Prefacio del Autor

Tu misión en la vida requiere conocerte a ti mismo así como también a tu Creador. El conocimiento sobre uno mismo es sólo un camino intermedio para alcanzar el conocimiento sobre el Creador, que es el objetivo final.

¿Cuál de ellos debería alcanzarse primero? Lógicamente, el auto-conocimiento debería preceder el conocimiento sobre el Creador. Sin embargo, a nivel práctico hay un enfoque que comienza con el auto-conocimiento y otro enfoque que comienza con el conocimiento del Creador[1]. Cada uno de ellos tiene sus ventajas.

Si uno precediera el auto-conocimiento al conocimiento del Creador estaría utilizando un método firme y sólido. Por otro lado, mientras uno esté focalizado en adquirir auto-conocimiento, vivirá sin la relación con su Creador y su vida carecerá de vitalidad interna. Además, existe la posibilidad de que invierta toda su vida en el auto-conocimiento sin haber desarrollado el conocimiento sobre el Creador, como vemos que ocurre con algunas personas que se dedican al trabajo espiritual. Si uno realmente comenzara a percibir la presencia de su Creador, aunque sea esporádicamente, su alma demandaría cada vez mayor y mayor conocimiento del Creador y no sería capaz de fijar objetivos por años hasta que logre conocerse a sí mismo por completo.

Por otra parte, si uno precediera el conocimiento del Creador al auto-conocimiento, se parecerá al que construye un segundo piso sin tener primero la planta baja. Esto lleva habitualmente a perder contacto con la realidad y a relacionarse mal con el mundo que nuestros ojos físicos ven. No sólo nunca alcanzará un genuino conocimiento del Creador sino que por carecer de la piedra fundamental del auto-conocimiento, se expondrá a sufrir de inestabilidad emocional. Vivirá sólo en el cielo pero no en la tierra, en una ilusión muy lejana a la realidad.

Por esta razón, Da Et Atzmecha (“Conócete a ti mismo”) es una buena introducción a los libros Bilvavi. Cuando pienses sobre quién eres, deberás poder filtrar las capas externas que no forman parte del verdadero “tú”. De otro modo, el “tú” que intentarás conectar con Hashem no será el “tú” verdadero sino una falsa auto-imagen formada de la combinación de varios elementos. Sólo luego de remover todo el ruido interno y la fachada que contamina el concepto que tienes de ti mismo podrás comenzar el trabajo de llevar al auténtico “tú” a un acercamiento verdadero con Hashem.

De este modo, cada enfoque tiene sus ventajas y desventajas. Cada persona deberá entender estas ventajas y desventajas y poseer una medida adecuada de auto-conocimiento que le permita decidir qué enfoque es el más apropiado para su alma. Un verdadero buscador de la verdad será guiado por el Maestro de la Verdad para que elija qué enfoque adoptar primero y cuál después. Decimos “primero” y “después” porque la auto-perfección requiere tanto auto-conocimiento como conocimiento del Creador.

Quien decida comenzar con el auto-conocimiento deberá dedicar al menos algunos minutos diariamente para lograr conocimiento del Creador. Inversamente, quien decida comenzar con el conocimiento del Creador deberá dedicar algunos minutos diariamente para alcanzar el auto-conocimiento.


Parte 1: Viaje hacia el ser interior

Introducción
Nuestros Sabios, de bendita memoria, dijeron “Sabio aquel que es cuidadoso con sus palabras” [2]. En un nivel simple esto se relaciona con la palabra “zehirut” (precaución), pero también se relaciona con la palabra “zohar” (resplandor). Esto implica que uno debería irradiar luz y ser claro al expresar una idea. Deberá intentar hacerlo de manera clara y brillante, no como una brasa apagándose que no da suficiente luz.

Las ideas que aparecen en las páginas siguientes son entendibles desde muchas perspectivas distintas. Explicaremos la raíz de lo que será discutido.

A nivel general, se puede decir que hay dos tipos de avodá (trabajo espiritual): el primero es discutido en el Shulján Aruj (Código de Ley Judía)[3] basado en el pasuk “en todos tus caminos deberás conocerlo” [4]. Esto demuestra cómo hay que servir a Hashem (D’s) en cada situación. Ciertamente, si uno se dirige en todos sus actos a servir a su Creador, perfeccionará de este modo su comportamiento.

Hay mucha gente que evade este camino y decide que no está en ese nivel – por el momento. Por lo tanto, hay un camino que no dirige inicialmente todas las acciones a servir al creador. En lugar de eso, muestra cómo construir una persona buena, balanceada y apropiada, funcionando dentro de las condiciones de este mundo y le revela el bien absoluto contenido en la Creación por su propio beneficio y necesidad. Después de que uno desarrolla su interior apropiadamente, el próximo paso será volver al primer camino en el que “en todos tus caminos, deberás conocerLo”.

Las ideas que serán compartidas aquí se presentarán dentro del segundo camino. La línea de pensamiento será hacer del individuo una persona buena, íntegra y apropiada.

Ya que el énfasis no será servir al Creador (por el momento), las ideas tratarán sobre apartarse a uno mismo del mundo material, separarse del mal que reside dentro de la persona y revelar la bondad espiritual Divina en la Creación. No trataremos específicamente con cómo servir al Creador como una persona sirve a un rey. En lugar de eso tomaremos el enfoque: “¿Cómo puedo cuidarme a mí mismo (tan poco espiritual como suena) e intentar construir mi propio mundo removiendo el mal de mí mismo y exponiéndome al bien contenido en mí?

Entiendo que como los lectores pueden haber oído otras ideas que contradigan a estas, pese a que no está mal, puede generar confusión entre varios conceptos.

Para entender a qué nos referimos con confusión de conceptos, tomemos un ejemplo hipotético de la vida diaria: una persona entra a un almacén y se lleva una leche sin pagar. El dueño le preguntará “¿Por qué no estás pagando por la leche?” El responderá “veo que usted es un judío que cuida Torá y mitzvot. Usted es plenamente consciente de que ‘El mundo se construye sobre bondad'[5] y que todo el propósito de la vida es la realización del bien. Por lo tanto, yo tomo un cartón de leche y no tengo intención de pagar por él para darle la oportunidad de realizar un acto de bondad”.

Este es un caso claro de confusión de conceptos. Si el dueño del almacén hubiera colgado un cartel en el negocio indicando “Por cuestiones de bondad, estaremos brindando leche gratuita para los necesitados”, entonces cualquier necesitado estaría bienvenido a venir y tomar. Pero cuando una persona ve un almacén o supermercado, debe entender que aunque el comerciante hace actos de bondad, el almacén opera para que él pueda ganarse la vida. Además de ganarse la vida, él también realiza actos de bondad. Pero ese no es el objetivo del negocio; el objetivo del negocio es ganarse la vida. No es un lugar para regalar leche, sino para venderla.

Así también, el alma tiene dos modos: uno es para servir al Creador, que es considerado el modo elevado, y el otro es para la vida diaria ordinaria.

Por lo tanto, cuando uno habla palabras de inspiración, el oyente debe cerciorarse del contexto: ¿Las palabras que escucha corresponden al modo de servicio al Creador o al modo de vida ordinaria, para la persona que busca una vida buena y significativa?

Cuando uno da un consejo para construir una vida buena y significativa y el oyente erróneamente lo relaciona con el servicio al Creador, aunque a veces en un acercamiento muy positivo, hay otras veces que puede ser contraproducente. Esto es porque el consejo no se presentó en relación con el servicio al Creador.

Si uno ya está preparado para vivir sirviendo al Creador, esta obra no está hecha para él. En este libro, nos referimos a un escalón menor, previo al servicio al Creador, para que la persona pueda contemplar su propia vida y encontrar el mejor modo de vivirla.

Por lo tanto, si uno intenta entender lo que vamos a decir y aplicarlo al servicio al Creador, una parte será entendida apropiadamente y otra parte será totalmente distorsionada.

Para dejar esto perfectamente claro, me referiré a un ejemplo de esta obra. En el sexto capítulo, hay sugerencias y métodos para permitirle a una persona evitar miedos internos y preocupaciones.

Si esto se hubiese presentado en el contexto del servicio al Creador, la discusión completa sería innecesaria. ¿Por qué? Porque este camino simple y absoluto requiere que la persona crea que todo lo que hace Hashem lo hace porque es lo mejor, y nada que suceda es contrario a nuestros intereses. Por lo tanto, no hay lugar para el miedo.

Cuando discutimos en ese capítulo cómo uno puede estar libre de miedo, nos referimos a alguien que todavía no está en el nivel de verdadero servicio al Creador, para que le provea soluciones para calmar sus miedos.

El pasuk (versículo) dice “Feliz es aquel que está siempre temeroso” [6]. Cualquier persona que lea esto sabrá que no se puede tomar literalmente. ¿Cómo puede ser algo positivo vivir con temor? ¿Puede una persona temerosa ser considerada feliz? Ciertamente, no.

La verdadera explicación es, como explicaron Jazal (nuestros Sabios de Bendita Memoria): “Esto se refiere a la observancia de la Torá” [7]. No se refiere a los miedos de este mundo, sino al miedo de que uno pueda no estar sirviendo apropiadamente a su Creador. Este el verdadero temor interno que uno debería tener.

En el capítulo mencionado anteriormente, que explica cómo lidiar con el miedo, no nos referimos al miedo que se refirieron nuestros jajamim en “Feliz es aquel que está siempre temeroso” sino al miedo negativo, que se relaciona con los temas materiales y nuestra vida diaria.

Por lo tanto, debe quedar claro desde un principio, que si uno está en el nivel en el cual toda su vida está totalmente focalizada en servir al Creador, debe estudiar otros pensamientos que están presentados de otra manera. Aquí le hablamos a la persona que está comenzando a considerar su vida profundamente, y que todavía no se da cuenta de que todo en la vida es para servir al Creador. En esta etapa de la vida, uno debe trabajar con las ideas que presentamos, y que con la ayuda de D’s, tendremos éxito.

Otro punto: estas ideas no pueden ser implementadas al mismo ritmo de su presentación.

Para ilustrarlo: una persona compra una serie de grabaciones que contienen cursos para aprender hebreo. El curso consiste en diez lecciones para aprender hebreo y cada una dura una hora.

La persona separa diez horas, escucha la primera lección, la segunda, la tercera, y así, pero progresa muy poco. Él no entiende: “¿Cómo es que todavía no sé hebreo después de diez horas? ¡Después de todo, el paquete dice que hay diez horas de instrucción y que el noventa y ocho por ciento de los usuarios lograr aprender hebreo fluidamente a través de estas grabaciones!”

El pensará “Tal vez pertenezco al dos por ciento que no son exitosos”. Pero ésta no es la respuesta. Aunque el curso contenga diez horas de instrucción, la intención no es escucharlas en un día libre de la mañana a la noche y pretender saber hebreo al final del día.

Es obvio para todos que aunque las diez clases presentan métodos para aprender el lenguaje, los ejercicios para conocer al vocabulario y otra información requieren mucho más que un día.

