de todo el proceso de avodá. Al principio, la persona trabajará con el: “sabrás hoy”, de manera que el concepto se grabe en su mente y sea conocido por ésta. Una vez esté claramente establecido y adherido en su mente, pasa al proceso de “y confirmarás en tu corazón”, haciendo que se asienten en su corazón. Los sentimientos del corazón deben ser igualados con nuestro modo de pensar, de manera que reciban el “sabrás hoy” sin que el corazón lo obstruya, lo cual requiere pureza de corazón; estando puro y libre de la “orla” que lo cubría, evitando que la verdad entrara y lo guiará. Este es el proceso de avodá para cada nivel que la persona busca adquirir. Primero, está la etapa de “sabrás hoy”, y luego, “y confirmarás en tu corazón”.
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Existen dos maneras de efectuar la transición de la etapa de “sabrás hoy” a la de “y confirmarás en tu corazón”, es decir adherir los conocimientos de la mente al corazón. La primera es mediante mucha reflexión sobre el asunto que deseamos adquirir, el cual puede hacerse fijando un tiempo diario para pensar profundamente al respecto. (Más adelante explicaremos las palabras del Ramjal en su libro Derej Etz Jaim, que toda persona debe dedicar una hora aproximadamente a la meditación). También puede hacerse a intervalos cortos durante el día, como una vez cada quince minutos, sobre el tema que deseamos adquirir (excepto cuando estudiamos Torá, como explicamos anteriormente).
La segunda manera es repetir muchas veces las cosas en voz alta, pues la palabra tiene el poder para inspirar el corazón, como explicaremos más adelante con la ayuda de Hashem.
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Ahora nos concentraremos en el método de meditación durante el tiempo que la persona ha dedicado a pensar. Enseñaremos de qué forma debe pensar para adquirir fe en la Providencia de Hashem sobre todos los detalles de la vida.
La persona debería dedicarle como una hora, tranquilamente sentado en su casa, y libre de distracciones mundanas, y comenzar su meditación preguntándose: ¿Quién vive en esta casa? Yo y mi esposa, y tal y tal”. Luego, se preguntará: ¿Quién determinó que ella sería mi esposa? Fui yo, o fue el Ser Único – “Hashem” Debe hablar a modo de preguntas y respuestas (como explicamos anteriormente) y responderse: “Jazal, cuyas palabras son absolutamente ciertas, nos revelaron que cuarenta días antes de formarse el feto, una voz Celestial proclama: “La hija de este hombre se casará con tal hombre’ (Sotá 2 a). Por lo tanto, El mismo Hashem lo determinó sólo Él. Siendo que este matrimonio fue determinado por Él, debo estar claro que todo resultado del mismo viene de Él; no existe tal cosa como que Hashem realice un acto y no esté detrás de todos sus resultados. Desde el principio, todo Le fue revelado, y esta fue Su voluntad, y cualquier resultado de este matrimonio son realmente Su voluntad.
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La persona debe seguir reflexionando: “¿Quién determinó que yo viviría en esta casa? Fui yo, porque busqué en muchos lugares y me gustó ésta, o lo determinó Hashem, como dijeron Jazal: “Una voz Celestial proclama: “¿Esta casa será de tal persona?” (Sotá 2 a). Debe considerar el hecho que intelectualmente ya conoce claramente que las palabras de Jazal son ciertas, pero no piensa mucho en ello. Simplemente están almacenadas en algún lugar de su memoria, y además, puesto que no piensa sobre esta verdad con frecuencia, su corazón no lo siente. Por el contrario, el corazón está más cerca de el sentimiento, “que lo determinó por sí mismo”, y al darse cuenta de esto, la persona logrará una sensación más clara de su condición: intelectualmente, él sabe Quien determinó cual sería su esposa y lugar de residencia, pero tiene dos problemas: (1) No piensa mucho al respecto; y (2) su corazón no lo siente. Después de darse cuenta de esto, se comprometerá a pensar más en ello y a trabajar en otros casos similares.
Al principio, debe rectificar el primer problema, por lo menos teniendo esta creencia viva y activa dentro de él mediante un pensamiento claro, puro y tranquilo, y luego, lentamente, el concepto se arraigará en el alma, y su corazón lo sentirá debidamente.
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Además de esta meditación, debe pronunciar verbalmente todos sus pensamientos, y repetir las palabras de fe, afirmando que sólo Hashem determina cada detalle. Debe repasar cada punto, uno después de otro, con mucha paciencia, porque esto tendrá un mayor efecto en el alma. (Hay dos maneras de hacerlo: Puede hablar sobre Hashem, diciendo que Él determina cada detalle, como éste y aquél, todos dichos en tercera persona. La otra manera es hablar con Hashem y decirle: “Tú, Hashem, determinaste mi esposa y mi casa”, hablando en segunda persona. Esta manera es muy elevada, pues el objetivo de la vida de la persona es sentir que se encuentra ante la presencia de Hashem, pero si se le dificulta comenzar con esto, puede hablar en tercera persona).
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De este modo, la persona debe conversar los hechos de manera muy detallada, meditando sobre todo el conocimiento que ha acumulado, así como también pronunciar las observaciones que podrían, jas veshalom, oponerse a la fe simple: “Parece que yo decidí mi pareja conyugal y mi casa”. Entonces, debe deshacerlos uno por uno, diciéndole a Hashem: “Aunque en mi corazón, parece que yo controlo, sé que eso no es cierto. Tú eres el Único Que decidiste que esa persona sería mi pareja conyugal y que yo viviría aquí”. La persona debe trabajar sus reflexiones, revisando un detalle tras otro, como por ejemplo reflexionar sobre la silla sobre la cual se sienta y la mesa que está al lado, y recordar paso a paso en su mente, el momento cuando fue a elegir determinado estilo y color de mesa y sillas. “De tal modo, superficialmente, pareciera que yo decidí qué mesa y sillas comprar”, luego debe continuar, reflexionar, y luego decir en voz alta: “Esto no es cierto. Sólo, Tú, Hashem, decidiste exactamente qué mesa y sillas compraría. Sin duda alguna, aunque yo haya elegido el color y el modelo, el fabricante produce muchas sillas como esa, entonces, ¿por qué me tocó a mí específicamente esa silla, o mesa? Esto sólo viene de Ti, Hashem, y Tú determinaste con precisión que objeto me tocaría”. Igual debe pensar sobre el gabinete cercano, su camisa, sus zapatos, y así por el estilo, detalle tras detalle. Con cada detalle, debe repasar mental y verbalmente que solo Hashem decide precisamente que objeto le tocará, por ello debe mirar a su alrededor todos los objetos y acontecimientos experimentados, considerando cada detalle, e inculcando los fundamentos de la fe, la fe simple de que sólo Hashem decide cada detalle. Primero, lo repasará mentalmente, y después, lo pronunciará, como dijimos antes, bien sea en tercera persona (“Él”) o en segunda persona (“Tú”), si está preparado para eso.
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“Creí, cuando hablé” (Tehilim 116:10). Como explican los sefarim hakedoshim: “¿Cuándo creí? ¡Cuando hablé!” o sea, ¿cuándo la fe está profundamente implantada en el corazón de la persona? Cuando la persona mantiene la actitud de “porque hable”, es decir, que acostumbró a su lengua a pronunciar siempre palabras de fe. Mientras más palabras de fe pronuncien además de su meditación, más profundamente se arraigará la fe en su corazón. Lo contrario también es cierto: “La fe se ha perdido; está cortada de sus bocas” (Jeremías 7:28). Como explican los sefarim, ¿por qué se ha perdido la fe? Porque está cortada de sus bocas. Puesto que no se acostumbraron a pronunciar siempre palabras de fe además de pensarlas, la fe salió de su corazón, la profunda claridad de la luz de la fe se oculta y se esconde en sus corazones sin que viviera en ellos sinceramente.
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Estas palabras de fe tienen dos formas de expresión. Cuando hablamos con amigos, la fe debe tomar la posición principal y fundamental y nuestras palabras ir acompañadas por el espíritu de la fe. Pero eso no es suficiente, aun cuando la persona está sola, que de hecho es el mejor momento para inculcar la fe, debe hablar palabras de fe en todos sus detalles, como explicamos anteriormente. “También cuando caminaré por el valle de tinieblas, no temeré al mal, porque Tú estás conmigo” (Tehilim 23:4). La persona siempre debe pronunciar palabras de fe, y siempre vivir con Hashem con fe pura, así, “También cuando caminaré por el valle de tinieblas, no temeré al mal, porque Tú estás conmigo” la persona siempre estará en un estado de “porque Tú estás conmigo”.
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El hombre se describe como alguien que reza (mav’e) en el versículo: “Si deseáis rezar, entonces reza” (Yeshayahu 21:12) – donde la palabra utilizada para rezar es “be’ayu”. La función de la persona es ser un medaber (hablador), hablarle a Hashem y hablar sobre Él con palabras de fe pura y simple. Quien se acostumbra a hablar y hablar sin perder la esperanza, puede llegar a exaltados niveles de fe, adquiriendo en su alma la fe verdadera y pura. Todo ello mediante palabras simples de fe, no ideas difíciles, ni sofisticadas, sino simpleza total. Esta es la esencia del alma judía – fe pura y simple en el Creador del Universo.
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La avodá de ella tiene dos tiempos, como explicamos anteriormente con cada aspecto de avodá: (1) Durante el tiempo diario que la persona dedica a la meditación; lo cual recién explicamos; y (2) recordar la Providencia Divina durante todo el día a intervalos cortos – cada quince minutos o media hora aproximadamente. El fundamento de esto es, en el momento que la persona se esfuerza por adquirir la fe, en esos meses, este asunto debe atrapar su corazón durante todo el día. Si sólo trabaja en ello durante su hora fija asignada para la meditación, entonces habrá una interrupción de 23 horas hasta la próxima vez que piense al respecto. Nada que no sea consecuente puede arraigarse debidamente en el alma de la persona, por lo cual debemos recordar durante el día el asunto que estamos trabajando.
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En el recordar la Providencia Divina durante el día existen dos aspectos; uno se aplica cuando no es un acontecimiento diario, y el otro a los acontecimientos diarios.
Comenzaremos con el primer aspecto. Por ejemplo, una persona va a comprar una mesa, sillas y afines. Lo correcto es que, antes de salir de la casa, debe meditar y luego decir en voz alta: “Voy a comprar una mesa y sillas. Pero en realidad no soy yo quien elige. Sólo Hashem decide que mesa compraré. Mis actos y elección no serán efectivos. Si no que, de acuerdo con el nivel y el esfuerzo requerido de mi, tengo que salir a elegir. Esto es como dice el libro Mesilat Yesharim (cap. 21) que aunque uno se esfuerce, debe saber que su esfuerzo no produce el resultado”. Debe entrar a la tienda, con esa perspectiva. Aun cuando esté en la tienda y comience a elegir la mesa y las sillas, debe recordar bien que este acto de elección es “como el de un simio” (dirigido por una persona) sin control absoluto sobre él mismo, porque Hashem ya ha determinado cual será su mesa y sillas.
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Hemos dado el ejemplo de una mesa y sillas, pero obviamente, es sólo un ejemplo. El punto es que la persona no debe comprar nada sin dicha meditación. Independientemente de lo que compre, bien sea un refrigerador, una máquina de lavar, un armario, o cualquier otra cosa, antes debe pensar bien, como explicamos anteriormente, y luego ir a comprar el artículo “junto con Hashem”, no sólo, jas veshalom. La persona debe adquirir el hábito de no hacer el acto más insignificante sin antes meditarlo con fe. Quien así obre obtendrá con cada adquisición material una grande y poderosa adquisición espiritual. Mediante tal adquisición, implantará en su corazón la fe en la Providencia Divina. Mediante mucho pensamiento y la expresión verbal de los mismos, se arraigará en su interior la fe pura en la Providencia Divina.
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Hasta aquí hemos tratado los actos importantes, tales como adquisiciones mayores. Una vez logrado el hábito de meditar durante los actos importantes, nuestra avodá es habituarnos a hacerlo aún en los actos menores, como por ejemplo: una persona va a comprar comida para Shabat, acto mediante el cual se puede adquirir mucha fe. Por ejemplo: La persona levanta su mano para agarrar un paquete de fideos de la repisa, entonces, medita un poco y dice: “Esta repisa tiene decenas de paquetes. ¿Por qué específicamente llegó éste, y no otro a mi mano? Debe ser por alguna razón oculta, Tú decretaste que precisamente este paquete y no otro, llegara a mi mano”. Los detalles son numerosos, pero el principio fundamental es solo uno: la persona debe entrenarse (en cada cosa y cosa que compre) a enraizar en sí mismo fe en la Providencia Divina, como explicamos anteriormente. Una compra realizada de este modo nos permitirá “comprar”, adquirir, fe de una gran manera. Indudablemente, si la persona toma en serio esto y se acostumbra a hacerlo siempre, la fe se arraigará firmemente en su corazón. Debemos acostumbrarnos a vivir de este modo, mediante lo cual obtendremos una elevada y reverente adquisición: fe pura en Hashem y Su Providencia.