Aquí también, sería ideal que el primer capítulo fuese presentado hoy, y después el siguiente, y que en tres meses todos hayan tenido la oportunidad de terminar de trabajar con el primer punto. Lamentablemente esto no es posible y debemos presentar el material en formato de libro, para que el lector pueda obtener un panorama general. Ciertamente no espero que el lector progrese al mismo tiempo que absorbe la información en cada capítulo.

¡Que Hashem nos ayude en este esfuerzo!

I/1 La esencia del hombre – El alma cubierta con un cuerpo.


Parte uno: Capítulo 1

La esencia del hombre – El alma cubierta con un cuerpo
Todo lo dicho aquí deriva de la Sagrada Torá
Antes que nada, quisiera agradecer a Hashem por darme el privilegio de enseñarle a gente que añora y tiene sed por expandir su mundo interno, su mundo espiritual. Que sea Su Voluntad que estas ideas sean beneficiosas.

Generalmente cuando uno entrega ideas, si son convencionales, conocidas y familiares, la gente no pide las fuentes. Pero cuando se dice algo nuevo, uno quiere saber de dónde viene.

Debo afirmar claramente que fui criado en el mundo de la Torá y no tengo otra fuente. No he leído libros de académicos seculares o libros recientes basados en ellos. Me apoyo totalmente en la Torá que nos fue entregada en Sinaí. Esa es mi única fuente, ya que todo está allí.

Lo que uno necesita es ojos para ver y oídos para escucharla apropiadamente. Nada aquí es agregado a lo que ya fue escrito por nuestros Sabios de Bendita Memoria.

El mundo interior – Una entidad perceptible
Es difícil expresar estas ideas por escrito y explicaré el motivo.

La escritura de este libro se debe a una misión interna, un reconocimiento a un mundo particular que existe, y en realidad, es más real que el mundo que percibimos pero está oculto a la mayoría de las personas.

El mundo interno es encantador, lleno de placer y conexión, pero no es un mundo de fantasía. Es un mundo más real y claro que el mundo que conocemos con nuestros sentidos: el mundo de la mesa, la silla, la lámpara, etc.

A veces cuando intentamos entrar en un mundo más profundo, tendemos a creer que debido a que nos es desconocido y poco familiar, es posible que sea sólo un producto de nuestra imaginación, o un espejismo de gente que quiere experimentar todo tipo de cosas por lo que crean toda una estructura basándose en sus fantasías.

Pero la verdad es que el mundo interior es más perceptible que el mundo en el cual vivimos. Uno que no se da cuenta de esto es comparable a una persona ciega que no ve lo que está enfrente de sus ojos y pregunta “¿Estás seguro de que hay una mesa aquí? ¿Puede que no la haya?”

Todos le responderán “Estamos cien por ciento seguros de que existe. No hay otra posibilidad”. Tristemente moverán sus cabezas por el hecho de que él no puede ver y dirán en una mezcla de tristeza y compasión: “¡Qué pena! Si Hashem le enviara curación completa él podría ver y descubriría que no hay razón para sus dudas”.

Todo el mundo puede ver si hay una mesa. Si uno estuviera enfrente de una mesa y le preguntara a la gente si están seguros de su existencia, la única razón de sus dudas sería su propia ceguera.

El mundo interno es claro, concreto y absoluto. Estos temas no se negocian. Esto no es un tema del cual tenemos sólo un setenta, ochenta o noventa por ciento de certeza. No hay menos de un 100% de certeza.

No estoy compartiendo este concepto sólo para enseñar algo y compartir nuevas ideas sino para introducir al lector a un mundo existente, real y encantador.

Antes de descubrir América, la gente no sabía que existía. Después del descubrimiento, vieron que era tierra firme en la cuál la gente vivía. No era sólo una idea, era un continente real.

Así también con los conceptos que discutiremos, el objetivo es revelar una entidad existente y no sólo ideas fugaces. Queremos que la gente las perciba y no sólo sepa de ellas. Queremos que la gente pueda experimentar y respirar un mundo nuevo y no que sepa algo nuevo. El conocimiento también es útil pero el objetivo es el reconocimiento de un nuevo mundo.

Todos somos conscientes de que el hombre no es sólo piel, tendones, carne y huesos. Hay una energía espiritual en él que mantiene a todo vivo, como ya sabemos. Cuando esta energía espiritual se va, la persona muere.

Después de la muerte los huesos, la piel y la carne quedan intactos en un comienzo pero no se pueden mover. Esto demuestra que la esencia de la persona no es sólo una mezcla de elementos materiales sino que es un compuesto de materia y espíritu.

A pesar de no ser ninguna novedad, esta información nos fuerza a preguntarnos: ¿Estamos experimentando y utilizando la energía espiritual que sabemos que existe en nosotros?

Cuando nos movemos, hablamos y pensamos, sabemos que nuestra habilidad para hacerlo surge de nuestra fuerza espiritual. ¿Pero somos conscientes de la presencia de una fuerza espiritual trabajando o sentimos que es sólo una parte de nuestro cuerpo?

Por ejemplo, cuando una persona camina, ciertamente está usando sus piernas. Pero sus piernas por sí mismas no pueden hacerlo caminar. La prueba de ello es, como mencionamos, que una persona fallecida no puede caminar. En ese caso sabemos con certeza que cuando uno camina, es gracias a su energía espiritual. Cuando esta persona camina ¿se identifica con su energía espiritual que le permite caminar o con sus piernas que lo “llevan” a su destino sin saber cómo ocurre?

Si se identificara con la verdadera fuente de su habilidad de caminar la estaría experimentando y “respirando”. Caso contrario él caminará, pero sentirá que lo hace por medio de sus piernas hechas de piel, los tendones y los huesos. Él se identificará con el aspecto material y por lo tanto lo interno, el mundo espiritual, permanecerá oculto. Él no lo reconocerá.

Aunque crea e incluso conozca que existe, sería como uno que posee un cofre con un millón de dólares en su casa, pero como no sabe la contraseña no puede abrirlo. Él es rico pero no puede hacer nada con su riqueza.

En realidad, todos somos multimillonarios. Hay una Neshamá (alma) divina contenida dentro de cada uno de nosotros. ¿Pero tenemos el código para abrir el cofre y utilizar la vasta riqueza que hay contenida dentro de nosotros? Tenemos en nuestra posesión un tesoro impagable, pero ¿sabemos cómo utilizarlo?

El judío en particular más que otras creaciones, es principalmente una Neshamá (alma). Ella es el centro de la fuerza espiritual que tenemos escondida. Cuando el judío camina debería identificarse en cada momento con su Neshamá y no con sus manos, piernas, carne, piel, tendones y huesos. Literalmente deberá identificarse a cada momento con su Neshamá.

No es difícil hacerlo, sólo es necesario un cambio de perspectiva.

Casamiento – un Cambio de Identificación
Imaginemos un hombre soltero que está acostumbrado a cierta rutina y modo de vida. Él se siente libre, por así decirlo, ya que nadie lo limita. Cuando llega el momento, entra en el compromiso del matrimonio y su vida toma un orden distinto. Él se compromete con su esposa y no es tan libre como antes.

Automáticamente comenzará a pensar y sentir de otro modo. Podrá estar fuera de su casa físicamente pero en su mente sabe que debe volver a su casa en la noche. No es más un soltero que puede vagar toda la noche como desee, sino que se identifica a sí mismo como un hombre casado.

Esta identificación tiene muchas consecuencias, pero nuestro punto es que no tiene un mero conocimiento de que está casado; hay un nuevo tipo de identificación personal.

Ya desde el comienzo del día sabe que no podrá organizar una reunión a las 2 A.M. ya que debe ver qué es lo que sucede en su casa. Una vez casado, sabe que debe ser práctico y tener siempre en mente que ya no está viviendo sólo. La realidad de su vida lo obliga a reconocer que ahora hay otra persona con quien comparte su vida.

No es necesario que nadie le explique que ahora está casado; debería estar en su consciencia. Él entiende por su cuenta “Ahora soy un hombre casado y tengo una compañera que tengo que tener en cuenta”.

Hay un cambio en su identificación, en el modo en que se ve a sí mismo. No es necesario que lo estudie. El conocimiento de los hechos le da una nueva perspectiva a su vida.

Un cambio significativo genera un nuevo sentido de identidad
Al analizar esta situación, descubriremos que todas las etapas de la vida funcionan de esta manera. Estamos siempre sometidos a muchos cambios.

Otro ejemplo: una persona puede estar en un hospital por una semana o dos.

Al despertarse en la primera mañana, abre sus ojos y pregunta: “¿Dónde estoy? ¿Qué está sucediendo?” Entonces recuerda “de noche me fui a dormir al hospital, por lo tanto me desperté en el hospital. Nadie vino y movió mi cama durante la noche.” Esto ocurre el primer día.

Al segundo o tercer día, al momento de levantarse recordará que está en el hospital y es un hecho significativo en su vida. Su agenda en el hospital es muy distinta a su agenda en casa.

Le tomará algún tiempo digerir este cambio y el hecho de que ya no está más en su casa sino en otro lugar, y a continuación adaptará una nueva rutina.

Con estos dos ejemplos ya podemos pensar cuál es la lección.

El hombre – una Neshamá cubierta con un cuerpo
Estamos compuestos de partes materiales y espirituales – el cuerpo y el alma. Generalmente la mayor parte de la gente se identifica con lo material. Antes de comenzar con el trabajo práctico, nuestra primera responsabilidad es identificarnos de otra manera, como una entidad espiritual: una neshamá (alma).

No es mi intención decir que no tenemos cuerpo, obviamente lo tenemos. Vivimos aquí en este mundo material y no en el Gan Eden (paraíso). Sin embargo, uno tiene dos formas de identificarse a sí mismo:

La primera perspectiva es como un cuerpo con una neshamá adentro. Quiere decir que uno se identifica primariamente con su cuerpo pero sabe que también tiene un alma adentro. La segunda perspectiva es como un alma con un cuerpo que la viste. La primera versión en la cual un cuerpo contiene a un alma significa que uno es esencialmente un cuerpo. En la segunda versión, lo principal es el alma y el cuerpo es sólo un vestido. Uno se identifica con la neshamá, pero sabe que está cubierta con un ropaje llamado “cuerpo”. ¿Hay alguien que se identifique con su camisa? De noche, ya está fuera y lista para ser lavada. Por la mañana, usará una nueva.

Podemos identificarnos con nuestra vestimenta mientras podamos sentir la diferencia entre usar un buen traje y harapos. Pero esto es completamente diferente a verse a uno mismo como un traje. En lugar de eso la persona deberá verse como una persona que se encuentra vestida.

Si nos consideramos a nosotros mismos neshamot, la identificación es muy distinta a la de un cuerpo con un alma adentro.

Como mencionamos al comienzo, estas no son sólo ideas. Intentamos transmitir la existencia de un mundo que puede ser tocado, sentido y “respirado” para que pueda ser tan real, incluso más real, que el mundo que actualmente nos es familiar y conocido.

Una persona posee un cuerpo y una neshamá. El cuerpo es una entidad material y el alma es una entidad espiritual. ¿Alguien sospecharía que el cuerpo no es una entidad real? Es claro para nosotros que el cuerpo es algo real y tangible.