Debemos irnos acostumbrando durante el día de diferentes maneras. Otro ejemplo: Cuando nos sentamos a comer pan, debemos reflexionar en que específicamente este trozo de pan llegó a nuestra mano, y cuando nos lavamos las manos o bebemos, debemos pensar que todo nos llegó mediante la absoluta Providencia Divina.
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Por supuesto, no siempre podemos meditar cada detalle de nuestra vida, pero sí debemos esforzarnos por agregar constantemente detalles a nuestro conocimiento, poco a poco nuevas maneras y precauciones, hasta que los conceptos se fijen en nuestro corazón. La idea principal es que debemos escapar de la perspectiva superficial, en la cual la Mano y la Providencia de Hashem se ven únicamente durante milagros o actos sobrenaturales. Mejor dicho, la persona debe ver a Hashem en cada detalle de su vida, hasta en el más mínimo, aunque este acontecimiento parezca formar parte de la naturaleza común. La verdadera fe es mucho más que simplemente contar historias de casos maravillosos, en los cuales se puede ver claramente la Mano de Hashem. Para estar espiritualmente vivos, debemos vivir constantemente con fe auténtica, quien vive de ese modo logrará un alto grado de dvekut a Hashem, siempre y cuando haya cumplido las condiciones anteriores, que es recordar la existencia de Hashem y el conocimiento de que Él creó cada cosa.
Debemos entender que aunque éste es un camino sencillo, es muy profundo. El yetzer hará puede engañar a la persona para que piense que esto es ridículo y simplista. Sin embargo, cualquiera que haya alcanzado la santidad simple entenderá y sentirá la realidad de estas palabras. Hashem es llamado el D-s Oculto (Yeshayau 45:15). ¿Dónde Se oculta? En el corazón de la persona, quien debe trabajar para descubrir Su presencia en su corazón, lo cual se realiza mediante la simpleza y santidad completa. Si la persona es sabia, puede descubrir a Hashem en cada detalle de la creación, y arrancar el velo de su corazón.
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Después de enseñar como inculcar en nuestro interior la simple y pura fe en la Providencia Divina, veremos como teniendo esta fe arraigada en el corazón se reducirá nuestro grado de enojo, el cual es, en realidad un instrumento de medición para la persona, mediante el cual se puede medir nuestro grado de fe en la Providencia Divina. Mientras más fe tengamos en Su Providencia, menor será nuestra tendencia al enojo (todo esto depende de las diferentes naturalezas humanas, puesto que hay personas más fáciles de enojar que otras). Por lo tanto, si la persona quiere verificar si su trabajo ha producido fruto y la fe en la Providencia Divina ha entrado a su corazón, la manera es verificar su grado de enojo. En caso de que no se hayan producido cambios en sus reacciones y sigue enojándose como antes, no ha adquirido realmente fe en la Providencia Divina. Pero si su grado de enojo se está reduciendo, debe saber que ha adquirido fe en La Providencia Divina en la medida de su disminución.
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Presentaremos una breve introducción antes de explicar como inculcando fe podemos curar el enojo. Existe un principio general aplicable a toda avodá verdadera, el cual es tanto general como específico a la cualidad del enojo. En todo proceso de avodá, la manera de corregir un rasgo y dirigirlo a su debido estado es incluyendo a Hashem en el escenario. “Si Yo (Hashem) estoy aquí, entonces todo está aquí” (Sucá 53 a). Es decir, si Hashem está debidamente incluido en cualquier proceso, el caso será debidamente rectificado; porque cuando Hashem está verdaderamente presente en algún caso, éste será debidamente completado y corregido, sin que pueda interferir ningún mal, ni imperfección. Toda la avodá de la persona es colocar a Hashem en todo asunto de manera apropiada y correcta.
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Ahora trataremos sobre la cualidad del enojo, explicaremos como involucrar a Hashem en esta cualidad, y así curarlo.
¿Qué lleva a la persona a enojarse? Una respuesta simple es que cualquier cosa que contrarié nuestra voluntad nos enoja. Algunas veces, el enojo es muy débil, apenas perceptible; otras es fuerte, y muy manifiesto en el corazón; y otras, es tan poderoso que se manifiesta externamente en el rostro.
Otro modo de entender la causa del enojo (esto está incluido en el primer aspecto, pero más específico) es cuando el honor de la persona es mancillado, se enoja porque cree que lo merece, y éste le ha sido arrebatado.
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En general, existen dos fuentes de enojo: (1) Cuando nuestros deseos son frustrados mediante eventos naturales, no por personas; y (2) cuando es ocasionado por otra persona. Demos algunos ejemplos.
Una persona emprende un viaje, y de repente, descubre que una llanta está pinchada, y no puede continuar manejando. Esto no fue causado por una persona. La llanta, por naturaleza, se revienta al desgastarse. Este caso puede causar enojo en una persona porque tenía una cita con alguien a una hora determinada, y ahora no puede ir. El enojo no puede descargarse en nadie, porque no fue causado por una persona. Si le preguntáramos: “¿Con quién estás enojado, con la llanta?” Respondería correctamente: “No estoy enojado con la llanta, sino por mi situación, porque no puedo satisfacer mis deseos y planes”. Aparentemente, su enojo no está dirigido a nadie en particular. (Más adelante, veremos que esto no es precisamente cierto).
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El segundo tipo de enojo ocurre cuando una persona le hace algo a otra, como cuando alguien le rompe un vidrio de la casa. Aquí, hay alguien a quien dirigir el enojo, el individuo específico que causó el daño. Por tanto, existen dos tipos de enojo: (1) Enojo sin un blanco claro, porque no hay con quien enojarse; y (2) enojo dirigido a la persona que causó el enojo.
Aunque en realidad si vemos en el fondo de las cosas todos los tipos de enojo son iguales. Aclararemos el asunto tan pronto la persona comprenda correctamente los fundamentos de la fe, y los tenga claros en su mente y en su corazón. Entenderá que en todos los casos que se genera el enojo el causante último siempre es Hashem.
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Comencemos considerando el primer tipo de enojo, y luego, con la ayuda de Hashem, el segundo.
Una persona se despierta por la mañana, entra a su auto, viaja y luego de un tiempo, la llanta se revienta. Si no reflexiona verdadera y profundamente, cuando se reviente la llanta, el enojo descansará naturalmente en su corazón, pero si vive de manera correcta, procederá de la siguiente manera: Cuando por la mañana entre a su auto, antes que nada pensará: ¿Quién me dio este auto? ¡Hashem! ¿De quién recibe su fuerza para moverse? Hashem da al auto la capacidad de moverse siempre (como explicamos antes que el versículo: “Con Su bondad, renueva cada día la creación”, en tiempo presente). Si esta es la actitud en su mente y corazón, entonces cuando el auto deje de funcionar por cualquier motivo, pensará de la siguiente manera: “Hasta ahora, ¿quién le dio al auto la capacidad de movilizarse? ¡Hashem! De ser así, si me enojo por mi incapacidad de usar este auto, eso realmente significa que me estoy enojando con Hashem, puesto que fue Él quien me privó de la posibilidad de movilizarme en este auto”.
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Es bastante posible que la persona viva superficialmente y no tenga presente en su mente, cuanto y más en su corazón, que sólo Hashem le da la posibilidad de utilizar el auto en este momento, y no siente que sólo Hashem lo guía y acompaña en cada paso del camino. En tal caso, entonces, por supuesto, cuando tiene algún problema en la carretera, le resultará sumamente complicado de repente comenzar a pensar en Hashem y recordar que sólo Él lo guía. Esto se debe a que aún antes del problema, “el recordar a Hashem” no era el centro de sus pensamientos, por lo cual su enojo encuentra expresión. Sin embargo, cuando recordamos siempre que Hashem controla todo con supervisión individualizada, entonces aun cuando parezca que su viaje es infructuoso, y hay obstáculos en el camino, recordará en su mente y sentirá en su corazón que: sólo Hashem lo guió hasta ahora; y ahora, sólo Él se lo impide, sin que exista otra causa. Entenderemos que el impedimento actual proviene de Él.
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Tal historia está casi explícita en la Torá, la cual, por supuesto, no se refería a un auto, sino a una asna. Bilaam iba por su camino, cuando la asna se acostó, impidiéndole continuar, y creyó que se había detenido por voluntad de la asna, lo cual no era en absoluto el caso. La asna no se detuvo por voluntad propia, sino a través de un malaj (ángel), mensajero de Hashem. En otras palabras, el hecho de que se detuvo y no continuó caminando fue el resultado directo de la voluntad de Hashem, pero Bilaam no entendió esto, entonces ¿con quién se enojó? ¡Con la asna! Después, cuando entendió que había sido obra de Hashem, supo que no tenía con quien enojarse.
Si la persona siempre pensara de este modo, sabría que no hay motivo para enojarse por cosas físicas, porque todo, absolutamente todo, sin excepción, viene de Hashem, y entenderá que si se enoja, es como si lo hiciera con Hashem, jas veshalom, y por supuesto, no querrá hacerlo. Sabrá que en todas la situaciones de la vida sólo está involucrado con el Creador, y enfocará su atención hacia Él, recordando con Quien está siempre involucrado. No prestará atención a los muchos intermediarios, sino a Quien está detrás de todo – el Mismo Hashem.
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Una vez que la persona está clara en su mente y corazón que cada acontecimiento viene sólo de Hashem, debe profundizar en ello. ¿El acontecimiento en cuestión procede del amor que Hashem le tiene, o jas veshalom, del odio? Evidentemente, Hashem nos ama mucho a todos. Su amor va más allá del tipo de amor que se encuentra en los seres creados, es un amor cuya esencia sólo puede encontrarse en el D-s Único. Por lo tanto, la persona puede convencerse de que el caso en cuestión le sucedió por supervisión de Hashem, como resultado de Su amor hacia él, y siendo que el caso que fue un acto de amor, con toda seguridad fue para beneficiarlo, aunque el beneficio y el amor no son manifiestos, debemos creer y entender en nuestra mente, y sentir en nuestro corazón de que lo sucedido fue debido al profundo amor de Hashem. Todo el acontecimiento fue sólo por su beneficio, aunque no comprenda la naturaleza del mismo.
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Después de que la persona está clara en su mente que todo lo que le sucede es totalmente un beneficio que procede del profundo amor de Hashem, no hay lugar para el enojo, pues éste se aplica cuando alguien ofende a una persona o trata de perjudicarla, etc. Sin embargo, si el acto es totalmente positivo, sin maldad, y producido por el profundo amor de Hashem, ¿dónde cabe el enojo?
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Resumamos lo antedicho. La primera etapa es que la persona sepa y sienta que sólo Hashem es el causante de cada acontecimiento, la segunda es que la persona sepa y sienta que Hashem lo ama mucho, y la tercera es saber y sentir que Hashem es el único Que sabe lo que es mejor para la persona, y que si coloca a la persona en determinada situación, significa que su infinita sabiduría ha determinado que esa era la mejor manera de beneficiar a ese individuo en ese momento.
Algunas veces el yetzer hará engaña a la persona haciéndole pensar: “Cierto, esto fue todo por mi bien, pero ¿por qué Hashem no me beneficio de tal modo, que yo hubiese podido comprobar con mis propios ojos (ojos que solo pueden ver el bien material) que es bueno para mi?” Debemos creer, entender, y sentir que Hashem lo sabe todo. Su infinita sabiduría determinó que esa era la única manera de beneficiarlo en ese momento.
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Una vez que la persona ha internalizado eso, cada vez que le suceda algo, no se enojará. No sólo eso, sino que se alegrará de ello, como dijeron Jazal: “Aquellos que se regocijan con su sufrimiento” (Shabat 88b). Esto proviene del saber quien produce el evento, y porque me lo trajo a “mí”. Cuando la persona entiende esto y lo siente con todo su corazón, no hay lugar para el enojo, sino sólo para alegría. Si su corazón no está lleno de alegría, y con toda seguridad, si hay cabida para el enojo, su fe no es lo suficientemente clara y pura.
Esta es la avodá de la persona – inculcar esa fe en su corazón. El primer paso es meditar mucho en ello; el siguiente, hablar mucho de ello, una y otra vez, diciéndole a Hashem: “Yo se que este evento fue producido por ti, y sé que Me amas, y sé que este acontecimiento era totalmente beneficioso; permíteme sentir todo esto”. La persona debe repetir esas palabras miles de veces, y aún más, hasta que realmente las sienta en lo más profundo de su corazón.
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Aunque la persona falle y se enoje, no debe preocuparse por ello. Sólo debe retroceder e inculcarse esa fe, miles de veces. Esto debe hacerse, tanto antes de que surjan algunas situaciones desagradables, como durante las mismas. Debe inculcar esas palabras en su corazón una y otra vez, sin vacilar o descorazonarse por los fracasos. Si continúa haciéndolo, aunque tropiece y se caiga, no se deprima, con toda seguridad Hashem le otorgará el privilegio de adquirir en su corazón la fe pura.