Si le preguntáramos a alguien “¿Usted piensa que la neshamá es una entidad absoluta y real?” él diría “¡No! Yo sé y creo que es real”. Pero si le preguntáramos “¿Usted percibe la realidad de la neshamá?” la persona en general respondería “no” o “eso quisiera”.

“El duro golpe en la tumba” – para aquel que se identificó a sí mismo con el Cuerpo
Cuando una persona muere, su alma abandona el cuerpo y la persona misma no puede identificarse con él. Su cuerpo ya no será más real ya que simplemente no existirá. Pero si uno espera hasta la muerte, el proceso de cambiar su identificación será mucho más difícil. Jazal (nuestros Sabios de Bendita Memoria) llamaron a esto “jibut hakeber” (la golpiza en la tumba).

¿Qué es “jibut hakeber”? Aquí hay un ejemplo simple: hablamos anteriormente sobre el cambio de perspectiva y de identificación de una persona que estaba soltera y se casó. Alguien que lo haya experimentado sabe que el cambio es sumamente agradable, usualmente con mínima dificultad e incluso esa dificultad dura muy poco.

Pero hay una situación opuesta que es muy difícil: una mujer que estaba casada quedó viuda (D’s no lo permita) y atraviesa un proceso muy difícil en ajustarse a su nueva identidad solitaria. Aunque la mujer sabe intelectualmente que su esposo se ha ido y no volverá hasta tejiat hametim (la resurrección de los muertos), a ella le resulta muy difícil ajustarse a la identidad de una mujer viviendo sola en su vida cotidiana. Por décadas se acostumbró a vivir con otra persona y es extremadamente complicado para ella deshacer este hábito de cincuenta o sesenta años. Cualquiera con experiencia personal en trato con viudas puede atestiguar este hecho.

Cuando el cuerpo y la neshamá están juntos durante años y un día la persona muere, es como la muerte de una esposa. La separación es muy difícil de tolerar. Si una persona siempre se consideró a sí misma un cuerpo, cuando muera y su alma abandone rápidamente el cuerpo, no podrá sentir su identidad ya que la misma habrá sido arrebatada. Sintiendo la falta de identificación con su neshamá, será como alguien al que le quitaron todo lo que tenía.

Este es el significado profundo de Jibut Hakeber. Hay significados adicionales, pero para nuestros propósitos, el sufrimiento se refiere al hecho de que la identidad previa de uno se ha ido y no hay con qué reemplazarla.

Si mientras uno está vivo se identificara con su neshamá y considerara a su cuerpo sólo una vestimenta, él no sufrirá de Jibut Hakeber al momento de su muerte. Uno no se hace problema al quitarse sus ropas de noche, ponerlas en la lavandería y preparar la ropa para el día siguiente. Al contrario, la vestimenta estaba un poco sucia y sería agradable utilizar una nueva vestimenta al día siguiente. No es difícil cambiar de vestimenta. Más aún cuando la vestimenta de hoy es antigua y la del día siguiente es nueva.

Si uno se ha identificado con su neshamá y considera a su cuerpo sólo una vestimenta, su muerte será como una persona quitándose una camisa vieja y vistiendo una nueva. Cuando la persona abandona este mundo, es vestida con vestimentas – estas vestimentas no serán “el cuerpo” sino unas vestimentas espirituales como las “túnicas de luz” que poseía Adám HaRishón (el primer hombre). Una “camisa” vieja es removida y reemplazada por una nueva. Este es un proceso fácil y agradable.

¿Para quién la muerte es difícil? Sólo para quien su sentido de sí mismo era de un cuerpo con una neshamá adentro, cuya conexión con ella era muy débil. Cuando muere, pierde su identidad completa. Siente que perdió todo. Obtiene una neshamá en su lugar, que de hecho es un gran tesoro, pero por no haber tenido el mérito de reconocerla, no sabe cómo trabajarla. Por lo tanto se siente completamente perdido.

Todos debemos atravesar este proceso de cambiar la perspectiva de ser un cuerpo contenedor de una neshamá a la de una neshamá con una vestimenta (el cuerpo). Pero también tenemos la posibilidad de elegir cuándo y cómo hacer la transición. ¿Lo haremos mientras estamos vivos en este mundo o sólo al momento de la muerte? ¿Será un cambio gradual y relativamente indoloro o será como un shock eléctrico sorpresivo?

Los malvados son considerados muertos incluso mientras viven
Aún más, si una persona esperara hasta la muerte para identificarse con su neshamá, entonces ya se consideraría muerta aún en vida. ¿Por qué? Porque lo que mantiene viva a una persona es su energía espiritual, su neshamá. Pero si se identifica con el cuerpo, entonces no se identifica con ella, y es como si estuviese muerta.

Sobre esto nuestros Sabios dijeron “los malvados aún en vida son considerados muertos” [8]. Una persona con cuerpo y sin alma está muerta. Así también, uno que no se identifica con el alma es como una persona con sólo un cuerpo y sin neshamá, tal como un muerto. Aunque nuestros Sabios no lo hubiesen dicho, lo podríamos haber deducido por nuestra cuenta. Una persona así está muerta porque no posee energía espiritual.

Si observamos a nuestro alrededor, nos daremos cuenta de que todos en este mundo están atraídos a placeres materiales. Cada persona tiene un tipo de placer material que lo arrastra. Cada persona se ve afectada de otra manera, pero el común denominador de casi todos es que el mundo material los captura y se ven presos de esta persecución materialista.

Uno que persigue lo material y se identifica con ello es como una persona muerta. Salimos afuera y vemos que todos están buscando algo, pero nadie sabe exactamente qué. Todo el mundo siente que algo falta adentro. Uno piensa que ir a un concierto llenará este vacío. Otro piensa que por ir de viaje se sentirá mejor. Pero en el mejor de los casos, esto ayuda por un día o dos. Un viaje al exterior a lo mejor pueda agregar otra semana de paz. Pero una vez que termina eso, el sentimiento interior de vacío volverá y persistirá.

¿Qué es lo que está faltando allí adentro? No es que hay algo que falte, ¡Todo falta! ¡No hay nada allí! Una persona es un alma con una vestimenta corporal. Si uno se identifica con su cuerpo, le va a faltar todo, no sólo un elemento.

Si una persona no puede pagar sus gastos mensuales porque sólo posee dinero para el ochenta por ciento de sus gastos, encontrará algún modo de sobrevivir. Pero quien no tiene un centavo a principios de mes está totalmente perdido.

Una persona identificada con lo material es como quien se está hundiéndose en un río, siente que son sus últimos minutos y debe utilizar toda su fuerza para salvar su vida.

Nuestro mundo es sólo una etapa antes de la muerte
Las personas de nuestra generación, que están totalmente absorbidas en persecuciones materiales, son como personas enfermas terminales (gosses, en el lenguaje de nuestros Sabios). Casi no hay vitalidad real. Las búsquedas materiales son seguidas de más y más búsquedas materiales sin fin o límite. Vemos publicidades y carteles que te llevan hacia una cosa tras otra. Trabaja para comprar, compra para comer y así sigue persiguiendo lo material más y más. Esto es como estar muerto.

Este es el estado de la generación actual. Necesitamos un tejiat Hametim (resurrección), y no es meramente una parábola o una poesía: es una realidad.

¿Qué es Tejiat hametim? (resurrección de los muertos). Cuando el alma retornará al cuerpo. Cuando una persona muere, su neshamá abandona al cuerpo y en Tejiat hametim regresará. ¿Cuál es la diferencia entre antes y después de la muerte?

Antes de morir, uno se identificaba con su cuerpo y el alma simplemente estaba dentro de él. Él no se identificaba con el alma en ningún sentido, así que lo debe abandonar ya que no es su lugar. Se asemeja a quien renta un departamento y finaliza el contrato, así que debe abandonar el mismo. La neshamá se siente como inquilina en el cuerpo. Cuando se acaba el tiempo se debe mudar.

Pero si uno se identifica con su alma, entonces éste es su lugar. Él es dueño, así que no tiene por qué irse. A lo mejor, habrá un cambio de vestimenta pero ¿por qué debería partir?

Esta es la diferencia entre la luz de tejiat hametim del futuro y la luz que experimentamos ahora. Cuando el alma retorne, será con una identificación de un alma con vestimenta de cuerpo. Incluso allí será como un cambio de vestimentas. Pero el alma tendrá una existencia eterna y absoluta y no habrá necesidad de irse.

El estado actual del mundo es de muerte física. No experimentamos una milésima parte de la vitalidad que existe en la neshamá. Sólo tenemos una chispa de neshamá. Esto es todo lo que nos queda.

Un cambio de identidad es parecido a una conversión
Para asegurarnos de no morir por completo, debemos reestructurar nuestras vidas. Debemos construir una identidad diferente. Para ayudarlos a comprender la naturaleza de este cambio de identidad presentaremos otro ejemplo.

Cuando los judíos estuvieron en el monte Sinaí, D´s determinó quién es judío y quién no. Sin embargo no fue una determinación final, ya que casi todos los no judíos pueden cambiar su identidad convirtiéndose (según las leyes de conversión). Si un no judío quiere convertirse debe ser circuncidado, sumergirse en una mikve (baño ritual) y comprometerse a cuidar todas las leyes de la Torá Escrita y Oral. Por lo tanto, cambiaría su identidad de no judío a judío. Este proceso transformará su personalidad por completo.

Considerando este ejemplo, entenderemos que nuestra situación no es menor. Debemos atravesar un verdadero cambio de identidad. Al igual que un no judío que se convierte cambia su identidad a judío, también para nosotros cambiar nuestra identificación con el mundo material (que es en realidad el dominio de Esav y no de Iaakov) a una identificación con el mundo espiritual es similar a un proceso de conversión.

El no judío sólo necesita minutos para atravesar los pasos que lo cambiarán: circuncisión, inmersión y en media hora todo habrá terminado. Aún así es un proceso que lo cambiará por completo.

Si pensamos que nuestra misión es cambiar un comportamiento u otro, sería un error. No quiero decir que todo lo que hacemos está bien. ¡Por supuesto que no! Cada persona sabe que tiene actitudes que no son apropiadas y debería mejorar. Pero es parecida a una persona que decide no convertirse sino hacer cambios gradualmente. “Hoy haré una mitzvá y al día siguiente otra mitzvá”. Es obvio que la primer mitzvá no tendrá la potencia de una mitzvá. Él sigue siendo un no judío y por lo tanto su acto no es considerado una mitzvá.

Sin embargo, nuestro caso no es exactamente igual, ya que cualquier mitzvá hecha por un judío tiene un valor espiritual. Pero queremos enfatizar que en nuestra época, el proceso que necesitamos no es uno de cambios graduales sino un cambio de vida.

Por ejemplo, si uno viaja en auto y se le pincha un neumático, movería el vehículo a un costado del camino, sacaría algunos tornillos, cambiaría el neumático y pronto estaría de nuevo en camino. Ahora, si este auto fuese embestido por un camión y lo aplastara contra una pared, no se podría hacer nada más que vender la chatarra. No podría ser arreglado.

Sólo podrá solicitar algún tipo de compensación de la compañía de seguros. Si recibe suficiente podrá comprar un auto nuevo. Caso contrario tendría que pedir un préstamo al banco. De todos modos su auto anterior estaría acabado y deberá conseguir uno nuevo.