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Hasta este punto, hemos explicado como curar el enojo producido por un evento en el cual no ha intervenido otra persona. Ahora, con la ayuda de Hashem, explicaremos el enojo producido por la acción de otra persona. Ya explicamos que esto tiene un mayor grado de dificultad. Cuando no está involucrada otra persona, está claro que no podemos realmente enojarnos con la piedra que cayó o la llanta que estalló, o lo que fuese. Entendemos (que lo merecemos) que esto fue causado por Hashem. Pero cuando otra persona nos incita al enojo, pareciera que puesto que esa persona tiene libre albedrío, el suceso no fue decretado por Hashem, sino que provino del libre albedrío del individuo. Naturalmente, tendemos a enojarnos con ese individuo que eligió perjudicarnos o herirnos.
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Hubo un caso muy conocido que sucedió en el bet din (corte) del Bet HaLevi. Una vez alguien fue a consultarle algo sobre el kashrut (estado kasher) de un animal, el cual el Bet HaLevy dictaminó estar prohibido. La persona entendió y tranquilamente aceptó el veredicto, a pesar de la perdida financiera que le ocasionaba dicho dictamen. Algún tiempo después, esa misma persona se presentó ante el Bet HaLevi para resolver un pleito financiero entre él y otro hombre, después de que el Bet HaLevi emitió el fallo en su contra y a favor de su oponente, el hombre se enfureció. El Bet HaLevi comentó que aunque había perdido más dinero como consecuencia del primer dictamen, entonces no tenía con quien enojarse, porque el animal no era su contrincante. Pero en el segundo caso, tenía con quien combatir, lo cual suscitó sentimientos hostiles.
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Entonces vemos que hay dos asuntos involucrados cuando el enojo es causado por otra persona: (1) La creencia de que el otro individuo eligió perjudicarlo; y (2) el mismo hecho de que hay otra persona involucrada despierta sentimientos adversos contra él, debido a su orgullo y honor. Esto sólo puede corregirse mediante una fe clara y pura. Cuando la persona vive con verdadera fe, no importa si fue dañado por una piedra, agua, persona, o cualquier otra cosa. Sólo la falta de claridad interior y de fe produce estas características que incitan al enojo.
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Encontramos en el Zohar que podemos aprender una lección del observar cuando un perro es golpeado con un palo, éste corre detrás del palo y trata de pelear con él. Esto se debe a que el perro no sabe que quien realmente lo golpeó no fue el palo, sino la persona que lo sostiene. Esto siempre es cierto. Siempre que la persona sirve de intermediario y produce un suceso, él es solamente el “palo” en las manos de Hashem. Debemos entender cuál es la fuente del golpe. ¿Es el palo, o Hashem? Algunas veces, este “palo” se presenta en forma de piedra, otras como agua, y otras como persona. Sin embargo, el común denominador es que comparten el origen del causante, que es únicamente Hashem.
Cuando David HaMelej fue maldecido, su reacción fue pensar: “Hashem le ordenó maldecir” (Shmuel II 16:10). Este es el fundamento de la fe – “Hashem le ordenó maldecir”, y similarmente, Hashem le dijo que lo golpeara, Hashem le dijo que lo rompiera, Hashem le dijo que lo avergonzara. Aunque estos ejemplos no se hallan en el Tanaj, son suficientes para que el hombre sabio entienda y extraiga el mensaje de “Hashem le ordenó maldecir” y sabrá que la enseñanza proviene solo del “Hashem le ordenó”.
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Debemos entender el funcionamiento interno de la creación. El hombre puede observarlo de dos maneras:
1) La creación está compuesta por objetos inanimados, plantas, animales y gente. Esta es sólo una mirada superficial, porque la persona solo está viendo el aspecto externo de lo creado.
2) “Tú eres el Único antes de la creación del mundo, y Tú eres el Único ahora que ha sido creado”. Si este conocimiento no tuviera ninguna función en nuestro servicio a Hashem, ¿por qué nos lo fue revelado por Jazal? Evidentemente, si Hashem quiso que cierto conocimiento fuese revelado al hombre, es porque iba a necesitarlo para su avodá. Esto aplica con respecto al planteamiento: “Tú eres el Único antes de la Creación del mundo, y Tú eres el Único ahora que ha sido creado”. Aquí, Jazal nos revelan una nueva perspectiva sobre la Creación. No sólo debemos ver los objetos inanimados, las plantas, los animales, y los seres humanos. “Ahora que ha sido creado” Debemos aprender a vivir aun después de la Creación con una perspectiva de “antes de que el mundo fuera creado”. Esta es una visión más profunda de la vida, la cual proporciona una verdadera perspectiva a la esencia de los seres creados.
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La explicación es la siguiente: Cuando la persona ve un objeto inanimado, una planta, un animal, o un ser humano, como un ente separado, la cual es la perspectiva de después de la Creación – no importa cual sea su contacto, se relaciona con éste como un ente independiente. Esto puede llevarlo al enojo, pensar que determinada persona cometió una acción específica en su contra. Pero si siempre tiene la perspectiva de “Tú eres el Único antes de que el mundo fue creado”, encontrará a Hashem en todo. No visualiza el objeto inanimado como independiente, sino más bien siente en éste la presencia de Hashem, y lo mismo sucede con un animal, o el ser humano. Por lo tanto nunca va a tener ninguna interacción con nada en la creación que sea independiente, sólo con Hashem. Con esta perspectiva todo lo vemos como si fuera vestimentas de Hashem, y nosotros no nos relacionamos con la vestimenta “Creación”, sino con el que la viste, “Hashem”. Con todo los que nos relacionemos solo veremos a Hashem movilizando las cosas, y no hay ningún causante fuera de Él. Si vivimos la vida así, cambiando su perspectiva sobre las cosas; dejará su tipo de vida superficial (como creado) y se apegará a una vida más profunda (como el Creador).
Dejara por completo de tener contacto o relación con el mundo y se relaciona solo con Hashem, (este es el profundo mensaje que nos revelan nuestros sabios cuando Esther dijo: “Vendrá el Rey” (Meguilat Esther) se refirió al Rey del mundo. Porque esta era su forma de vida, donde siempre vio a Hashem, en todas sus cosas, siempre se relacionó y hablo solo con Él).
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Debemos entender que esta perspectiva es la verdadera manera de ver a los seres creados. Al verlos como entes separados, su valor disminuye, porque la grandeza de algo se mide por su nivel de Santidad. Otras formas de valorar comúnmente empleadas en este mundo son definiciones provenientes del mundo de la falsedad. La verdad es que cada cosa es tan grande como la Santidad que refleja. Cuando vemos al objeto inanimado, planta, animal, y ser humano, según la perspectiva profunda de revelar la santidad que poseen los eleva del estado de creaciones corrientes a creaciones conectadas a Hashem, en las cuales existe una revelación de Santidad. Esta es toda la grandeza de cualquier ser: en que medida Hashem es visto y reflejado en él.
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La persona valiosa, que mira el mundo con la perspectiva de “antes de que el mundo fue creado” aún en “ahora que el mundo ha sido creado”, puede acercarse y apegarse a Hashem mientras interactúa con cualquier cosa de la creación, ya que esta última no crea una barrera entre él y su Creador. Esto sucede cuando la persona retira mentalmente la forma externa del objeto y ve la presencia de Hashem en todo. (Nota: esto no significa relacionarse con la energía espiritual del objeto, sino con Hashem). Entonces, nunca estará conectado con los sucesos y actos de los seres creados; más bien, se dará cuenta de que nunca está en medio la mano de un ser creado. De este modo, se desconectará emocionalmente de las creaciones, sus acciones y los resultados de estos últimos. Además, al extraer su forma externa y descubrir su esencia interna, que es Hashem, la persona puede relacionarse con Él mediante cualquier cosa. Nos hemos extendido algo en esto, puesto que es una idea fundamental de vida interior y conexión con Hashem.
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Cuando la persona tiene el privilegio de entender e internalizar este concepto, logra una fuerte y poderosa unión con el Creador, pues no hay nada que lo separe de Él. Se relaciona con la esencia interna de cada cosa, que es Hashem, y por lo tanto, la forma externa de las cosas no le impide el dvekut a su Creador. Esta persona puede estar conectada a Hashem, no solo mientras estudia Torá y realiza mitzvot. Vive según el versículo: “Lo conocerás en todos tus caminos” (Mishlei 3:65) Literalmente en todo lo que hace, conoce a Hashem (conoce en el sentido de conexión) y está apegado a Él. Esta es la avodá de la persona – rechazar el aspecto externo de las creaciones que ven sus ojos, y apegarse constantemente a la esencia interna, que es Hashem, lo cual involucra un conocimiento claro de la existencia y Providencia de Hashem, como explicamos anteriormente. Al adquirir este modo de vida, la persona se escapa del “Mundo de la Separación” para formar parte del mundo de Hashem: “Hashem es Uno y Su Nombre Uno”. (Zacarías 14:9), convirtiéndose en “quien conoce Su Unidad”. El propósito y punto final de esta etapa es dvekut total al Infinito. Cada persona debe esforzarse en lograrlo al máximo de su posibilidad.
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Una vez que la persona ha llegado al nivel de tener una fe fuerte, y ve y siente la guía de Hashem en todo lo que hace, es conveniente que entre al mundo de la tefilá (plegaria). Intencionalmente utilizamos aquí el término “mundo”, debido a que la tefilá no es sólo una cuestión de tres rezos diarios. Por el contrario, la persona debe entrar al mundo de la tefilá, ya que con ésta, la vida es un tipo de existencia totalmente diferente. David HaMelej dijo: “y yo soy tefilá”. (Tehilim 109:4). Su alma estaba constantemente en un proceso de tefilá, vivía en ese mundo. Cuando la persona vive en el mundo de la tefilá, no dejará transcurrir ni quince minutos sin que se dirija al Creador en plegaria, bien sea mental o verbalmente. Lo primero que debemos entender es que la tefilá es un modo de vida totalmente distinto, no sólo un detalle que se aplica en momentos específicos del día.
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Expliquemos el asunto: Un judío sincero vive con Hashem todo el día, su Torá está con Hashem, sus mitzvot están con Hashem, y así por el estilo. La tefilá es el punto de unión de la persona con Hashem a lo largo del día. El verdadero propósito de la tefilá es poner a la persona en un estado de estar siempre cerca de Hashem. Cuando entendemos que este es el propósito de la tefilá, está claro que ésta no se limita a tres o cuatro veces por día. Si ese fuese el caso, faltaría el punto principal de la tefilá – conexión constante con Hashem, Si sólo se realiza durante una pequeña parte del día, ¿cómo puede producir una unión que dure todo el día? Indudablemente, el proceso de la tefilá debe durar todo el día (según el método que describiremos más adelante). Fue sobre esto que David HaMelej dijo: “y yo soy tefilá”. Todo su ser y su tiempo, estaba involucrado con la tefilá.
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Expliquemos: Si la persona no recuerda a Hashem durante el día, ¿cómo puede dirigirse a Él constantemente? Si ni siquiera se acuerda de Hashem, con toda seguridad no le está rezando. Por lo tanto, está claro que antes que nada, la persona debe pensar en Hashem durante todo el día, como explicamos antes detalladamente. Además, aunque la persona piense en Hashem, pero no recuerda Su Providencia constante sobre cada cosa en cada momento sin excepción, ¿para qué habrá de dirigirse a Él, para pedirle ayuda? Después de todo, actualmente no recuerda, ni siente que Hashem es la única fuente de ayuda en todas las áreas. Por lo tanto, está claro que para vivir con el sentido de “y yo soy tefilá”, antes debe existir un conocimiento constante del Creador, y recordar siempre que “este Palacio tiene un Gerente” (Bereshit Raba 39:1), que es el único Amo sobre cada uno de los detalles.
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Cuando la persona pasa el día pensando y sintiendo que en todo lo que hace, su éxito o fracaso dependen únicamente de Hashem, su mente o boca le elevará una plegaria para que Hashem le conceda éxito en su propósito, ya sea antes de realizar cualquier acto y aún durante el mismo, como por ejemplo: Una persona viene a rezar Shajarit (Plegaria de la Mañana). Por muchos años de experiencia sabemos cuan difícil es rezarla con la debida concentración. ¿Quién puede ayudarlo?, por supuesto, debemos tratar al máximo de nuestra capacidad mantener la debida concentración, pero sin la ayuda de Hashem, no tendrá absolutamente ningún éxito. Jazal nos dijeron: “Todos los días, el yetzer hará se interpone entre nosotros, y sin la ayuda de Hashem, no podremos vencerlo”. Vemos que la persona no puede lograr pensamientos propios en su plegaria. ¿Quién puede ayudarlo? ¡Sólo Hashem! La persona sabia, se dirigirá a Hashem y Le rogará para que le conceda el mérito de rezar con la debida concentración. Igualmente, si durante la tefilá, encuentra dificultades, debe hacer una pequeña pausa y pedirle (dependiendo de la situación, bien sea mental o verbalmente) a Hashem que lo ayude a fin de que pueda continuar rezando correctamente.
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He aquí otro ejemplo: Cuando la persone se sienta a estudiar Torá, debe entender que sin la ayuda de Hashem, no podrá captar la verdad. La Torá es más elevada que el intelecto humano, y en los sefarim hakedoshim es llamada “intelecto separado”, debido a que está separada y elevada sobre el intelecto humano. Por lo tanto, está claro que no hay manera de que el intelecto humano entienda la profundidad de la verdad interna de la Torá. Siendo ese el caso, ¿Cómo podemos esperar entender debidamente la santa Torá? Esto solo puede suceder con la ayuda de Hashem: “Por cuanto el Eterno otorga sabiduría. De su boca sale el conocimiento y la inteligencia” (Mishlei 2:6). Esta es la única manera posible que la persona pueda captar y entender la verdad de nuestra santa Torá. Por lo tanto, puesto que la persona entiende que mediante su propia capacidad, no puede entender la Torá, y el éxito sólo viene a través de la ayuda de Hashem, debe volcar su corazón en plegaría a Hashem en su propio idioma, pidiéndole que le conceda el mérito de captar y descubrir la verdad de nuestra santa Torá. Antes que la persona comience a estudiar, debe rogarle a Hashem que le permita entender debidamente la santa Torá. También, mientras estudia, cada vez que se enfrenta con una pregunta o algo que no entiende, instintivamente debe dirigirse a Hashem y rogarle que le conceda el mérito de entender el asunto en cuestión. Cuando la persona estudia de ese modo, aun cuando estudia Torá se apega a Hashem, y su Torá y su tefilá se interrelacionan. Si no lo hace, sino más bien se olvida de Hashem por estar inmerso en sus estudios, existe el peligro de que al terminar su sesión de estudios, jas veshalom, se olvide de Hashem. Por lo tanto, la manera correcta de estudiar Torá es como explicamos anteriormente. De este modo, tanto él como su Torá estarán apegados a Hashem, y no, jas veshalom, lo contrario.
Este no es un concepto totalmente nuevo, era la práctica de nuestro maestro, el Jazón Ish, según fue escrito en su biografía. Cada vez que se le presentaba alguna pregunta o algo difícil de entender, solía ir a la esquina del cuarto, y derramaba su corazón rezándole a Hashem, pidiéndole que pudiera entender el asunto correctamente. Por supuesto, nosotros no tenemos que ir a la esquina, como lo hacía el Jazón Ish. Cada persona debe actuar según las necesidades de su alma. Sin duda alguna, podemos hacer esto delante del libro, dirigiéndonos a Hashem mental o verbalmente (el valor de la plegaria mental es un concepto muy profundo, y aquí no podemos ampliarlo), pidiendo Su ayuda para entender la santa Torá.
Como comentario al margen, aparte de la tefilá durante el estudio, lo cual como dijimos puede unir a la persona a Hashem, cada vez que tenga el privilegio de entender un Tosafot o similar, debe agradecer brevemente a Hashem al terminar. Podría decir: “Amo del Mundo, te agradezco mucho por haberme permitido entender este Tosafot”. Así, se apegará a Hashem todo el tiempo que esté estudiando. Esta es una magnifica sugerencia para estar siempre en dvekut a Hashem. La persona debe acostumbrarse a pedirle a Hashem entender su estudio; antes, durante y después, y además debe pedirle que recuerde lo estudiado y tenga el mérito de estudiar en el futuro. Si la persona tiene el mérito de hacer esto con regularidad, logrará algo realmente grande, con la ayuda de Hashem. Entenderá, tanto la santa Torá como el dvekut que viene con ella.
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He aquí otro ejemplo: Una persona va a comprar una mesa, sillas, y similares. Ya señalamos que antes y durante la compra, debemos tener la fe de que Hashem ya decidió que artículo comprará. Adicionalmente, antes de comprar cualquiera de ese tipo de objetos, debemos dirigirnos a Hashem y expresarle todos nuestros pensamientos – que le falta una mesa, y quiere comprar una, y va a tratar de encontrar una en determinada tienda, etc. Debe nombrar cada uno de los detalles ante Hashem. Luego, debe pedirle a Hashem que lo guíe en la dirección correcta, de manera que compre la mesa apropiada, sin muchos problemas, guardarse de mirar cosas indebidas en el camino, y todos los aspectos correspondientes a la compra de dicha mesa. Es decir, debe contar a Hashem todos los detalles del asunto, y pedirle ayuda en todos los detalles pertinentes.
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Quien sirve a Hashem entenderá que estos son sólo ejemplos, pero en realidad, la persona debe entrenarse gradualmente a rezar para tener éxito en todas sus actividades (pero “quien mucho abarca, poco aprieta”. [Ioma 80 a] De todos modos, es inútil abarcar mucho de una vez, porque este es un asunto del corazón, y éste no puede cambiar de repente). Esto incluye reparar un objeto roto, o preparar comida, o viajar a algún lugar con necesidad de llegar a determinada hora, o ir a comprar cualquier objeto, o encontrar un compañero de estudios, o cualquier cosa. Entonces, nos acostumbraremos a rezar a Hashem, bien sea mental o verbalmente constantemente para pedirle cualquier necesidad. De este modo, tendrá el privilegio de unirse a la Principal Fuente de Vida – Hashem. Este es un consejo maravilloso.
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Debemos saber que aunque la tefilá es capaz de ayudar a mujeres estériles, curar a los enfermos, y traer abundancia y bendiciones, tanto materiales (sustento y lluvias) como espirituales, y es un medio para lograr todo lo bueno, todos estos beneficios son inherentes a la esencia interna principal de la tefilá. La principal grandeza interna de la tefilá es que mediante ésta, podemos unirnos y apegarnos a la Principal Fuente de Vida – Hashem. Cuando rezamos para obtener determinada cosa, bien sea espiritual o material, la persona debe tener en mente el punto principal de su plegaria. Este es realmente todo el secreto de la vida – siempre recordar que es primario y qué es fortuito, y siempre buscar la manera de lograr cercanía a Hashem mediante cualquier cosa y situación. Todo lo demás es fortuito y secundario al aspecto de cercanía y dvekut a Hashem. Esto es especialmente cierto con la tefilá, que es esencialmente comunicación con Hashem, conexión a Él, cercanía a Él y dvekut a Él. La avodá de la persona es no perder concentración por el asunto que pide en la tefilá, sino más bien concentrarse en la esencia de ésta, que es la comunicación y la cercanía con Hashem.
La palabra tefilá esta basada en el versículo: “Naftulei Elokim Niftalti” (“He estado apegado a Hashem”) (Bereshit 30:8), que se refiere a dvekut, como escriben los sefarim hakedoshim. Esta es toda la esencia interna de la tefilá – conexión y dvekut a Hashem.
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Cuando la persona reza y habla a su Creador, existen dos posibilidades: (1) Hablar a Hashem en tercera persona, diciendo “Él”. (2) Hablar con Hashem en segunda persona, diciendo “Tú”. De hecho, la manera ideal de rezar es usando la segunda persona. Aunque esto pueda ser difícil al principio, porque el alma no siente la presencia de Hashem, la persona debe acostumbrarse a ello. Con el tiempo, poco a poco, Hashem le otorgará el privilegio de sentir que Él está cerca. Esto también debe hacerse por etapas. Al comienzo, debemos hablar principalmente en tercera persona, usando la palabra “Él”, y ocasionalmente usar la segunda persona. Gradualmente, a medida que se siente preparado para decir “Tú”, debe ampliar su uso, hasta que todas sus palabras estén en comunicación directa con Hashem, y tenga el privilegio de sentir que su Creador está cerca de él. Esta avodá es el punto interno de la vida. Todo el propósito de la vida del hombre en este mundo es vivir con su Creador, y sentir que Hashem está realmente a su lado. Esto, de hecho, es uno de los niveles más difíciles de alcanzar. Como dice el Ramjal (Mesilat Yesharim, cap. 19), los sentidos contradicen esta realidad. Pero cuando la persona se acostumbra gradualmente a obtenerla, con toda seguridad Hashem lo ayudará hasta que realmente sienta que está a su lado, y que puede hablar a su Creador “como quien habla con un amigo” (ibid.). Al comienzo, esto podría parecer difícil, pero si la persona se acostumbra de manera que esté centrada en Hashem y le hable durante el día, será mucho más fácil. Crecerá en esta elevada avodá de sentir que Hashem está cerca y le hablará siempre como a un amigo. Esto se convertirá en algo muy simple y natural. Esta era la práctica de los grandes rabinos de todas las generaciones, sentían realmente que Hashem estaba a su lado.
5- Yirha – Temor a Hashem
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El principio de la estructura espiritual de la persona es yirha ha’onesh (temor al castigo), llamado “temor menor” en los sefarim hakedoshim. (Contrario al temor de la grandeza de Hashem, llamado “temor mayor”). El yirha ha’onesh está dividido en dos partes: (1) Temor al castigo después de la muerte, el Gehinom y (2) Temor a algo aquí en la tierra, como los distintos tipos de sufrimientos. Ahora, nos referiremos al primer tipo, el castigo después de la muerte, el Gehinom. A la persona le puede resultar difícil sentir este tipo de yirha (temor), porque no ve el Gehinom con sus ojos, y por lo tanto le cuesta temerle. El cuerpo, por naturaleza, no teme a lo que no puede ver. Si la persona fuese pura, y pudiese ver a través de su alma los castigos después de la muerte, temería al Gehinom, pero puesto que muy pocas personas están en el nivel de ver a través de su alma lo que sucede en el mundo espiritual, y por supuesto que han logrado yirha ha’onesh antes de llegar a ese nivel, porque con seguridad no es esta la manera de adquirirlo.
De hecho, la principal manera de lograr yirha ha’onesh es mediante el poder de la imaginación, que posee la capacidad de imaginar el Gehinom e inspirar yirha. Sin embargo, el problema es que pocas personas en estas generaciones tienen un poder de imaginación lo suficientemente fuerte como para influenciar sus corazones en el temor al castigo. Puesto que son tan pocas dichas personas, es muy difícil lograr yirha ha’onesh. El cuerpo no ve el Gehinom; el alma sí, pero está oculta del hombre, y el poder de la imaginación es muy débil. Por lo tanto, algunos de nuestros líderes de las recientes generaciones decidieron no hablar mucho sobre el yirha ha’onesh, y por otra parte, otros opinan que no podemos abandonar este fundamento de nuestra avodá, y continuaron trabajando bastante al respecto, a pesar de las dificultades implícitas. En general, pasaron todas sus vidas enseñándolo a las multitudes, y sin embargo, no lo lograron totalmente, debido a la gran dificultad que representa.
Ambos puntos de vista son peligrosos. Si la persona omite el yirha ha’onesh, pasando a un nivel superior, carecerá de una base, y jas veshalom, en algún momento que se caiga por no estar inspirado, cuando el fuego del amor no arda en su interior, no hay nada que le impida pecar, porque no ha adquirido yirha ha’onesh. El otro punto de vista también es peligroso. Debido a lo difícil que es lograr el yirha ha’onesh, la persona podría pasar toda su vida trabajando en ello, sin nunca ascender de nivel, y se irá de este mundo con muy poco.
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Primero, expliquemos en profundidad lo que realmente es yirha ha’onesh. Como mencionamos antes varias veces, el principio más importante es que la persona debe temer a Hashem en cualquier situación, y ver cómo se acerca a Él mediante ésta, lo cual también se aplica al yirha ha’onesh. Antes debemos encontrar a Hashem en el yirha ha’onesh, y luego pensar como mediante éste, acercarnos a Él. Piense: ¿Quién creó el Gehinom? ¡Hashem! Es el fruto de su obra. Además, piense: ¿Quién castiga en Gehinom? ¿Funciona y se controla solo? ¡Por supuesto que no! Solo Hashem, el Ser Único y Uno, renueva el Gehinom constantemente. (“Él crea la luz”, aparece en tiempo presente, así como también todas las creaciones son constantemente renovadas). Él es el Único que castiga a la persona en el Gehinom.
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Ahora pensemos: ¿Para qué creó Hashem el Gehinom? ¿Quiere hacerle daño a la gente? ¡Por supuesto que no! Por el contrario, está claro que Su Voluntad es que nos acerquemos a Él. Cuando existe una barrera de pecados que nos impiden estar cerca y apegados a Hashem, una de las formas de eliminar dicha barrera es mediante los castigos del Gehinom, de tal modo que todo el Gehinom es sólo un medio para acercarnos a Hashem. Si solamente tememos al Gehinom, sin recordar, ni sentir Quien lo creó, quien castiga allí, y por qué, desconocemos todo el objetivo de los castigos del Gehinom. Tememos su aspecto externo, pero no logramos el objetivo por el cual fue creado este temor.