Debemos comprender que nuestro estado actual es como el auto que fue embestido por un camión y aplastado contra una pared. Nada queda.

Incluso estamos tan destrozados por nuestro estado actual que ni siquiera le prestamos atención a lo que nos ocurrió. Estamos absorbidos por el materialismo. Una persona está satisfecha con leer un buen folleto de Torá en Shabat. Tal vez tenga la oportunidad de escuchar palabras de inspiración una vez por semana. Pero, ¿dónde está su vida? ¿Cuál es su identidad? La persona promedio está muy por debajo de donde necesitaría estar.

Las excusas no dan vida
Uno podría decir “No tengo tiempo, soy una persona ocupada, tengo esposa e hijos y tengo que ganar dinero”. Todo eso es cierto, pero ¿a qué se compara? Es como una persona con una severa enfermedad de riñón. El médico le explicará “O realizamos un trasplante que costará treinta mil dólares o en dos meses todo habrá terminado; usted morirá”.

El paciente le contestará al doctor “Estoy en un problema financiero y no tengo el dinero. No puedo hacerlo”.

El médico dirá “Si no puede, entonces morirá. Los fondos de préstamos no regalan treinta mil dólares, el gobierno tampoco, así que esta es la situación: tiene que decidir. O encuentra un modo para obtener el dinero y, con ayuda de Hashem vivir, o (D’s no lo permita) morir”.

Todas las excusas y respuestas, aún cuando fuesen cien por ciento verdaderas, no lo mantendrán vivo. Podemos redactar un libro completo de excusas, pero las excusas no le dan vida a nadie.

Una persona puede tener todo tipo de excusas para identificarse con su componente material y la Corte Celestial las avalarán. Pero después de firmar escribirán “Muerto con justificación”. Esta persona era racional pero realmente no tenía vida.

No es posible vivir una vida opuesta a la realidad. Si uno intentara caminar boca abajo por la calle aunque fuera un minuto, podría tener éxito. Pero nadie consideraría ir todo el tiempo así. Nuestra existencia está invertida; en palabras de nuestros Sabios: “He visto un mundo invertido” [9]. Todo está invertido; en lugar de poner la neshamá en el centro y el cuerpo como una fina vestimenta para utilizar, hacemos exactamente lo opuesto. Constantemente nos identificamos con lo material y sentimos que le hacemos al Creador un gran favor participando de una clase de Torá una vez por semana.

Esto es el opuesto a la realidad. No he conocido a nadie que coma una porción de torta el jueves a la noche y diga “He cumplido con mi responsabilidad de comer por toda la semana”. ¿Por qué? Porque tiene hambre. No es bueno asumir que se ha cumplido la obligación de comer. Si el estómago siente hambre, ¡es necesario comer!

Si sintiésemos el hambre espiritual así como sentimos el hambre corporal, resolveríamos todo el problema de la vida. El problema de la vida es la identificación completa con su aspecto material. La gente piensa que tiene problemas específicos. Uno tiene un problema, otro tiene otro problema. Todos pueden ser verdaderos pero subyacente a estos problemas está el problema raíz, y es que tenemos un sentido errado de la realidad.

Somos huérfanos sin padre
Fuimos creados apropiadamente y lentamente nos fuimos yendo a la deriva hasta que finalmente olvidamos quiénes somos.

El pasuk (versículo) dice “Somos huérfanos sin padre” [10]. Los comentaristas cuestionaron la redundancia: ¿Por qué dice “Somos huérfanos” y también “sin padre”? Obviamente si no hay padre, los hijos son huérfanos.

Cuando un padre muere, el huérfano en un comienzo lo recuerda claramente y vive el dolor, pero gradualmente lo olvida. Si uno llega a un estado donde ni siquiera recuerda haber tenido un padre, entonces se entiende el pasuk “Somos huérfanos sin padre”. Nosotros hoy en día ni siquiera recordamos que una vez hubo un padre.

Originalmente teníamos el estado apropiado de ser una neshamá con pura vestimenta (el cuerpo). A lo largo del tiempo, hemos convertido al alma en secundaria y el cuerpo en lo principal. Gradualmente los porcentajes se fueron modificando. En un comienzo el cuerpo ocupaba un setenta por ciento de importancia y la neshamá un treinta por ciento. Luego modificamos el balance a un setenta y un por ciento cuerpo y veintinueve por ciento alma hasta que se convirtió que 99.999 por ciento cuerpo y 0,001 por ciento neshamá.

¡Debemos cambiar la perspectiva en nuestra vida! ¡Necesitamos un cambio absoluto! ¡Debemos cambiar a una identidad diferente!

Este nuevo sentido de identificación no puede quedar en una persona tan sólo por escucharlo una sola vez. Uno debe atravesar un proceso interno para poder internalizar quién realmente es.

Por ejemplo: un día una persona se convierte en padre de un nuevo bebé. En medio de la noche lo despierta por medio de llantos. Al principio, él no comprende qué lo despertó. Le toma un tiempo absorber el hecho de que un bebé le nació hace unos días y está actualmente llorando. Él está acostumbrado a pensar que si alguien está llorando debe ser el hijo del vecino ya que esta situación no existe en su casa. Luego de aproximadamente veinte o treinta segundos, cuando se pone un poco más alerta, se da cuenta de que es su hijo.

En otras palabras, como mencionamos, toma tiempo ajustarse al cambio.

Uno debe tomarse un tiempo para digerir y cambiar su auto-concepción. No puede haber un cambio drástico inmediato ya que los cambios drásticos son destructivos. El cambio debe ser construido a través de un proceso interno gradual.

Consideremos otro ejemplo: una persona va a una oficina constructora y pide ver los planos de una construcción. Pasa media hora examinándolos para ver si cumplen con sus expectativas. Trae a su esposa, le muestra los planos a su padre, pide consejo a alguien más, y finalmente decide “Esta es la casa que quiero”.

Pregunta por el precio e inmediatamente escribe un cheque y pide la llave. “¿Qué llave?”, le responderán. “Son sólo planos, el edificio todavía no está en pie”. “¿De qué estás hablando?” “Primero se firma un contrato, luego se vende un tercio de los departamentos y luego se empieza a construir. Con ayuda de Hashem, esto será realizado en dos años”.

Esta persona no tiene paciencia y quiere las llaves al mismo tiempo que ve los planos.

Al examinar este ejemplo, vemos que escuchar y entender es sólo como ver los planos. Puede ser un excelente plan arquitectural pero un plan no es una construcción. Una vez que hay un plan, se traen constructores y se empieza a construir.

Cuando entendemos que el conocimiento es sólo un plan, sabemos que el próximo paso es construir una estructura de vida interna. Toma por lo menos dos años así como la construcción material dependiendo de la cantidad de pisos que uno quiera construir. Una torre de treinta pisos toma mucho tiempo.

Nuestra neshamá es más profunda y más grande que un edificio de treinta pisos. En consecuencia, el proceso de construirnos debe tomar mucho más tiempo.

La forma de trabajo práctico
Como mencionamos esta es una introducción. ¿Qué quiero decir con esto?

Discutimos las bases, la perspectiva en la cual una persona debería querer ubicarse a sí misma. Pero son solo planes. Una vez que uno está de acuerdo con los planes, podemos construir una estructura de trabajo práctico.

El trabajo práctico requiere etapas, una inversión de tiempo y un proceso gradual. En el mundo material una persona puede ver los planos de un departamento atractivo, pero el precio es el doble de lo que uno está dispuesto a pagar. Nunca vio semejantes planos pero tampoco vio semejante precio. Podrá tener planes e ideas excelentes pero no está preparado o no quiere pagar el precio.

Si hay gente que decidió que las ideas que presentamos representan su plan, el siguiente paso es comprometerse a convertir el plan de un potencial a algo real por medio de su preparación y compromiso.

Todos vivimos en un mundo material. Como ya desarrollamos nos identificamos con lo material y mucho menos con lo espiritual.

En el mundo material, es obvio que uno que quiera mantener a su familia no puede comprar un ticket de lotería una vez por semana y esperar mantener a su familia con él. Incluso quien compra un ticket de lotería regularmente tiene un trabajo. Podrá gastar un poco de dinero por semana pero tiene esperanza en un milagro que si ocurre, le permitiría abandonar su trabajo.

Pero mientras no lo haga, aunque tenga el ticket, no podrá entregar su carta de renuncia a su jefe.

Una persona entiende que a pesar de todas sus esperanzas, si uno quiere mantener a su familia debe levantarse temprano en la mañana y trabajar todo el día. Algunos tendrán una agenda diferente pero es un proceso diario, un método práctico y una vida que se desarrolla como resultado.

Uno no puede organizar su agenda laboral basándose en su humor – yendo al trabajo sólo si pudo dormir bien o ausentándose si el bebé lo mantuvo despierto. Ninguna empresa mantendría a esta persona empleada.

Todos entienden que este es el camino en el mundo material. Si uno quiere mantener un trabajo normal uno debe llegar a tiempo a trabajar. Hay días por enfermedad y vacaciones, pero hay un sistema. La gente trabaja. No caben dudas sobre este tema y es claro para todos.

Sin embargo, cuando hablamos del mundo espiritual, la gente lo toma de manera totalmente diferente. Nos identificamos con el mundo material, por lo que entendemos que para crear una vida normal (no para ser millonario sino para satisfacer un estándar básico de comida y vestimenta) uno debe trabajar.

Esto no es tan claro en el mundo espiritual, porque nos parece menos real. No lo experimentamos tanto, así que nos parece que podemos incorporar algo de una conferencia aquí y una idea de allá, una conferencia en las fiestas o de algún retiro en algún lugar de fin de semana. Todo esto es muy bueno pero es como un postre servido después de la comida: no puede llenar a nadie por sí mismo.

Por lo tanto, si hay un interés por las conferencias, los participantes tienen que entender que tiene que haber más que conferencias. Tiene que ser un compromiso de trabajo. No hay dificultades en hablar y hablar pero todo puede quedar en teoría. Incluso se puede hacer un libro y distribuirlo en todo el mundo, pero nadie va a actuar acorde a él.

Las enseñanzas tienen que ser parte de un proceso de trabajo y progreso. Si la gente está lista y se relaciona con estas ideas y quiere construir su vida en este camino, intentaremos continuar y enseñar según las habilidades provistas que Hashem proveerá.

Pero para continuar hay una condición -no arbitraria sino esencial. Si uno quiere desarrollar un valor dentro de él, debe ser un proceso de construcción consistente. Cuando uno quiere levantar un edificio, los obreros deben presentarse cada día y colocar un ladrillo a la vez. No ubican un ladrillo aquí y otro allá y luego saltean al balcón del tercer piso. La estructura debe ser organizada, un ladrillo sobre otro.

Aquí también, debo aclarar que no decimos sólo palabras sino el proceso de construcción de una vida. Esto requiere que las personas dediquen su vida completa.

Que Hashem permita que estas palabras sean útiles y aceptadas en el corazón de los oyentes y que podamos alcanzar el estado donde nuestro mundo verdadero sea el mundo de la neshamá. Debemos vivir con una neshamá tangible a nosotros. Debemos respirar y experimentarla. Dedicaremos nuestras vidas a la misión por la cual fuimos puestos en este mundo. Debemos entender que no hacemos esto por un favor a otra persona sino por nuestro propio beneficio eterno, en este mundo y en el venidero.

[1] “El conocimiento del Creador” se refiere al sentimiento palpable de la presencia de Hashem en nuestra vida como está explicado en profundidad en “Construyendo un Santuario en el Corazón Parte I y II”.
[2] Avot 1:11
[3] Shulján Aruj. Capítulo 231
[4] Mishlé 3:6
[5] Tehilim 89:3
[6] Mishlei 28:14
[7] Brajot 60a
[8] Brajot 18b; Kohelet Rabá 9:1
[9] Pesajim 50a
[10] Eijà 5:3


Parte uno: Capítulo 2

El mal es sólo una vestimenta
Resumen del capítulo previo: el hombre es un compuesto entre cuerpo y alma y su trabajo es reconocer que su verdadero yo es el alma y que su cuerpo es meramente una vestimenta para ella.

Hajnaá (subyugación), Habdalá (separación) y Hamtaká (endulzamiento)
Primero, relatemos uno de los principios más significativos de avodat Hashem. El Baal Shem Tov definió las raíces de la avodá en tres caminos: hajnaá (subyugación), habdalá (separación) y hamtaká (endulzamiento). Con ayuda de Hashem, explicaremos estas tres palabras, una por vez.

¿Qué es hajnaá? Les daré un ejemplo simple para entenderlo. Cuando hay dos objetos fuertemente unidos uno con el otro, y uno quiere separarlos, una de las posibilidades es tomar un martillo y golpear uno de los dos elementos.

¿Cuál es la lección? Como dijimos en un comienzo, una persona es la combinación entre alma y cuerpo, y ambos están entrelazados entre sí. La avodá de una persona en un comienzo es lograr una separación entre el alma y el cuerpo. Pero debido a que la conexión es muy fuerte, es imposible tomar una sierra y separarlos.

Aquí es donde la necesidad del trabajo de hajnaá aparece, y es el de “golpear” al cuerpo. Al hacerlo uno lo anula, “rompiéndolo” y separándolo del alma. En pocas palabras, esta es la definición del trabajo de hajnaá.

Luego de eso viene el trabajo de separación – habdalá. Después de separar los dos componentes, los ubicamos en lugares separados. Uno va en una esquina y el otro en otra esquina formando una separación absoluta. Mientras estén unidos, uno no puede ubicarlos en lugares separados. Esta es la breve definición de habdalá.

Después de eso viene el trabajo de hamtaká, la reconexión entre el cuerpo y el alma.

El objetivo de la creación es unificar, no separar. La separación es sólo un medio temporal para alcanzar la unificación verdadera, una unificación positiva, no una negativa.

Logrando Hajnaá y Habdalá simultáneamente
Hajnaá y habdalá se pueden lograr simultáneamente o una después de la otra. El modo simple, que es quizás el más difícil de alcanzar, es lograr hajnaá y habdalá en dos etapas, una después de la otra, como explicaremos.

Algunas expresiones de la persona vienen del cuerpo y otras vienen del alma. En general hay tres tipos de expresión: pensamientos, sentimientos y acciones. Hay pensamientos que vienen del alma y otros que vienen del cuerpo. Hay sentimientos que vienen del alma y otros que vienen del cuerpo. Hay acciones que vienen del alma y otras que vienen del cuerpo.

Hajnaá (subyugación), que es el trabajo de “golpear”, cuando se hace sin habdalá ocurre cuando una persona trata de “golpear” su cuerpo. Uno evita los actos negativos y trata de no sentir emociones negativas o pensar pensamientos impropios.

Este camino puede ser llamado “simple” pero es muy difícil. ¿Por qué? Puede ser posible para la persona evitar actos negativos, pero es extremadamente difícil evadir sentimientos y pensamientos negativos.

Ahora intentaremos proveer un camino distinto para lograr el trabajo de hajnaá. Este camino es a través de una combinación de hajnaá y habdalá.

Como mencionamos anteriormente, una persona es una combinación de cuerpo y alma. Hay pensamientos, sentimientos y acciones que se relacionan con el alma y otros con el cuerpo. Para lograr subyugar las fuerzas negativas que vienen del cuerpo, uno necesita el poder de la habdalá.

Nuestros Sabios dicen “Si no hay daat (sabiduría) ¿cómo puede uno lograr habdalá?”[1].

En otras palabras, para poder alcanzar una separación interna, no sólo externa, la persona tiene que usar su daat. El poder del daat es la llave con la cual uno puede diferenciar las fuerzas que vienen del cuerpo y las fuerzas que vienen del alma.

La esencia de la persona es un alma pura
Explicamos la raíz de la idea pero hay muchas ramas. Como es sabido, dos inclinaciones residen en el corazón de una persona: el ietzer a tov (inclinación positiva) y el ietzer hará (inclinación negativa). Teniendo esto en mente, la siguiente pregunta que debemos preguntarnos es: ¿Cuál es la persona en sí misma? ¿La persona en sí es buena o mala?

Como nuestros Sabios nos enseñan, la verdadera esencia de una persona es solamente buena y no hay mal inherente en ella. Cualquier mal que veamos en una persona viene de su fuerza del ietzer hará que reside en ella.

Como dijimos en general, el ietzer hará se divide en tres partes: ietzer hará para acciones, ietzer hará para emociones y ietzer hará para pensamientos. (En un modo sutil, hay un ietzer hará que afecta la voluntad de la persona, pero ése es un tema aparte).

Cuando entendemos que la esencia verdadera de una persona es el bien, y que las fuerzas del mal son externas, vemos que los pensamientos positivos provienen de nuestra esencia y que los pensamientos negativos provienen del ietzer hará.

Los sentimientos positivos vienen de nuestra esencia y los negativos del ietzer hará. Las acciones positivas vienen de nuestra esencia y los negativos del ietzer hará, que es una fuerza externa que cubre la esencia de la persona y la motiva a actuar de un modo inapropiado.

Este enfoque nos ayudará en el trabajo de separación del mal interior. Mientras que una persona se identifique con su cuerpo, dado que en esta instancia el cuerpo es una influencia negativa, uno sólo puede verse a sí mismo como una entidad negativa y no tiene la posibilidad de separarse del mal. Según la perspectiva de la persona, su “yo” es mayormente negativo.

Pero si la persona se ve a sí misma como un alma cuya vestimenta es un cuerpo, uno se siente puro y recita “La neshamá (alma) que me Diste a mí es pura”[2]. El alma no tiene mal, es sólo bondad. Si es así, cualquier mal que haya en mí es sólo debido a la vestimenta, que es el cuerpo que cubre la neshamá (alma). Por lo tanto el “yo” es positivo, es bueno, es puro.

Sin embargo, si la persona se identifica a sí misma como un cuerpo que además tiene un alma adentro, a pesar de que hay una fuerza positiva llamada neshamá, también hay una fuerza en el cuerpo que es mayormente negativa. Si esa parte negativa es parte del “yo” no puede ser negada. Una persona no puede deshacerse de algo que sea parte de su esencia.

El “yo” de la persona existe eternamente. Cuando Hashem creó a la persona, le dio una neshamá que tiene existencia eterna. Es pura, limpia y no tiene ningún tipo de mal. Pero cuando una persona toma el poder de identificación enraizada en el alma y la usa para el cuerpo y las fuerzas del mal, entonces pierde la habilidad de desconectarse de él. El mal es parte de su “yo” según esta perspectiva errada.

Si es el caso, el trabajo de verse a uno mismo como un alma con una vestimenta corporal en oposición a un cuerpo con un alma adentro es la base de la avodá de una persona. La avodá de una persona es alejar el mal que hay en uno y revelar su esencia verdadera que es el bien. Algunas personas piensan erróneamente que una persona debe adquirir buenas actitudes, atributos, sentimientos y pensamientos. ¡Pero no es necesario adquirir nada! Sólo hay que dejar al descubierto el bien que ya hay adentro de uno, la neshamá que fue implantada por Hashem en cada uno de nosotros y es nuestra verdadera esencia.

La avodá de una persona debería ser reconocer que el mal es sólo una vestimenta por encima de uno mismo. ¡No es la verdadera persona! Cuando se de cuenta de que el mal no es parte de ella, podrá cortar la raíz de su conexión al mal.

Pero si una persona se ve a sí misma como alma y cuerpo, percibirá una unidad genuina entre ambas partes del “yo”. El “yo” no es divisible en dos.

Cuando uno entiende que es sólo un alma con la vestimenta corporal, entonces puede relacionarse con su cuerpo como una vestimenta que se podría quitar de noche y tener una nueva en la mañana. Hay cierta conexión pero es sumamente débil. Todos cambiamos fácilmente de vestimenta.

Separando y subyugando la vestimenta, no el “yo”
Según las palabras del Baal Shem Tov, la idea de que la avodá de una persona es hajnaá (subyugación) y habdalá (separación) es muy profunda.

Pero si uno se ve como un cuerpo con alma, uno intentará subyugarse y separarse de sí mismo, pero obviamente que una persona no puede dividirse a sí misma. Esto causaría una personalidad dividida y el resultado sería trágico. El “yo” no puede ser dividido ya que si lo hiciere, generaría una distorsión del “yo” y un problema emocional.

Por otro lado, si una persona entiende que su esencia es un alma vestida con un cuerpo, entonces su única tarea sería subyugar y separar la vestimenta y no el verdadero “yo”. Cuando esta es la mentalidad de uno, inmediatamente su avodá se hace mucho más sencilla.

Es necesario entender que lo dicho hasta aquí no es simplemente información. Es información que debería cambiar la perspectiva que tenemos de nosotros mismos.

Como resultado, la avodá será mucho más fácil. No quiero decir que sea sencilla, pero va a ser mucho más factible que si uno intentara mejorarse a sí mismo sin este concepto básico.

En consecuencia, la avodá de hajnaá y habdalá no empieza con acciones nuevas sino en nuestra propia mente. Esto no significa que uno tenga que pensar en separar lo malo y lo bueno, sino que el punto de inicio es reconocer quién es el verdadero “yo”.

Rab Jaim Vital escribió en el libro “Shaarei Kedusha” que el “yo” de una persona es su neshamá. Para probarlo trae un pasuk (versículo) que dice “(el aceite de ungimiento del Tabernáculo) y sobre la carne de la persona no podrá ser ungido[3]”. Si la persona fuera un cuerpo, no sería llamada “la carne de la persona” sino simplemente “la persona”. Ya que el pasuk se refiere a “la carne de la persona”, aprendemos que la carne no es la verdadera persona. Es simplemente una vestimenta. Este enfoque es la raíz de la avodá.

La preparación básica – Consciencia de nuestras habilidades
Consideremos un ejemplo tangible para ayudar a entenderlo.

Supongamos que alguien tiene que llevar unas cajas por negocios. ¿Qué clase de camión debería rentar? ¿Uno que lleve carga de panadería o uno que mueva materiales de construcción?