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Así como existe el castigo del Gehinom, también existe el temor a éste. Debemos entender: ¿Cuál es el propósito de este temor? ¿Quiere Hashem inquietar y asustar a la persona? Sin duda, ese no es el caso, pero puesto que todo el propósito de nuestra vida es estar cerca de Hashem, y cuando la persona transgrede la voluntad divina, forma una barrera entre él y su Creador, entonces para eso Hashem creó el Gehinom, a fin de infundir temor en el hombre, y así, no se distancie de Él debido a sus pecados. Resulta que el temor al Gehinom no es en absoluto un objetivo en sí, sino que todo su propósito es evitar que la persona se distancie de su Creador, gozando así del privilegio de estar cerca de Él. Si la persona simplemente teme al Gehinom, sin recordar el propósito de ese temor, le falta lo principal. Esta es una idea muy fundamental. Debemos recordar que el Gehinom – tanto el castigo como el temor al mismo – son sólo para acercar y apegar a la persona a su Creador. No tiene valor por si mismo. Cuando la persona se esfuerza por adquirir yirha ha’onesh, antes debe saber a qué teme – al Gehinom en sí, o a Hashem que es quien castiga allí (Por supuesto, debemos temer al castigo, pero recordando Quién castiga. Este es un concepto profundo, del cual solía hablar el Rab Yejesquiel Levinstein zt”l ). Debemos recordar el propósito de este temor.
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Cuando la persona se esfuerza por adquirir yirha ha’onesh ocasiona que toda su avodá tome una forma nueva. De lo contrario, podríamos, jas veshalom, trabajar durante años para lograr temor al Gehinom, y olvidarnos de Hashem. Pero cuando la persona avanza como hemos recomendado, el yirha ha’onesh en sí se convierte en un medio para acercarlo a su Creador, y no, jas veshalom, lo contrario.
Fundamentalmente, la persona siempre debe revisar si a través del yirha ha’onesh piensa más en Hashem, y siente que se está acercando a Él, ó por temor al pecado está ensimismado, preocupándose de que pueda ser castigado y perjudicado, y a través de esto está aumentando su ego mientras que se olvida cada vez más de Hashem.
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Adicionalmente debemos saber. El yirha ha’onesh no es solución como último recurso para gente de mente estrecha y necia. Aunque, es cierto que está escrito en los sefarim hakedoshim que el yirha ha’onesh fue destinada para tales personas, queriendo decir que para esta gente lo único que puede funcionar es yirha ha’onesh y no otra cosa, aunque está claro que hasta la gente más importante (estudiosos de Torá) lo necesitan. Explicamos que cuando la persona pierde el control, y se debilita, requiere de un yirha ha’onesh muy fuerte. Porque en ese momento, casi ninguno de sus conocimientos funcionan abiertamente en su corazón, para detener su caída y lo único que lo protege es el yirha ha’onesh en su corazón.
Por lo tanto, debemos saber que cuando la persona empieza a trabajar su yirha ha’onesh, lo hace de acuerdo a la voluntad de Hashem. Mientras trabaja, está involucrado en la voluntad de Hashem, convirtiéndose éste en otro punto que ata a la persona a Hashem. El objetivo de su avodá y esfuerzo por adquirir yirha ha’onesh es porque esa es la voluntad de Hashem. (Sin duda, hay momentos que se esfuerza también por temor al castigo, y teme no tener suficiente miedo al castigo, pudiendo por lo tanto caer en pecado, jas veshalom, y ser castigado, en cuyo caso, teme por él mismo, no porque es la voluntad de Hashem. No obstante, podríamos esforzarnos por ambos motivos en adquirir yirha ha’onesh – por temor a los castigos del Gehinom, y porque es la voluntad de Hashem). Ahora vemos que aún a través del yirha ha’onesh, que es la preocupación de la persona por sí mismo, no sea que lo castiguen y perjudiquen, podemos conectarnos a Hashem: (1) Recordando Quien creó y crea el Gehinom; (2) recordando Quien castiga en Gehinom, (3) recordando el propósito de los castigos, los cuales sirven para acercar a la persona a Hashem; (4) recordando el propósito del temor del Gehinom, que es evitar que la persona peque y se distancie de Su Creador; (5) la razón de trabajar para adquirir yirha ha’onesh (al menos parcialmente) es porque esa es la voluntad de Hashem.
Tenemos cinco manera como el yirha ha’onesh puede acercar a la persona a Hashem, mediante los cuales, aun cuando trabajemos por lograr yirha ha’onesh, no estaremos ensimismados y concentrados en nosotros mismos, sino recordando debidamente a nuestro Creador, mereciendo así Su cercanía.
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Cuando la persona recuerda estos cinco puntos, está listo para comenzar a trabajar para adquirir yirha ha’onesh. Evidentemente, antes debe estudiar las obras relacionadas con
el temor al castigo y suministran descripciones, como los capítulos sobre el Gehinom y el sufrimiento en la tumba, citado en Reshit Jojmá (Shaar HaYirha). Hay otros libros que explican lo que sucede allí, como el Minjat Yehuda – HaRujot Mesaprot, por el mekubal HaRav Yehuda Fetaya zt”l. Cada persona, según su nivel intelectual, debe visualizar esto en su mente, siendo lo más importante que durante el tiempo que trabaja para adquirir yirha ha’onesh, debe abocarse a la plegaria a Hashem en sus propias palabras. Por ejemplo, podría decir: “Señor del Universo, Tú creaste el mundo y me encomendaste a Temerte mediante el temor a Tus castigos. ¿Por qué hiciste eso? Para que no me aleje de Ti, y amerite Tu cercanía. Me diste un cerebro, y la capacidad de imaginación, pero con mis capacidades, me resulta difícil lograr yirha ha’onesh. Por lo tanto, Amo del Universo, haré mi parte tratando de hacer lo que pueda para temerte, aunque sé que no puedo lograrlo por mi mismo. Por lo tanto, Amo del Universo, ten misericordia y piedad de mí, e implanta Tu temor en mi corazón, para que siempre Te tema y no llegue al pecado, y tenga el mérito de estar siempre cerca de Ti”. Así cada persona debe hablar según su capacidad de expresión, desde lo más profundo de su corazón, detallando todos sus sentimientos más internos, el motivo por el cual trabaja para adquirir yirha ha’onesh, y las dificultades que encuentra en el camino, rogándole a Hashem que le ayude a lograrlo. Todo esto debe ser resultado de un claro reconocimiento de que sin la ayuda de Hashem, aunque trabaje más de mil años, no podrá lograr el verdadero yirha ha’onesh. Debe saber, entender, y sentir que toda su avodá depende exclusivamente de la ayuda de Hashem.
Debe rezar de este modo con respecto al yirha ha’onesh en general, así como también sus detalles específicos, como por ejemplo, ir caminando por la calle y temer que no puede cuidar debidamente sus miradas, jas veshalom, y anteceder su caminata con una plegaria, pidiéndole a Hashem que le otorgue el yirha apropiado durante el mismo, de manera que pueda cuidar sus miradas. Igualmente, cada ocasión que exige yirha debe ser precedida por una breve plegaria. Vemos que debemos rezar para adquirir yirha ha’onesh en general, pero también con respecto a los detalles donde sentimos que podemos flaquear.
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Hasta aquí explicamos el temor al Gehinom, ahora trataremos el temor al sufrimiento en este mundo, como enfermedades y aflicciones. Antes debemos mirar a algunos de los enfermos (que Hashem se compadezca de ellos); uno podría sufrir una enfermedad cardiaca (que D-s nos proteja de ello), y otro padecer una dolencia en su pierna, y así por el estilo. Luego, debemos reflexionar: ¿por qué sufren esas personas de tales enfermedades? ¿No hay razón de su enfermedad? No puede ser, porque no hay sufrimiento sin pecado (Shabat 55 a). La persona que peca con determinado órgano, será castigado con una enfermedad en el mismo; por lo tanto, cuando sufrimos en algún órgano es porque hemos pecado con él, lo cual infundirá yirha en su corazón.
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Debemos trabajar esta idea de manera muy práctica, como por ejemplo: Párese cerca de un objeto ajeno, y cuando no haya nadie alrededor (primero dígase a sí mismo, y luego a Hashem): “Podría robar este objeto, porque nadie me está viendo. ¿Por qué no lo hago? Porque sé que de hacerlo, seré castigado. Si lo hago con esta mano, ésta sufrirá un castigo, bien sea mediante un daño menor o mayor, o alguna enfermedad o incluso que tengan que amputarla, jas veshalom”. Debemos pensar en estos ejemplos, también con nuestras piernas, pensando y diciéndonos: “Puedo ir a cierto lugar que sé que está prohibido, porque la gente viste sin recato y hay una vía alterna. ¿Por qué no voy por allí? Porque estoy consciente que de hacerlo, seré castigado en mis piernas, jas veshalom”. Lo mismo es cierto con la vista, el oído, o cualquier otra parte. Debemos lograr realmente el yirha, repitiendo dichos pensamientos una y otra vez, de muchas maneras y formas diferentes, y aprovechar la oportunidad de lograr yirha cuando nos cruzamos con una persona enferma. (Se sobre entiende que, esta reacción es apropiada sólo cuando está trabajando en yirha, pues siempre debemos ver las cosas desde la perspectiva del área que estamos trabajando).
El yirha al sufrimiento de este mundo es más fácil de adquirir que el temor al Gehinom, porque en este último, el ojo no ve los sufrimientos, pero en este mundo se ven y se sienten claramente, y la persona les teme. El problema es que mucha gente comete pecados terribles, y no vemos que sean castigados de ninguna manera.
Por lo tanto, la persona (bien sea consciente o inconscientemente) pierde el conocimiento y el sentimiento que el pecado causa sufrimiento, porque con frecuencia ve lo opuesto. De hecho, hay pecados por lo cuales somos castigados en este mundo, y otros, por los cuales reciben castigo en el mundo venidero, de manera que es difícil adquirir un verdadero yirha mediante este método, por lo cual la persona debe tratar de adquirir yirha, bien sea meditando sobre el sufrimiento en este mundo o bien sea meditando sobre el sufrimiento en el mundo venidero, cada persona según su nivel. Por supuesto, como explicamos antes ampliamente, debemos rezar mucho para ello.
Ahora, debemos recalcar algo. Así como la persona tiene altos y bajos espirituales, igualmente hay métodos de avodá para tiempos de subida y de bajada. Los métodos de avodá en períodos de elevación espiritual son temor a la grandeza de Hashem, amor a Hashem, y otros, y cuando la espiritualidad está en un nivel bajo, se aplica el yirha ha’onesh. Así hizo Hashem el mundo, por lo tanto cada tipo de avodá es preciosa para Hashem cuando es correctamente realizada. Obviamente que durante una bajada no es el momento de comenzar a trabajar para adquirir yirha ha’onesh, porque estamos flojos, y es difícil adquirir cualquier cosa, nos referimos a que una vez adquirido el yirha ha’onesh es el momento más propicio para utilizarlo.
(A un nivel más profundo, tenemos la responsabilidad de rectificar nuestros aspectos internos, mediante el amor a Hashem y similares, así como también su aspecto externo, el cuerpo, mediante el yirha. Por lo tanto, debemos temer a Hashem verdaderamente, porque de lo contrario, tendremos que temer cosas externas, y no a Hashem y Sus castigos. Por este motivo, debemos entender la inherente necesidad de adquirir yirha ha’onesh, y no es simplemente el último recurso. Sin embargo, esto debe lograrse con el claro conocimiento de que ésta es la voluntad de Hashem, y no sólo algo que debemos hacer porque estamos preocupados por nosotros mismos, y así, sentiremos alegría junto con temor, puesto que nos regocijaremos por poder cumplir la voluntad de Hashem. Este es el aspecto interno del yirha – “gozaos con temblor” (Tehilim 2:11). Jazal dijeron: “Donde hay alegría, debe haber temblor” (Berajot 30b). Cuando trabajamos y adquirimos yirha por amor al Cielo, además de yirha, estaremos alegres por estar cumpliendo la voluntad de nuestro Creador, en cuyo caso, hay yirha junto con alegría, proveniente de la cercanía a Hashem que a su vez fue producida por el yirha. Reflexionemos y entendamos esta idea, pues es muy profunda.
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Está escrito: “Así como un padre castiga a su hijo, Hashem, tu D-s, te castiga a ti”. (Devarim 8:5) Vemos que los sufrimientos y los castigos deben ser considerados como parte de la relación padre-hijo, una relación de amor. Si entramos más profundamente en el nivel interno del yirha, encontramos a Hashem dentro de éste, y también Su amor por nosotros, y de este modo nos apegamos a Él a través del yirha, que después de todo es una mitzvá positiva de la Torá, y la palabra mitzvá, está relacionada con la palabra tzavta (conexión). En tal caso, aún a través del yirha, podemos llegar a unirnos y apegarnos a nuestro Creador. Muchas personas desconocen esto, pensando que el yirha ha’onesh no es más que para crear miedo, y por lo tanto, detestan trabajarlo, porque no quieren vivir con miedo. Todo esto radica en la falta de conocimiento interno sobre la naturaleza del yirha, que en realidad es: “Gozaos con temblor” (Tehilim 2:11) – “Donde hay alegría, debe haber temblor” (Berajot 30b). Y a través del profundo yirha, logramos amar a Hashem y tener dvekut a Él, sin que haya lugar para la tristeza. Cuando el yirha no provoca en la persona amor y dvekut, debe ser que su yirha es superficial, y no ha entrado en las profundidades internas del mundo del yirha. Por lo tanto, cuando la persona comienza a adquirir yirha, debe hacerlo con el deseo de lograr a través de ella adquirir amor, dvekut, y alegría, sabiendo que ese es el camino del yirha.