Obviamente la pregunta sería qué hay en las cajas. Si hubiese pan, entonces lo correcto sería alquilar un camión de panadería. Pero si fuesen bloques de cemento, entonces debería buscar un camión que se adapte a estas necesidades.

Una persona que quiere mejorarse a sí misma debe preguntarse: ¿Cuál es mi objetivo? ¿En qué me estoy involucrando? ¿Qué habilidades necesito para lograrlo?

La habilidad básica que una persona necesita para desarrollarse correctamente es, como ya dijimos, tener una noción básica sobre sí misma. Este reconocimiento cambia la vida de una persona por completo.

La actitud apropiada frente al pecado
Intentaremos dar aplicaciones prácticas de la vida diaria para mostrar las diferencias entre la perspectiva que uno es un cuerpo con alma y la perspectiva que uno es un alma vestida de cuerpo.

Todos sabemos que hay acciones que queremos dejar de hacer, sentimientos que queremos abandonar y pensamientos que quisiéramos no tener. Pero al mismo tiempo, sabemos que hacemos lo que no queremos, tenemos sentimientos que no queremos tener y pensamientos que quisiésemos no pensar.

Cuando alguien hace algo por primera vez y sabe que no debería estar haciéndolo, está muy angustiado. La segunda vez, un poco menos. La tercera vez ya lo siente absolutamente normal. Este proceso está mencionado en el Talmud “Cuando una persona comete un pecado y lo repite, se transforma como si estuviese permitido” [4].

Pero si la persona fuese más sensible y reflexiva, al cometer una acción incorrecta su corazón no estaría en paz con ello. Se auto-consumiría de agonía.

El Jasidut (movimiento jasídico) nos enseña que más de lo que el ietzer hará intenta hacer pecar a una persona, lo hace querer deprimirse por su pecado. La tristeza viene por el sentimiento de inferioridad que uno siente después de pecar.

Por ejemplo, una persona se enoja. Más allá de que el enojo por sí mismo es auto destructivo, si es sensible se enojaría por el hecho de haberse enojado en primer lugar. Después de todo, el ya ha aceptado sobre sí mismo varias veces que no hay que enojarse, pero aún así cuando vino la prueba cayó en el abismo. Su fracaso le provoca angustia interna que frecuentemente es más dañina que el enojo mismo.

Reflexionemos lo siguiente: ¿Cómo puede uno desprenderse del problema emocional que surge después de sucumbir ante el comportamiento inapropiado? ¿Debería tratar a la acción a la ligera? ¡D-s no lo permita! En ese caso lo volvería a repetir. ¿Cuál es la actitud apropiada?

Si una persona se ve a sí misma tanto como un alma como un cuerpo mientras hace el acto prohibido así como después, estará completamente consumida. “Yo (sentirá) me siento terrible. Lo que hice no corresponde con mi verdadero valor. ¿Cómo pude caer tan bajo?” A partir de este pensamiento, la persona podrá deteriorarse por unos cuantos días. Los pensamientos negativos rondarán por su mente y por más que intente ignorarlos, será muy difícil.

En cambio, si uno se identificara con un alma que meramente tiene un cuerpo que lo rodea (como vestimenta) tendrá una perspectiva completamente diferente. Sabrá claramente que los pecados son como una “vestimenta sucia” [5]. El sentirá que el “yo” sigue tan puro como antes. Sólo que tendrá ropas que no están realmente limpias (por lo menos). El se querrá librar de ellas a cualquier precio, pero el sentimiento de dolor no debilitará para nada el sentimiento de pureza interna del verdadero “yo”. Así es como se logra la fortaleza interna para lidiar con la vida.

Un retroceso financiero no se relaciona con el “yo” esencial
Traeré un ejemplo simple de la vida cotidiana. Mucha gente invierte en acciones de la bolsa. Hay una acción que todos pensaron que subiría de precio, basándose en todos los pronósticos. Se suponía que iba a despegarse decenas de puntos porcentuales. Mucha gente decidió invertir en ella, hasta el punto que muchos vendieron sus departamentos porque estaban seguros de que iban a poder comprar diez departamentos con las ganancias.

Pero los pronósticos son sólo pronósticos y la realidad fue completamente distinta. No sólo que la acción no aumentó, sino que cayó y por poco no dejó de participar en el mercado. Tristemente, la mayor parte del dinero invertido se perdió. Cualquier persona que sepa sobre acciones sabe que esta historia no es totalmente imaginaria, sino que ocurre frecuentemente.

Ahora digamos que mil personas invirtieron y perdieron su dinero. Si examináramos ahora a estas mil personas individualmente y viéramos qué pensó cada uno al perder su capital, encontraríamos muchas reacciones diferentes. Algunos tranquilamente dirían “El dinero va y viene, no es tanto problema, ya vendrá de otro lugar”.

Otros dirán “Soy un fracaso, no hay nada para hacer. Donde quiera que invierta mi dinero, pierdo.”

Algunos dirán “La próxima vez no voy a apresurarme tanto y seré más paciente. Nuestros Sabios dijeron que uno no debe invertir todo su dinero en un sólo lugar[6]. Aprenderé de esta experiencia y seré más cuidadoso la próxima vez”.

Estas frases nos suenan familiares. Según lo dicho hasta el momento, analizaremos de dónde vienen estos pensamientos.

Cuando una persona cree que su “yo” contiene cuerpo y alma, en cualquier momento que el cuerpo falle la persona dirá: “fracasé”. El dolor del fracaso será proporcional a la profundidad de la identificación. Si experimenta fracasos repetitivamente se considerará a sí mismo como un fracaso. No se relacionará sólo a nivel finanzas, sino que se sentirá esencialmente arruinado. En realidad él sólo habrá perdido dinero, pero en el proceso, habrá perdido también su alma, porque sentirá que su fracaso financiero se sitúa en su alma.

Otro tipo de persona dirá “aprenderé de esta experiencia. Fallé ahora pero la próxima vez seré más cuidadoso. Mi “yo” es saludable, puede todavía ser exitoso pero debo aprender cómo invertir. Hay compañías más estables y compañías menos estables. Tengo que aprender cómo distinguirlas e invertir acordemente”. Él no se identifica con su fracaso porque lo ve como un evento externo. Su “yo” no fue dañado.

¿Es usted totalmente culpable?
Aquí otro ejemplo: un padre y un hijo. El padre creció con cierto modo de vida e intentó criar a sus hijos de la misma manera. Pero su hijo, haciendo uso de su libre albedrío, a cierta edad decidió ir por un camino distinto. ¿Cómo puede el padre aceptarlo?

Hay muchas reacciones posibles. Uno podría decir “Intenté hacerlo lo mejor que pude, fui en la dirección correcta pero quizás no trabajé lo suficiente. A lo mejor hubo algunos errores aquí y allá, pero no estaba bajo mi control”.

Otro tipo de persona se culpará a sí misma por todo lo ocurrido. (No nos referimos a un caso donde había problemas familiares, sino de un hogar vivido sensatamente). Aún si se le preguntara “¿Dónde piensa que estuvieron sus errores exactamente?”. La persona responderá “No sé cuál fue mi error y qué hice mal pero estoy seguro de que soy culpable”. Si se insistiera en la pregunta la persona podría mencionar tres errores puede haber hecho en diecisiete años de crianza y culparlos de todo.

Cualquier persona objetiva sabe que una construcción que demora diecisiete años no colapsa por unos pocos errores. Pero si todo lo que pasa en el entorno de una persona es visto como parte de la persona misma, su tendencia será a la auto-crítica y a la depresión. Ante un hecho negativo pensará que es su culpa. De este modo se consumirá y no tendrá paz.

Les daré un ejemplo personal que me ocurrió. Nosotros tuvimos la oportunidad de administrar un colel (lugar donde los jóvenes estudian Torá) pero por un motivo en particular lo tuvimos que cerrar. Recientemente recibí una llamada de uno de los hombres que estudiaban allí. El me preguntó “¿Es cierto que lo cerró por mí?

“¿De qué estás hablando?”, le pregunté. Me dijo “Hice esto y lo otro y pienso que hizo que el colel cerrara”.

Le contesté “No hay ningún tipo de conexión. Puede ser que lo que hayas hecho deba ser corregido pero no pienses que todo gira en tu alrededor. Es mucho más complicado que eso.”

Hay gente que ve un auto de policía en la calle y piensa “¡Una vez no pagué los impuestos hace dos años y ahora me vienen a buscar!”. Cualquier cosa que vea en el mundo pensará que tiene que ver con él. Esto no es arrogancia, es patético.

Uno que vive de un modo sano, no ignora sus errores. El toma responsabilidad por sus actos y los corrige. Pero no cree que todo lo que ocurra en el mundo tiene que ver con él y es su culpa. Uno que piensa así arruina su vida. Conecta a todo con su “yo” y experimenta todo tipo de situaciones desagradables que la persona no puede manejar.

Con un enfoque apropiado, entiende que algunos problemas son provocados por sus acciones, pero no todos. Aún cuando sí lo hicieron, esto no daña su verdadero “yo”. Su “yo” permanece igual que antes: puro y sagrado. Sin embargo, él debe despojarse de algunas “vestimentas”.

Identificarse inapropiadamente es como suicidarse
Hay otro gran daño que viene de atribuir todas las fallas a uno mismo. Por ejemplo supongamos que los padres de alguien fallecieron. Digamos que los padres vivieron en la misma casa por cincuenta años y no la mantuvieron apropiadamente. Después de superar el período de duelo, los hijos evaluarán la propiedad. Uno de los hijos mirará la casa y dirá “Esta propiedad está tan abandonada. Sólo miren las paredes, el lavabo está roto, el piso también. Tiremos abajo la construcción y vendamos la tierra”.

El segundo hermano dirá “Es cierto que el lavabo está roto y la pintura está un poco descascarada, pero esto no justifica la demolición de todo el edificio. Contrataremos un constructor, haremos algunos cambios y resolveremos el problema. Una casa que se mantuvo de pie por setenta años no está lista para ser demolida”.

Este ejemplo parecerá extremo, pero demuestra el punto. Hay gente que se ve a sí misma como gente mala si tienen algunos defectos. Si uno se sienta con ellos y analiza todas sus buenas y malas cualidades, estaría cerca de llegar a una proporción de noventa por ciento cualidades positivas y diez por ciento de negativas. Esta persona creará una auto estima baja a partir de ese diez por ciento.

Una persona sana emocionalmente pensará “Tengo algunos defectos, pero tengo muchas cualidades positivas. Haré uso de ellas y las perfeccionaré y de este modo corregiré mis defectos”. Su vida no carece de sustancia o significado. Al contrario, él es una persona en proceso de crecimiento.

Este tipo de identificación tiene raíz en el pecado de Adam. Adam comió del Árbol del Conocimiento del que fue dicho “en el día que comas de él morir morirás”[7]. Hay muchas explicaciones para este versículo. Una de ellas relevante a nuestro tema, es que el pecado causó que la persona se vea a sí misma negativamente y por lo tanto, cada defecto que encuentre lo acercará un poco más a la muerte. En lugar de verse a sí misma como una persona llena de vitalidad que se mejora a sí misma y a otros, se termina viendo a sí misma de un modo auto-destructivo. Esta perspectiva se parece al suicidio.