Este es el significado profundo de la frase utilizada por Jazal: “Aquellos que se regocijan con el sufrimiento”. (Ioma 23 a), es decir, que el sufrimiento en sí conduce al amor, la alegría, y dvekut a Hashem. En una oportunidad, el Rab Shaj zt”l dijo que la persona es capaz de sentir dvekut a Hashem aún estando en el Gehinom. La profundidad de ese comentario es como dijimos antes. No existe proceso que conduzca a estar alejado de Hashem, ya que la persona debe estar unida y apegada a Hashem en cualquier cosa, prueba de ello es que hasta del yirha ha’onesh podemos lograr cercanía y dvekut. La persona que tiene el mérito de entender estas palabras, se regocijará trabajando en el logro del yirha, igual como se alegraría trabajando para lograr amar a Hashem. Esencialmente, la razón es que en su interior son iguales en que nos acercan y apegan a nuestro Creador. “Y para mí, la cercanía a Elokim me es buena”, aún el nombre Elokim, que representa el atributo de justicia, es bueno para mí, porque mediante ambos: el atributo de misericordia y el de justicia – en cualquier dirección – podemos adquirir cercanía y dvekut a Hashem.
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Hasta este punto, hemos tratado con el yirha ha’onesh, tanto en el Gehinom como en este mundo, pero, en realidad, existen cinco niveles: (1) Yirha al castigo y al sufrimiento, antes explicado; (2) yirha por honor, cuando la persona teme ser avergonzada, como dijeron Jazal: “Toda persona es quemada por el palio de su compañero” (Bava Batra 75 a); (3) yirha por shlemut (perfección, integridad), debido a que la persona reconoce que la perfección es dvekut a Hashem, teme carecer de este dvekut por el pecado. (Estos tres aspectos de yirha están mencionados en la obra Mesilat Yesharim, capítulo sobre la Prudencia); (4) yirha por la grandeza de Hashem. Cuando realizamos una mitzvá, tememos no estar haciéndola bien, y por ende, disminuyendo el honor del Rey; (5) yirha al pecado. Debido a sus actos, siempre teme estar disminuyendo el honor del Rey del Mundo. (Estos dos últimos aspectos están explicados en la obra Mesilat Yesharim en el capítulo sobre el temor al pecado).
Hasta aquí hemos tratado el yirha ha’onesh. A continuación tenemos el yirha por honor, pero no lo explicaremos por cuanto que la mayoría de la gente no puede sentir en forma natural el honor recibido en el mundo superior, puesto que es una sensación del alma. En tal caso, tendríamos que emplear la facultad de la imaginación, como con el yirha ha’onesh, y puesto que para la mayoría de la gente esto resulta difícil, no nos detendremos en esto. Sin embargo, algunas personas por naturaleza buscan el honor, resultándoles más fácil trabajar este punto, ya que de lo contrario, la persona tendría que invertir mucho tiempo en yirha por el honor (porque el trabajo es mucho y el tiempo corto). Parece que la mayoría de las personas de nuestra generación prefieren trabajar mejor el yirha ha’onesh y el yirha por perfección, y no ahondar con el yirha por el honor.
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Por lo tanto, ahora trataremos con el yirha por shlemut, que es el temor a que por nuestros pecados carezcamos de shlemut – dvekut a Hashem. Primero, queremos recordar lo que escribe el Ramjal: “El shlemut verdadero es dvekut a Hashem”, después de lo cual, debemos entender que el pecado se opone evitando el dvekut; entonces, debemos anhelar fuertemente dicho dvekut. Cuando la persona realmente lo desea, puede temer no sea que no se cumpla su deseo, pero mientras no haya un fuerte deseo de cercanía a Hashem, no temerá por su falta.
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Presentamos un ejemplo: Una persona sale de su casa con la intención de asistir a la ceremonia nupcial de un amigo, a las 6:00 p.m., pero cuando va camino hacia la parada de autobús, ve que éste arranca y se va. Mientras mayor era su deseo de estar en esa boda, más disgustado estará de habérsela perdido. Lo opuesto también es cierto; mientras menor era su deseo de asistir a la boda, menor será su preocupación por no asistir.
Lo mismo se aplica aquí. Mientras más débil sea nuestro deseo de estar cerca y apegados al Creador, siendo un deseo únicamente intelectual, menor será nuestro temor al pecado. Porque, existe una diferencia fundamental entre el conocimiento en la mente y en el corazón. Todo aquél que haya estudiado la obra del Ramjal sabe que el propósito de la vida es la cercanía a Hashem, y que el pecado nos impide alcanzar ese objetivo, aunque esto podría ser sólo un conocimiento mental, que no inspire temor. Nuestra avodá es asegurarnos de que nuestro corazón desee estar cerca y apegado a Hashem, mientras más penetre esta idea en el corazón, mayor será nuestro temor al pecado, que obstaculiza el objetivo de cercanía y dvekut a Hashem. He aquí otro ejemplo: Mucha gente sabe que es muy importante conocer todo el Shas (Talmud), y aún así pierden mucho tiempo, porque su conocimiento es sólo mental, sin haberse convertido totalmente en el deseo de su corazón, el cual está lleno de muchos otros deseos. La persona debe lograr un estado en el cual todo su corazón no ansíe otra cosa, sino cercanía y conexión a Hashem y pensará sobre esto la mayor parte del día (salvo cuando estudia Torá, obviamente). Entonces, tratará de eliminar cualquier obstáculo, y temerá debidamente al pecado, lo cual se realiza en tres etapas: (1) La persona debe saber que todo el propósito de la vida es estar cerca de Hashem; (2) este conocimiento debe llenar el corazón y ser la búsqueda y el anhelo de su vida; y (3) debe saber que el pecado le impide lograr dicho objetivo, y entonces, le temerá muchísimo.
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Estas ideas no son necesariamente independientes, es posible que tengamos un gran deseo de estar cerca y apegado a Hashem, y sin embargo, no sentir que el pecado se oponga a ello. El hecho de que el pecado impide la cercanía a Hashem no está manifiesto, ni todos lo sentimos; sólo es algo que aprendemos, y es por eso que también debemos esforzarnos en esta área, además de anhelar la cercanía a Hashem, debemos sentir que el pecado impide y contradice el logro de anhelo y el objetivo de nuestra vida. Esto en sí, es una prueba para el hombre, porque si cuando peca sintiera que ha perdido el grado de cercanía a Hashem que había logrado, sería fácil evitar el pecado, pero la voluntad de Hashem es que la persona también se esfuerce en sentir esto, y es algo que no viene naturalmente.
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Ahora pasaremos al avodá para adquirir estas ideas. Ya conocemos el primer punto, de que el propósito de la vida es la cercanía a Hashem y dvekut a Él. Ahora, trataremos de explicar como debe la persona adquirir este conocimiento de manera que el corazón lo sienta siempre y gradualmente llene una gran parte de sus sentimientos; esta avodá de adquirir la verdadera voluntad es la raíz de todo. “No hay nada que se interponga ante una voluntad sólida y verdadera”; pero cuando es débil, toda la estructura carece de fundamento. Por lo tanto, la persona debe buscar tener la verdadera voluntad de estar cerca de Hashem, y no simplemente decirlo. (Esto se aplica a cualquier cosa sobre la que trabajamos; realmente debe querer lograrla. Ahora, tratamos con la raíz de todas las voluntades, la mayor de ellas, que es estar cerca y apegados a Hashem). Eso no significa que esa persona no tiene voluntad de estar cerca de Hashem, sino que no es lo suficientemente fuerte; toda la estructura depende de ese punto. Si no queremos de verdad, sino que solo queremos querer, carece del fundamento conocido como ratzon (voluntad), siendo toda la estructura débil. Generalmente, el fracaso de mucha gente radica en el hecho de que carece de una voluntad férrea para continuar y avanzar. (Este es siempre el caso, cuando la persona está en cierto nivel, y no puede avanzar, es porque su voluntad estaba fuerte hasta ese nivel, pero después se debilitó). Por lo tanto, el principio del avodá de la persona es la continua motivación de su voluntad.
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¿Cómo podemos reforzar nuestra ratzon? El Zohar dice: “Si el cuerpo no está ligero, debe ser golpeado”. En otras palabras, la ratzon está oculta debido a el materialismo y el control que ejerce el cuerpo sobre el alma, y el cuerpo debe ser golpeado y purificado, aunque esta avodá de ayunos y auto aflicciones no es apropiada para la mayoría de las personas de nuestra generación, como ya está escrito en los sefarim hakedoshim desde hace 200 años aproximadamente, por lo cual no trataremos mucho este punto. Existe otro método, la reclusión, adoptado por muchos tzadikim (personas justas). Durante sus momentos de reclusión, gritaban y se culpaban por su falta de voluntad del ratzon verdadero de acercarse a Hashem, haciéndolo una y otra vez hasta que sus corazones se abrían un poco, lo cual tampoco es sencillo. Porque antes, debemos saber como gritar desde lo más profundo del corazón, y no de la mente. Además, necesitamos fortaleza interna y esfuerzo personal, de manera que podamos culparnos sinceramente, los menos fuertes, puede que no se culpen sinceramente, o podrían desanimarse y caer en la tristeza y la amargura, pues, indudablemente, nadie puede crecer estando triste y sintiéndose bajo como un animal.
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Lo más apropiado para nuestras almas es destinar un lugar vacío y tranquilo, donde podamos hablarle a Hashem con nuestras propias palabras, como por ejemplo, podríamos decir: “Amo del Universo, Tú sabes que quiero estar cerca y apegado a Ti, pero mi voluntad es muy débil. Sé que todo mi propósito es estar cerca y apegado a Ti, y que ello depende de que realmente lo desee, pero ahora en mi situación que no lo quiero mucho, me resulta imposible lograr acercarme a Ti. Por favor, Amo del Universo, ayúdame, implanta en mi corazón la verdadera ratzon de estar cerca de Ti, de manera que lo desee de verdad”. De este modo y según nuestra capacidad, tendremos una conversación personal con Hashem todos los días. Este método tiene dos grandes ventajas: (1) El discurso en sí inspirará la ratzon; y (2) por estar rezando, Hashem escuchará nuestra plegaria y nos ayudará a desear realmente estar cerca de Él. Si nos empeñamos e insistimos en esto durante mucho tiempo, pidiendo constantemente tener la ratzon de estar cerca de Hashem, seguramente que nos otorgará la ratzon de verdad.
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Si no podemos hacer ni siquiera esto, debemos escuchar frecuentemente a un tzadik que hablé desde su alma, y continuar escuchándolo hasta que se despierte en él el deseo de acercarse, aunque debemos llegar al punto de poder inspirarnos solos, puesto que la inspiración externa carece de permanencia. Ahora tenemos tres posibilidades: (1) Inspirarnos mediante ayunos y auto aflicción y culpándonos por carecer del suficiente deseo de estar cerca de Hashem; (2) diariamente rogarle muchas veces a Hashem para que nos ayude a adquirir la verdadera ratzon; y (3) escuchar las charlas de un tzadik hasta quedar inspirado. Cada persona debe elegir el método más apropiado para despertar su alma a desear realmente estar cerca de Hashem. Mientras no exista una verdadera ratzon, la estructura del avodat Hashem es inestable. Este es todo el fundamento; Si existe verdadera ratzon de estar cerca de Hashem, hay una base; de lo contrario, jas veshalom, falta la base, poniendo en peligro toda la estructura. Debemos tener mucho cuidado con esto.
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Daremos un ejemplo a lo anterior: Un verdadero sirviente de Hashem no pierde ni un momento; está totalmente involucrado en el estudio de la Torá, avodá, y actos de bondad. Para un extraño, esto parece imposible. ¿Cómo podemos vivir con tal presión? La respuesta es que mientras no exista verdadera ratzon, de hecho, es una presión, porque va en contra de la voluntad de la persona; pero cuando ésta es la ratzon de la persona, mediante ello cumple su voluntad, eliminando toda sensación de presión.
El principio es que la persona comience su avodá deseando realmente que su ratzon de estar cerca de Hashem sea fuerte y verdadera, y cuando tenga el mérito de recibir internamente la esencia de la ratzon, encontrará placer en cumplirla. Hay dos etapas: Primero, debemos verdaderamente desearlo con una ratzon fuerte y verdadera, aunque en ese punto la ratzon aun no se haya cumplido, por no haber tenido aún el privilegio de deleitarse en Hashem, después de lo cual podrá cumplir la ratzon que es el placer de “deleitarse en Hashem”. Sin embargo, primero debemos pasar por la etapa del deseo incumplido, y si realmente lo deseamos, prácticamente cada instante, finalmente llegaremos a la esencia interna de la ratzon, que es deleitarse en Hashem.
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Después de lograr el mérito de adquirir una fuerte ratzon de estar cerca de Hashem, posiblemente se manifieste dentro de nosotros el verdadero temor al pecado, porque tememos a quedar separados de nuestro Creador. Esta forma de avodá fue antes explicada. Primero, debemos rezar mucho para que tengamos el mérito de sentir ese temor y apartarnos del pecado. Además, debemos poner todos nuestros sentidos en la avodá, parándose al lado de un objeto ajeno y decir (primero para nosotros mismos, y después para Hashem): Podría tomar este objeto, entonces, ¿por qué no lo hago? Porque entonces me distanciaría de mi Creador, jas veshalom, y yo deseo estar cerca de Él”. Deberíamos utilizar muchos ejemplos prácticos de diferentes maneras, y también acostumbrarnos a examinar cada acto, reflexionar, y luego decir: “Este acto me acercará a Hashem, pero éste, jas veshalom, me distanciará de Él”. Así debemos pasar todo el día, siempre pensando y revisando si determinado asunto nos acercará, o alejará de Él. Mediante el pensamiento continúo, los conceptos se arraigarán gradualmente en nuestro corazón, y que estemos toda la vida buscando maneras de acercarnos a Hashem. Por supuesto que se despertará en nosotros el temor y temblaremos y temeremos a cualquier cosa que nos aleje de nuestro Creador. Quien insista en este pensamiento, podrá merecer que su corazón esté, en gran parte, lleno de la búsqueda por la cercanía a Hashem.
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Otro principio para adquirir yirha es que debemos ser puros y tranquilos, no hablar en voz alta, pues es lo opuesto de la vergüenza y el yirha. La persona debe acostumbrarse a ser refinada y actuar tranquilamente, sin prisa, ni ruido, impedimento para adquirir yirha. Este es un tema largo, pero no cabe aquí ampliarlo.
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Después de adquirir el nivel de yirha por la perfección (tercer nivel), está el yirha por la grandeza de Hashem (cuarto nivel) y el yirha al pecado (quinto nivel), en los cuales debemos sentir estar delante de Hashem, pero para esto, antes debemos trabajar la cualidad del ahavá (amor). En Mesilat Yesharim se encuentra en este mismo orden: Primero jasidut, y luego yirha. Por lo tanto, ahora pasaremos a explicar y trabajar el tema sobre ahavá a Hashem.
6- Ahavá – Amor a Hashem
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Amar a Hashem es un precepto positivo de la Torá, como está escrito: “Amarás a Hashem, tu D-s, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todos tus medios”. (Devarim 6:5), indicándonos que todos estamos obligados a amar a Hashem. El pasuk menciona tres niveles de amor: corazón, alma, y medios. Los sefarim hakedoshim explican que existen dos tipos de ahavá: (1) Amor condicional; y (2) amor incondicional. El amor condicional significa que amamos porque recibimos algo a cambio, pero cuando esa causa deja de existir, el amor se acaba; por otra parte, el amor incondicional es intrínseco.
El valor numérico de ahavá es como el valor numérico de ejad (uno). Aprendemos que esta ahavá emana de la unidad interna entre el amante y el amado. Los gentiles aman condicionalmente, y por cuanto que ellos son agradecidos, aman a quienes les dan. El amor incondicional al cual nos referimos, sólo se encuentra entre el pueblo judío, porque dicho amor es unidad con el Amado, y sólo el pueblo judío está unido a Hashem (“Israel y Hashem son Uno”), y por eso pueden sentir este amor interno; por otra parte, los gentiles, por estar apartados de Hashem solo pueden amar condicionalmente. La Guemará dice en (Pesajim 8 a) que quien da una moneda a un pobre con la condición de que a través de este acto se salve la vida de su hijo, si éste es judío, su acto tendrá valor, porque aunque su hijo no viva, estará feliz de haber dado, porque muy en el fondo, quiere dar sin recibir, lo cual es un amor incondicional. Pero en el caso de un gentil, si su hijo muere, no existe ninguna causa específica para dar, el amor se acaba, y ya no le interesa dar. Está claro que cuando trabajamos por obtener el atributo de ahavá, antes debemos adquirir el ahavá condicional, y luego, trabajar por obtener el incondicional. El alma judía contiene ambas cualidades, amor condicional e incondicional, teniendo la persona que desarrollar el máximo de su potencial. Primero, debe descubrir en su alma el amor condicional, y luego el incondicional. (Hay individuos con ahavá intrínseco congénito ya manifiesto. Con ellos es diferente, ya que por estar manifiesto, pueden trabajar con el inmediatamente).
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Con respecto al tema del amor condicional – para tener este tipo de ahavá, debemos conocer a quien nos da algo, y si piensa que ese algo le pertenece naturalmente, no inspirará ahavá en él. Por ejemplo, si Rubén le regala algo a Simón, y Simón piensa que Rubén sólo está devolviendo algo que pidió prestado, entonces el objeto no tiene la fuerza de despertar en Simón amor por Rubén. Lo mismo sucede con nuestro amor hacia el Creador. Antes que nada, hemos de reconocer los beneficios que Hashem nos brinda, y luego podremos amar a nuestro Creador condicionalmente; por ello, antes debemos meditar y encontrar las áreas y métodos en los cuales Hashem nos otorga Su bondad.
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La avodá de la persona es ver y entender que nada es suyo, y que todo lo que posee se lo dio Hashem. No es suficiente tener el conocimiento de que Hashem nos da muchos regalos y es bondadoso con nosotros, sino que debemos aceptar que todo procede de Él, y que todo lo que posee es sólo una expresión de Su bondad, como por ejemplo: Una persona compra una casa, y después de algunos años, ésta se valoriza, obteniendo una enorme ganancia. La persona podría simplemente pensar que Hashem fue bondadoso al darle esa ganancia, pero que no es suficiente. Éste debe pensar que la misma idea de comprar esa casa fue un regalo de Hashem. En otras palabras, no sólo las adquisiciones materiales y los placeres, sino cada pensamiento y sentimiento, y cada aspecto del cuerpo y el alma son regalos de Hashem. Todas las buenas ideas que llegan a nuestra mente proceden de Hashem, y así sucede hasta con el más mínimo detalle. Primero, la persona debe mirar las cosas “grandes”, como el dinero y los hijos; luego, ver que todo su ser, incluyendo sus pensamientos, sentimientos, y movimientos, sin excepción, son regalos y expresiones de bondad del Creador, Bendito Es Su Nombre.
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Debemos tener en cuenta que en esto hay dos partes: (1) Eliminar la idea de que pensamos y obtenemos todo por cuenta propia; y (2) la percepción de que todo viene de Hashem. La avodá de la persona es inculcar estos dos. Estamos acostumbrados a correr sin pensar en lo que hacemos, y por naturaleza humana creemos que somos muy listos, perspicaces, e inteligentes, es por eso que debemos detenernos y pensar en cada detalle: “¿De dónde recibí esto? ¿Es el resultado de mi capacidad, o de Hashem?” La persona generalmente piensa que tiene “ayuda de Hashem” – que él hace la mayor parte del trabajo, pero Hashem ayuda. Eso no es en absoluto cierto. Aunque nuestro esfuerzo sólo llega de la Energía de Hashem, los pensamientos positivos y la energía para trabajar y adquirir son regalos Suyos. El esfuerzo conocido como hishtadlut (esfuerzo personal necesario) obtiene su energía y la sabiduría y planes correspondientes de Hashem. Entonces, todo, es un regalo de Él
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Ahora ilustraremos como la persona puede adquirir el conocimiento de que todo procede de Hashem. Debemos sentarnos en un lugar tranquilo y pensar: “¿Quién me dio mi esposa? ¿Cómo la obtuve? ¿Fue producto de mi propia fuerza y sabiduría? ¡Por supuesto que no! Sólo Hashem me la dio; mi sabiduría y todo lo que tengo es sólo de Hashem”. De este modo, debe considerar un detalle tras otro. Si está contento con la adquisición de la casa donde vive, pensará: “¿Quién me dio esta casa? ¿La encontré gracias a mi sabiduría, o Hashem me la mandó? De este modo, debe entrenarse a considerar detalle tras detalle, repasando todas sus posesiones durante un largo período de tiempo, día tras día. Antes lo pensará en su mente, y después lo pronunciará con su boca. Primero debe hablar en tercera persona – “Hashem me dio”, después en segunda persona: “Tú me diste”. La manera de hablar en segunda y tercera persona, fueron descritas anteriormente. La persona continuará con este proceso hasta entender y sentir que las cosas no le vienen por su propia fuerza. Aun cuando haya empleado sabiduría e inteligencia, también son regalos de Hashem, Quien los puso en el hombre. No debemos tener ningún ego en esto, somos simplemente guardianes de los objetos, nada nos pertenece, sino que todo lo que tenemos, bien sea cuerpo, dinero pensamiento, habla, sentimientos y demás, son de Hashem.
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Cuando la persona tiene el privilegio de pensar así, ha llegado al nivel de sentir “¿y qué somos nosotros?” (Shemot 16:7) Siente que nada le pertenece, y que todo es del Creador. Esto no es sólo el deseo de ser humilde; sino, la percepción de la existencia, tal cual es. Todo le pertenece a Hashem, y el hombre es simplemente el guardián de la sabiduría, el dinero, los hijos y cualquier otra cosa que tenga.
La persona debe acostumbrarse a esto una y otra vez, viendo que durante toda su vida no será más que un guardián de las pertenencias de Hashem. Los hijos no son suyos, sino que le fueron entregados por Hashem en custodia; igual sucede con la sabiduría, y el dinero, entonces no podemos pensar que algo es “mío”, sino que todo pertenece a Hashem y todo procede de Él. Si algo es “mío”, significa que Hashem me lo entregó en custodia para servirlo, pero nada más.
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Cuando la persona siente que todo lo que posee es un regalo del Creador, debe preguntarse: “¿Para qué me dio Hashem cada cosa? Porque me ama. Todos estos regalos son expresiones de Su amor por mi”. De este modo, debe detenerse y pensar, y luego decir: “Amo del Universo, ¿quién me dio este objeto? ¡Fuiste tú! ¿Por qué me lo diste? Porque me amas”. Debe discutir cada detalle, mencionando cada vez el amor de Hashem, hasta que la idea de que Hashem lo ama se fije en su corazón, debiendo repetirlo pacientemente miles de veces, y decenas de miles de veces, con simpleza, concentración y tranquilidad.
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Después de que la persona ha adquirido ahavá condicional en su corazón, su avodá será adquirir el ahavá incondicional. Ya dijimos que este atributo está profundamente arraigado dentro de nosotros, porque “Israel y Hashem son uno”. (Por supuesto, esto únicamente puede ser comprendido por el alma, no por el cuerpo). Como tal, toda la esencia de este ahavá es revelación de la esencia interna de alma judía. Para poder alcanzar ese nivel de ahavá intrínseco de manera sólida y no simplemente recoger pequeños fragmentos de éste, toda nuestra vida debe girar en torno a Hashem. Todos nuestros pensamientos deben estar enfocados en Él (salvo cuando estudiamos Torá, como mencionamos anteriormente). Todos nuestros pensamientos deben estar dirigidos a la existencia de Hashem y al hecho de que él está con Él, como también mantener conversaciones con Hashem, de manera que Él sea siempre el centro de toda su vida. De este modo, experimentará la revelación de “Hashem e Israel son uno”, pero esto sólo es posible después de haber cumplido exitosamente los pasos discutidos hasta este punto. Entonces, tendrá el corazón puro y limpio, y Hashem residirá en él, y todo su ser estará apegado a Hashem desde lo profundo de su corazón, y por haber eliminado los pensamientos sobre las vanidades del mundo, y estar totalmente inmerso en pensamientos sobre Hashem, no habrá barrera que impida la revelación de Hashem en su corazón. Este tema es muy amplio, y sólo lo hemos visto como una gota en el mar; sin embargo, hemos tratado al menos de hacerlo entender en cierta medida, y desarrollar la capacidad de encontrar el camino que le permita vivir siempre con Hashem, teniendo constantemente el mérito de conversar con Hashem con simpleza, sintiendo que está con él, y vive en su interior. Cuando la persona tiene el privilegio de alcanzar ese nivel, podrá recordar casi en todo momento que está delante de Hashem, y aunque se olvide, lo recordará inmediatamente. Afortunado es aquél que toda su vida está estrechamente apegado a Hashem, siendo ése todo su modo de vida.
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El camino interno (contrario al camino de la acción) para despertar en nosotros la cualidad del amor incondicional requiere meditación y hablar (sacar de la boca). Debemos meditar bien sobre la naturaleza del amor incondicional, pensar sobre ejemplos en este mundo, y reflexionar sobre la esencia espiritual de las cosas. Debemos hacerlo así hasta que las ideas estén bien fijas en nuestro pensamiento, y tengamos plena fe en la existencia de un amor inherente entre Hashem y el pueblo judío, después de lo cual sigue la valiosa y maravillosa avodá de la palabra, en la cual elegimos pesukim que se refieren al amor de Hashem hacia el pueblo judío y el amor de éste hacia Hashem. Alternadamente, podríamos elegir palabras propias, según nuestra capacidad de expresión, repitiendo muchas veces cada frase, durante media, una hora, o más, cada quien según su nivel. Esto debe ser pronunciado y sentido en el corazón, y no solo pensado, debiendo insistir durante mucho tiempo, y así, nuestra alma estará llena de llamaradas de fuego por amor a nuestro Creador.