Sabemos que cuando las personas están enfermas, su curación depende en gran parte de su esperanza de seguir con vida. Cuando más fuerte sea su voluntad de vivir, más crecen sus posibilidades de hacerlo. Pero si su esperanza es débil, se sentencian a sí mismos a la muerte.

(Esta idea no proviene de una escuela de psicología sino de la verdadera percepción del “yo” creado por Hashem. Los psicólogos pueden haber tomado chispas de nuestra sagrada Torá y las robaron para sus libros. Pero como dije anteriormente, todo lo dicho aquí viene de las palabras de nuestros Sabios y sus comentarios. No agregué una sola cosa a sus palabras).

La neshamá es pura y pulcra
Trajimos muchos ejemplos para entender el punto básico: la avodá de la persona es reconocer quién es el “yo”. El “yo” es pura alma como está escrito en las bendiciones matutinas “Mi D’s, el alma que me Diste en mí es pura”. Nunca abandona su estado de pureza. Si uno pudiera fijar en su mente y en sus pensamientos que su esencia es pura, que siempre será santa y que no hay mal inherente en él, seguramente comenzará a verse a sí mismo de otro modo y podrá recibir los poderes internos de la pureza.

Cuando una persona se ve a sí misma bajo una luz negativa, bloquea la luz del alma que hay en ella. Por otro lado, cuando una persona se ve a sí misma apropiadamente sabe que su alma esta pura e intacta. Por lo tanto de la luz del alma puede obtener fuerzas para lidiar con cualquier circunstancia de la vida.

Esfuerzos prácticos
Hay dos métodos prácticos para aplicar este concepto. El primero es que la persona acepte sobre sí misma (bli neder – sin juramentos) que dos veces por día cuando se de cuenta de que esté haciendo un acto negativo, o sintiendo un sentimiento inapropiado (ya se hacia sí misma o hacia otros) o pensando pensamientos incorrectos, perciba esta negatividad pero se recuerde a sí misma que aunque haya sido un acto, sentimiento o pensamiento negativo, su “yo” creado por Hashem se mantiene puro.

El otro método no se relaciona específicamente con acciones. Una persona debería aislarse un tiempo durante el día: cinco minutos, dos minutos (cada uno de acuerdo con su habilidad) y repetirse a sí mismo esta verdad: “¿Quién es el “Yo”? El “yo” es una entidad sagrada y pura, creada por Hashem. No tiene defectos, ni siquiera un pequeño rasguño. Todo lo que vea en mí mismo que sea negativo (incluso que sean muchas cosas) viene simplemente de la vestimenta que está sobre mi alma”. La persona deberá repetir esto y comenzar a implantarlo en su conciencia diaria.

Este proceso no puede ser completado en un día, o dos y ni siquiera en dos meses. Es un proceso largo que cambia por completo la perspectiva interna de una persona. Con ayuda de Hashem, intentaremos continuar en los siguientes capítulos.

[1] Talmud Ierushalmi Brajot, Capítulo 5
[2] Bendiciones Matutinas (ver Sidur de oraciones)
[3] Shmot 30:32
[4] Yomá 86b
[5] Zacarías 3:3
[6] Baba Metzia 42a
[7] Breishit 2:17


Parte uno: Capítulo 3

Anulando los sentimientos negativos
Resumen de los capítulos previos: El hombre es un alma que tiene un cuerpo como vestimenta. Para poder arrancar la visión típica de que uno es un cuerpo que contiene un alma, uno debe atravesar un proceso de tres etapas: hajnaá (subyugación), habdalá (separación) y hamtaká (endulzamiento). El camino apropiado para progresar es usar una combinación de hajnaá y hamtaká simultáneamente. El daat es separa entre el bien y el mal, así también como entre el bien y el bien y de este modo logra hajnaá.

La persona tiene tres aspectos: pensamientos, sentimientos y acciones y la habdalá se usa en cada una de estas áreas. El área de la acción tiene dos partes: 1) aquellos que no se relacionan con la persona para nada pero sin embargo uno se identifica con ellas erróneamente y 2) aquellos que la persona sí hizo pero es necesario saber que no todos los resultados son por su culpa.

Cuando uno definitivamente causó un resultado, si fue positivo debería identificarse con él, pero si fue negativo tendrá que saber que vino de su cuerpo superficial y no de su alma interna.

En este capítulo progresaremos en el mundo de los sentimientos y la avodá apropiada en esta área.

El poder de la soledad – Desconectándose de sentimientos negativos
Hay un mundo de emociones encerrado en cada ser humano. Algunas personas son muy emocionales y otras menos. ¿Cómo podemos aprender a asociar los sentimientos positivos con el verdadero “yo”, entendiendo que ellos son parte de la esencia del alma? ¿Cómo uno separa los sentimientos negativos, entendiendo que son externos (del cuerpo), y aislándolos del verdadero “yo”?

De modo general, se puede decir que hay dos tipos de sentimientos: sentimientos en relación a otras personas y sentimientos en relación a uno mismo. Los sentimientos en relación a otras personas son de amor y respeto, odio, envidia, etc.

Focalizarse en los sentimientos negativos hacia otras personas, puede destruir la vida de una persona por completo. Por ejemplo, hay quien tuvo un conflicto con otro individuo, entonces su objetivo en la vida pasa por dedicarse a dañar y arruinar a la otra persona. Esta persona no perdonará por el pasado, por lo que desperdiciará dinero, tiempo y toda su energía sólo para que el otro lado pierda y pague por sus errores. Para lograr esto la persona perderá días de trabajo, una gran parte de sus posesiones (por ejemplo gastando decenas de miles de dólares en abogados) sólo para ver el sufrimiento ajeno. El poder del odio es tan fuerte que la persona no se puede deshacer de él. Piensa en ello todo el día.

Hemos visto ocurrir esto muchísimas veces. Ahora trataremos de explicar el concepto de sentimientos interpersonales en profundidad.

Cuando Hashem creó a Adam, lo hizo inicialmente como un individuo sólo. Después de eso le dio una esposa y tuvieron dos hijos: Caín y Abel. Pero la estructura inicial de la creación no eran dos personas sino una.

Hay mucho para aprender en esto. Hay dos fuerzas en el alma: está la fuerza de vivir en un mundo con otras personas (que tuvo existencia después de la aparición de Javá, Caín y Abel y otros) y también hay una fuerza previa que es más profunda en el alma, que es la habilidad de estar sólo sin otra persona. Este poder se basa en el hecho de que Hashem creó a la persona sola. En esa época, no había a quién amar u odiar.

¿Dónde debemos usar este poder que todos poseemos?

Cuando una persona se involucra con el mundo exterior, y comienza a tener sentimientos negativos hacia ellos por alguna razón, es el momento de sacar a flote la fuerza del alma a través de la cual uno puede vivir consigo mismo y aislarse de lo que ocurre a su alrededor. Incluso si un oponente le causó angustia y daño, y él crea que se está enojando no por odio gratuito, sino por “odio requerido”, de cualquier modo debe encontrar dentro de sí el mundo llamado “soledad”.

Este estado existe desde la época de nuestra formación inicial y no desapareció después de la creación de Javá, sino que fue ocultado en lo profundo del corazón. Uno debe saber cómo utilizarlo en los momentos y lugares apropiados.

Pero si, jas be Shalom (D’s no quiera), uno utilizara esta fuerza en el lugar y momento equivocados, vivirá en un ambiente preocupándose sólo de sí mismo incluso viviendo con otras personas. Este es el lado negativo del mundo de la soledad. Es la egolatría, donde uno vive sólo por sí mismo.

Hashem nos dio el poder de la “soledad” y nos otorgó la habilidad de decidir cómo usarlo. ¿Lo haremos en el lugar y momento adecuados, aislándonos internamente cuando sea apropiado, o jas be Shalom lo haremos cuando nos deberíamos relacionar con otras personas, decidiendo vivir solos por nuestra cuenta?

Inherentemente la fuerza de “soledad” es positiva. Cuando es entendida en profundidad, no existe una fuerza en la persona que sea inherentemente negativa. La única pregunta es: ¿cuándo la usamos? Si la usamos en el lugar apropiado, será constructiva. Si la usamos en el lugar equivocado, será destructiva.

El poder de la soledad debe ser empleado en situaciones donde uno perciba sentimientos negativos hacia otra persona. Ese es el momento exacto para activar el sentido de “soledad” y cortar el lazo emocional al exterior.

No hay que pensar que el objetivo final es estar emocionalmente aislado de otras personas. Mencionamos anteriormente que hay tres etapas: hajnaá, habdalá y hamtaká. Las primeras dos causan separación pero la tercera unidad. El objetivo debe ser siempre unificar y no separar, pero en el proceso, siempre debe haber separación. Cuando decimos que uno debe usar su fuerza interna de soledad, no es el fin. Obviamente, el fin es lograr el amor hacia otras personas, pero es prácticamente imposible pasar directamente de odio hacia amor. Por ello es que debe existir un proceso intermedio llamado habdalá. Desde el odio, uno pasa al mundo de soledad. Una vez allí, cuando se limpie de todo el odio, uno puede desarrollar amor incluso hacia una persona que lo dañó.

Hemos descrito el modo de cesar los sentimientos negativos hacia otras personas. La avodá es vivir “sólo”.

Manteniendo ambos modos
¿Cuál es la aplicación práctica de esta avodá?

Como ya mencionamos, cada persona tiene un aspecto social que lo empuja a buscar compañía, además de su aspecto de soledad. Cuando observamos el mundo vemos que la mayoría de la gente busca compañía. También hay algunas pocas personas que disfrutan de la soledad, van a lugares alejados y viven solos.

Es comprensible y sobre esto está escrito “No rechazarás a este ni a este” [1]. Una persona debe tener la habilidad de estar tanto sólo como relacionado con otros.

La mayoría de las personas vive rodeada de otras la mayor parte del día. Hoy en día, incluso cuando una persona está sola, está casi constantemente influenciada por los medios de comunicación, teléfonos celulares y otras formas de contacto con el mundo exterior. Hay gente que incluso deja cerca sus teléfonos celulares al irse a dormir ya que “nunca sé quién podría necesitarme”. Esta persona está conectada al mundo exterior veinticuatro horas por día.

Pero el aspecto social de la persona es positivo cuando es usado dentro de sus límites. Traspasándolos, ya se convierte en algo negativo. Usada sabiamente, esta habilidad desarrolla a la persona. Traspasándolos, la destruye.

El aspecto social de la vida de una persona debe ser sólo una parte y no el total. Debemos acostumbrarnos a la idea de que hay un mundo llamado “soledad”.

Concentrándose en la tarea
Digamos que una persona se encuentra sentada examinando sus registros financieros. Si el teléfono sonara mientras está ocupada y de cualquier modo contesta, perderá el hilo de sus cálculos y tendrá que comenzar de nuevo.

Para poder acostumbrarse al estado de soledad, uno debe adquirir el hábito de terminar una tarea sin interrupciones. Si alguien está intentando comunicarse con nosotros, tendrá que esperar unos minutos. No es necesario estar disponible para todos en todo momento, caso contrario perderíamos el hilo de lo que estamos haciendo.