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Esto debe realizarse con tranquilidad, calma, y fuerza interna. La pasión debe ser interna, no externa, pues esta última es sólo excitación, y no es lo que precisamente penetra la barrera que cubre el alma. La pasión debe ser interna, Sólo las “llamaradas de fuego” (Shir HaShirim 8:6) pueden romper la barrera del corazón de piedra que evita que se revelen los sentimientos del alma. Cuando esto se hace con tranquilidad y pasión, e insiste durante largo tiempo sin fallar, seguramente que Hashem aceptará su esfuerzo y eliminará cualquier barrera que nos impida sentir realmente el amor incondicional.
Este camino es conocido entre los sirvientes de Hashem, y no es algo novedoso. Además, está parcialmente escrito en el libro Yesod VeShoresh Ha’Avodá, y ha sido probado muchas, muchas veces. Sin embargo, esto está sujeto a la condición de que nuestra avodát Hashem sea sólida, sin que nos engáñemos en lo absoluto.
7- Cercanía a Hashem
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Después de que la persona ha logrado el privilegio de que su alma sienta sinceramente el amor mutuo entre él y Hashem, tanto el amor condicional como el intrínseco, su avodá es lograr el punto interno y el propósito del avodat Hashem, que es la cercanía y dvekut a Hashem.
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Antes que nada, la persona debe fijar profundamente en su mente una fe fuerte de que Hashem realmente está en todas partes, lo cual puede lograrse bien sea a través de simple meditación basada en la fe incuestionable de las palabras de Jazal, o, en caso de necesitarlo nuestra alma, mediante el estudio de la sabiduría interna de la Torá, que trata y explica este tema. En cualquier caso, la avodá de cada persona es fijar esto en su mente con fe completa de que la verdad absoluta es que Hashem siempre está a su lado, debiendo repetir muchísimas veces las palabras del Rama al comienzo del Oraj Jaim, tomada del Rambam en More Nevujim. También debe leer el capítulo sobre Yirha hajet (cápitulos. 24-25) del Mesilat Yesharim, repasándolas literalmente miles y decenas de miles de veces y más, hasta que se fijen fuertemente en su mente. En sus tiempos libres, como cuando camina por la calle o espera por algo, debe acostumbrarse a repasar mentalmente este asunto, especialmente, de que Hashem está a su lado; mientras trabaja sobre esto, no debe dedicarse a ningún otra avodá. Al levantarse, caminar, y en todo momento, igualmente, deberá habituarse a recordar esto a su alma, hasta que quedé grabado en su mente, en forma natural y lo recuerde a intervalos muy cortos. Esta avodá debe ser realizada, tanto mental como verbalmente, diciendo: “Hashem está a mi lado”, y así por el estilo, cada persona según su modo de expresión; lo más importante es que siempre recuerde que Hashem está a su lado, tanto mental como verbalmente. Sin esta avodá, la persona sentirá que Hashem está sólo en las alturas Celestiales, mientras “Yo” estoy en la Tierra. Pero ésta no es la verdad. Hashem siempre está en todas partes, y al lado de cada persona. Mediante esta avodá, la persona puede eliminar la idea errónea de que Hashem está solamente en el Cielo.
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Una vez que la persona haya merecido tener fijamente en su mente el pensamiento de que Hashem está siempre a su lado, entonces estará en capacidad de realizar un tipo de avodá sumamente elevada, significando que no vive con Hashem como “Él” – algo oculto, sino como “Tú”. En otras palabras, aunque la persona crea que Hashem está a su lado, no obstante, podría referirse como Él, como si estuviese oculto, “pues ningún ser humano puede verme y vivir” (Shemot 33:20). Puesto que ningún ser Lo percibe, entonces se siente como oculto, como “Él”, pero nuestros maestros dijeron: “Él está oculto de sus intelectos, aunque manifiesto en sus corazones”. En otras palabras, aunque se encuentre oculto del intelecto humano, sin que pueda ser percibido por la mente, está manifiesto en los corazones del pueblo judío, como dice el versículo: “Hashem es la fortaleza de mi corazón y mi destino” (Tehilim 73:26). La persona puede sentir en su corazón que se relaciona directamente con Hashem. Esta es la profundidad de la esencia interna de la avodá de la persona en este mundo – vivir con Hashem, siempre relacionándose directamente con Él.
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Primero debemos inculcar en nuestra mente y corazón que ésta es la verdadera vida interior, como está escrito en la Guemará al comienzo de Oraj Jaim: “Toda la grandeza de los tzadikim es este conocimiento”. Debemos fijar en nuestra mente y corazón que toda nuestra participación en la Torá y las mitzvot, con todos sus detalles y menudencias, así como también todo esfuerzo espiritual y material, es únicamente con la finalidad de llevarnos a un modo de vida con Hashem, relacionándonos con Él literalmente cada instante.
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Después de que la persona ha esclarecido que esta es la verdadera vida interna, debe entrenar sus pensamientos y palabras para dirigirse a Hashem, en segunda persona (“Tú”) en cualquier oportunidad: al caminar, al despertar, y así por el estilo. Mientras hace cualquier cosa, debe dirigirse a Hashem, diciéndole: “Tú”, y rezar y pedirle Su ayuda. Esto no es precisamente por la plegaria en sí, sino para acostumbrarnos a dirigirnos siempre a Hashem como “Tú”, es decir, la tefilá es un medio para conectarnos con Hashem en forma de “Tú”.
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Independientemente de la plegaria, debemos acostumbrarnos a decir cosas como: “Tú, Hashem, estás conmigo”; “Tú estás cerca de mí”; “No estoy solo aquí, pues Tú estás conmigo” (“También cuando caminaré por el valle de tinieblas, no temeré al mal, porque Tú estás conmigo” [Tehilim 23:4]). Debe emplear diferentes términos, según la ocasión, debiendo las palabras tener en común que mediante ellas se concentrará en el hecho de que Hashem está realmente presente a su lado. Debe repetir esto muchas veces, tanto durante breves momentos libres, como durante tiempos fijos, continuando durante mucho tiempo, meses, y años. De este modo, eliminará lo que lo separa del Creador, y sentirá siempre que Hashem está con él. Su vida estará enfocada en esa idea, y cualquier acto estará dirigido hacia esa realidad. Este avodá no lo apartará de sus otros deberes sagrados, bien sea su estudio de Torá, la plegaria y los actos de bondad. Entenderá que el propósito de todo es el conocimiento de la cercanía a Hashem, apegándose siempre a esta relación directa, sin olvidarla siquiera por un instante (salvo cuando estudia Torá). Continuará así durante el resto de su vida, hasta el día de su muerte, mereciendo estar apegado y “envuelto en el vínculo de la vida” – en otras palabras, con Hashem – tanto en este mundo como en el venidero, pudiendo decir de sí mismo: “Todos mis días, solo estuve apegado a Hashem” (Zohar 3:288a), y será una persona totalmente apegada al D-s Viviente, la Fuente de Vida del Universo.
Detrás de todo esto se encuentra el aspecto más elevado del hitjalelut (integración) en el Infinito, sobre lo cual dice: “Le habló boca a boca”, aunque es imposible explicar por escrito su significado.
Debemos saber que esta avodá no es tan difícil como puede parecer a muchos al principio, sino que es cuestión de hábito. Si nos acostumbramos a seguir las instrucciones simplemente con consistencia, lograremos definitivamente el mérito de vivir de este modo.
8- Hitjalelut – Integración en Hashem
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Después de que la persona ha merecido realmente sentir a Hashem a su lado, su avodá es estar mitjalel (integrado, absorbido) a Él, el Infinito, como dice: “Yo soy Suyo”. (Más profundamente, deberá integrar en Él todas las creaciones). En sentido general, esto posee tres apectos.
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El primer aspecto es la percepción desde el fondo del alma de que el ser creado, el “Yo” por decirlo así, es parte de Él, como está dicho: “Y Su pueblo es posesión Suya”. (Devarim 32:9) Jazal también dijeron: “Hashem e Israel son uno” (Zohar 3:73a), y también: “La creación es como un saltamontes cuya vestimenta forma parte de su cuerpo”. Hay muchos otros enunciados de esta naturaleza, todos los cuales indican la profundidad de este concepto que la creación, por así decirlo, es parte de Él, Bendito es Su Nombre.
Aunque muchos personajes importantes trataron de explicar la profundidad de esto de muchas maneras diferentes, en su esencia, es un secreto, más allá de ser entendido por los seres creados. (Así como no puede entenderse el Infinito, tampoco podemos entender cual es parte de éste, por así decirlo. Reflexionemos profundamente al respeto, pues para el entendido bastan estas palabras). Por lo tanto, apegarse hasta tal punto no se logra mediante el entendimiento y el escudriñamiento intelectual, sino mediante una fe absoluta en Hashem y en las palabras de nuestros Sabios. Cuando frecuentemente conectamos nuestro pensamiento a esto, (sin intentar entender, sino mediante simple fe en el concepto), pronunciándolo verbalmente, de manera que este asunto esté regularmente en su mente y lengua, su grado de mitjalel será hasta este punto, y se sentirá parte de Hashem.
Repito y advierto que esto no debe tratar de intelectualizar en lo absoluto, porque no puede ser entendido. “Si su corazón corre” – presunción del corazón de tratar de entender – “regrese a su lugar” (Sefer Yetzirá 1:7), refiriéndose a la necesidad de fe simple en el asunto, hasta que sea entendido y revelado por el sentimiento del corazón, no mediante el consciente.
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El segundo aspecto, más elevado que el primero, es que debemos eliminar todo pensamiento ego centrista. Durante el primer aspecto, la persona está involucrada con su “Yo”, aunque no lo ve como un ente hacia sí mismo. Estoy yo y está el Creador, y yo estoy cerca y apegado al Creador, pero siento que soy parte de Él, por así decirlo” Aquí hay un envolvimiento con el yo, aunque éste es un yo que es parte de Hashem. En el segundo aspecto, no hay nada involucrado con el yo (más que el exigido por la Torá), sino sólo con Hashem. Cuando la persona comienza a pensar sobre sí mismo, bien sea sobre una cualidad positiva o negativa que posea, bien sea de grandeza o humildad, debe eliminar el asunto de su mente, y volver a conectar sus pensamientos con Hashem, sólo tratando lo necesario con el yo para cumplir la Torá y realizar una rendición de cuentas espiritual diaria por un tiempo determinado. Aparte de eso, no debe tratar el yo en absoluto, sino sólo con su Creador.
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En un sentido más profundo, ignorar el yo significa ignorar todas las creaciones, porque éstas son grandes manifestaciones del yo (porque el mundo es un microcosmo); mejor dicho, sólo estamos involucrados con el Creador; pensamos en los seres creados únicamente como necesarios para realizar actos de bondad y otros. En esta etapa, no estamos agarrados por, ni atentos a nuestro “yo”, por el contrario, nuestra alma está llena de Hashem. Si regularmente dejamos de pensar en las creaciones y pensamos en Hashem, sin pensar en ellas, sino en Hashem, nos liberamos del apego a las creaciones en general y el “Yo” específicamente, mereciendo ser absorbidos en Hashem. Este nivel es más elevado que el dvekut, porque con éste, el “yo” está apegado a Hashem. Sin embargo, en este nivel, no estamos involucrados con el “yo”, sino sólo con Hashem. Esa es la absorción. Las cosas existen basadas en la percepción de los recipientes (creaciones), y cuando el recipiente no está involucrado, ni apegado a nada, es como si no existiera. Cuando la persona elimina sus pensamientos y el apego al “yo” y piensa en el Creador, el “yo” no existe. Entendamos esto, pues estas palabras son muy, muy profundas.
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Este aspecto tiene dos partes: (1) Contemplar la grandeza del Creador, Sus actos, y así consecutivamente; y (2) pensar sobre Su esencia. En esta parte, no puede haber meditación, sino más bien el simple pensamiento sobre la existencia del Creador, siendo este nivel más elevado que el anterior. Cuando la persona mantiene estos pensamientos constantemente, se puede aplicar el conocido principio que dice que la persona está donde están sus pensamientos. Estamos absortos en el objeto de nuestro pensamiento, y cuando pensamos únicamente en la existencia del Creador, estamos, por así decir, realmente absortos en Él. Para el entendido, estas palabras son suficientes. Debemos entender que esto significa despojarnos de ideas complejas y estar unidos a Hashem.
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El tercer aspecto es el apego al concepto de “Literalmente no existe otro más que Él”, explicado por los sefarim hakedoshim, el cual debemos estudiar para entenderlo en profundidad. Esto debe satisfacer al entendido.
Todo lo dicho sobre estar mitjalel en Hashem ha sido mencionado con extrema brevedad. Los grandes personajes de la generación, quienes buscan la perfección total, necesitarán una explicación más larga y detallada. Nuestro único propósito ha sido exponer una chispa de esta gran luz, similar a las palabras expresadas por nuestros Sabios (Bereshit Rabá 39:1): “El Dueño del Palacio lo observó”. Esta clase será suficiente para el entendido.
Fin, pero no completo.
Con la ayuda de Hashem, continuaremos ampliando sobre estos temas.