Alguno podrá objetar, “¿Qué diferencia hace tener que comenzar de nuevo?” Si continuara con esa actitud incorrecta, nunca se acostumbrará a pensar (por sí mismo) sobre las tareas prácticas que tiene que hacer.

Ni siquiera estamos discutiendo algo espiritual todavía. Todo esto es sobre el mundo material. Es un deber adquirir el hábito de estar temporalmente no disponible mientras nos involucramos en una tarea que podría ser interrumpida.

Si pudiésemos desarrollar este hábito, ganaríamos mucho más que unos minutos extra. En lugar de eso nos entrenaremos en el hábito de hacer algo que requiera del pensamiento, sin permitir que otra cosa en la vida nos moleste, como si nada más existiera. Esto es llamado concentración.

Hay gente que tiene dos celulares, uno en cada mano y los usa al mismo tiempo. Mientras habla con dos personas simultáneamente, también mira el monitor que tiene. Ni siquiera un ángel puede lograr más de una tarea a la vez. Aparentemente, esta persona se convirtió en algo más elevado que un ángel.

El mundo en el que vivimos hoy en día es completamente ruidoso. En los viejos tiempos, la gente vivía en pueblitos muy tranquilos. La gente salía en su burro para llegar al campo. Se quedaban allí todo el día y esporádicamente se encontraban con alguien. Actualmente, nuestras vidas son completamente opuestas. Somos terriblemente accesibles.

Hace tanto tiempo como treinta años, si uno tenía un sobregiro en el banco, ellos no hubiesen podido llamarlo para notificarlo. Muchos hogares ni siquiera contaban con un teléfono. Tomaba años conseguir que instalasen una línea telefónica. Esta situación no es historia antigua. Viviendo de este modo, una persona hubiese podido estar al menos una semana en paz hasta ser notificado del sobregiro. Hoy, él está disponible todo el tiempo. Podemos ser alcanzados en cualquier momento del día y ya no dormimos de noche por el stress.

Perdimos el tipo de vida llamada “soledad”. No estoy refiriéndome específicamente a las consecuencias religiosas de esto, como ser cuando la gente atiende las llamadas durante la tefilá (plegarias) y hace ruidos con el aparato para indicar que no pueden hablar.

Pedimos simplemente que una persona pueda estar calma incluso si está involucrada sólo en temas materiales. Una persona debe direccionar su vida de una manera organizada. Cuando una persona está ocupada con algo, eso debiera ser lo único que tendría que estar haciendo y nada más le tendría que interesar.

Atender el teléfono es perder la fuerza de “soledad”
Aquí otro ejemplo. Una mujer está en su casa durmiendo a sus hijos. Mientras les cuenta una historia, suena el teléfono y ella lo atiende.

¿Piensa realmente que la llamada telefónica es más importante que sus hijos? Si alguien se lo preguntara, seguramente respondería de forma negativa. No nos referimos a un caso específico donde esté esperando una llamada urgente o muy importante. Ella se convirtió en víctima de su hábito.

Ella debe darse cuenta de que mandar a sus hijos a dormir es demasiado importante como para ser interrumpido. Si es muy difícil para ella escuchar sonar al teléfono y no atender, entonces tendría que desconectarlo a esa hora para no tener que escucharlo.

Esto es algo que ocurre comúnmente en nuestras vidas. La gente contesta el teléfono incluso si la actividad que está haciendo es más importante que la llamada. Sin embargo no nos podemos liberar de él.

¿Qué pierde uno con esto? Uno está perdiendo el poder más profundo que existe en el alma, el poder de “soledad”. Aún incluso si uno no está absolutamente sólo, así como con los chicos a la hora de irse a dormir, no hay necesidad de aumentar el contacto con el exterior. Al contrario, tendríamos que limitar nuestro involucramiento con el mundo exterior tanto como nos sea posible, para acostumbrarnos a estar solos.

Aprovechando los tiempos calmos
¿Qué pasa cuando por ejemplo, una persona promedio llega a su hogar al finalizar el día para descubrir que no hay nadie en su casa? Su esposa se ha ido a algún lugar con sus hijos y la casa está en perfecta calma. En ese momento dispone entre quince minutos y media hora libre. ¿Qué hará?

Lo más probable es que inmediatamente busque el periódico para ver las noticias. Si no hay noticias, comenzará con el teléfono para intentar cerrar negocios que pueda tener.

No se da un momento a sí mismo para sentarse sólo, tranquilo. A pesar de venir de trabajar siete u ocho horas y manejar en su auto hablando por teléfono, ahora que tiene la oportunidad de estar tranquilo, él elige no hacerlo. ¡Él tiene un tiempo libre, relajado, y no lo aprovecha!

Si se le preguntara sobre esto él no entendería qué se ha perdido. “¿Qué he hecho de malo? ¡Todo está perfecto! ¿Estoy dañando a alguien leyendo el periódico? ¿He dañado a alguien realizando un llamado telefónico? Al contrario, llamé a un buen amigo y se puso muy feliz por el llamado. ¿Por qué no?”

La mayoría de las personas tiene pocas oportunidades de estar sola. Pero a veces, Hashem les da algunas ocasiones en la vida donde hay alguna posibilidad de paz y tranquilidad.

No estamos hablando de pensar cosas profundas o desarrollar la mente. Simplemente hablamos de permitir a la mente relajarse y alejarse del ruido y la aceleración diaria por un rato. Esto no significa buscar alguna actividad sustituta. Sólo relajarse por unos minutos. Acostumbrarse a la idea de un entorno con nada: sin noticias, sin distracciones, sin actividades. Sólo paz y tranquilidad.

Al principio esto sonará muy raro para la persona, incluso una pérdida de tiempo. Alguien que sea un poco más espiritual insistirá en que será una pérdida de tiempo si no se invierte el tiempo en el estudio de Torá.

Esto es parcialmente correcto. Uno que no tenga tranquilidad mental no puede aprender Torá apropiadamente. Su avodá no será la ideal y no podrá tener paz adecuada en su hogar. Por lo tanto su Torá y su tefilá (rezo) no serán como deberían ser.

Para vivir apropiadamente, uno debe acostumbrarse a tener una mente calma a través de la vida. Esto se logra aquietando la vida de uno con algunos minutos de aquí y algunos de allá.

No sugerimos que se abandone el hogar por una semana y se aísle a sí mismo en algún lugar. Sólo lidiamos con los cortos períodos de tiempo con los cuales contamos durante el día. Una persona puede tomarse tiempo para calmarse ya sea concentrándose en una sola tarea o simplemente sentándose sin hacer nada y quedándose quieto y calmo por unos minutos.

Si no lo ha intentado, no tiene idea lo que se puede experimentar a través de esto. En cambio la persona que sí lo ha intentado sabe que se descubre un nuevo “yo”.

¿Cómo ocurre esto? Porque el “yo”, como dijimos, tiene dos aspectos: uno externo (hacia otras personas) y uno interno. Si sólo utilizamos el externo, sólo reconocemos la mitad de nosotros mismos. En un sentido más profundo, menos de la mitad. Nos faltaría la parte personal de uno mismo.

Hay una parte única de uno mismo, un estado que existe por sí mismo. La mayoría de las personas no son conscientes de esta parte. Y no ocurre, jas be Shalom (D’s no quiera) que la gente no lo quiera reconocer, sino que se debe a distracciones y presiones de la vida o la falta de conocimiento de su mera existencia.

El objetivo debe ser descubrir el verdadero “yo”. Esto se consigue cuando la persona se sienta tranquilamente, sola con ella misma sin ningún contenido específico para sus pensamientos. Sólo silencio y calma.

Si ayuda, uno puede escuchar música relajante. No música moderna con ritmos fuertes, sino algo pacífico. Hay melodías que pueden calmar a la persona para que logre vivir en un mundo con tranquilidad interna.

La tranquilidad interna es un gran tesoro que existe en la persona. Sin embargo, hay un tesoro aún más profundo: la revelación de la presencia del Creador en la persona. Pero esta sólo puede ocurrir cuando se tiene tranquilidad interna. “Hashem no viene mediante conmociones o vientos fuertes, sino con la silenciosa y baja voz”[2].

Para que una persona pueda descubrir su “yo”, debe alcanzar el estado de kol demama daka (voz silenciosa y baja), el mundo de “soledad”, el mundo de calma y el mundo de concentración.

Es importante entender que no hablamos todavía del Mundo Venidero, sino que para vivir bien en este mundo uno necesita estar relajado, calmo y pensativo.

La Torá fue entregada en tiempos de calma
El estado de “soledad” es donde nuestros santos patriarcas vivían – Abraham, Itzjak y Iaakov. Moshé Rabeinu y David Hamelej también vivieron allí.

El último capítulo del libro llamado “HaMaspik LeOvdei Hashem” escrito por Rab Abraham, el hijo del Rambam (Maimónides), habla del mundo de la soledad del alma. (Como dijimos anteriormente, todas nuestras ideas vienen de nuestra sagrada Torá y no de otras fuentes). Él explica que nuestros patriarcas fueron pastores en el desierto porque buscaban un mundo de tranquilidad. Los llantos de las ovejas y vacas son preferibles a las palabras de la mayoría de las personas.

Nosotros, el pueblo de Israel, debemos continuar la herencia recibida de nuestros patriarcas. No creamos nuevos métodos sino que seguimos sus huellas. Abraham, Itzjak y Iaacov buscaron la tranquilidad.

Así también Moshé Rabeinu le pidió a Itró la oportunidad de ser pastor para poder tener tranquilidad. De este modo pudo alcanzar la revelación en la zarza ardiente. Así también, llegó al Monte Sinaí en soledad y allí recibió la Torá.

Jazal[3] dicen que al momento de la entrega de la Torá, las vacas no hacían ruido, los pájaros no piaban y el mundo se silenció. Allí es cuando Moshé fue hacia Hashem para recibir la Torá. ¿Cómo alcanzó Moshe el nivel elevado como para acercarse a Hashem y recibir la Torá? Eligiendo la soledad, la tranquilidad y la paz.

Este no es un método nuevo originado en India. Esto viene de nuestra sagrada Torá. Es el camino de nuestros patriarcas, escrito por Jazal y explicado por nuestros maestros los Rishonim (primeras autoridades).

Esto no es soledad como un fin por sí mismo, sino con el objetivo de desconectarse del mal que hay en el mundo y conectarse con D’s, como explicaremos más adelante.

Así como el cuerpo necesita pan y agua, el alma necesita soledad. Si no tenemos conciencia de esta necesidad esencial, es una señal de que nuestras almas está tan profundamente enterradas que ya ni si quiera pueden sentir lo que necesitan. Es como la persona que, D’s no quiera, está tan enferma que pierde el sentido del gusto y el deseo de comer. No es porque no lo necesite (ya que si no lo hace obviamente morirá), sino que perdió el deseo de hacerlo.

Si uno no siente la necesidad de vivir en un mundo de “soledad”, es una señal firme de que su alma está enterrada muy profundamente en su físico y ya ni siquiera puede escuchar sus necesidades. La soledad es una necesidad vital. No es secundaria sino que es un instrumento primario para el desarrollo del alma.

Un cuarto privado en el alma
Hemos explicado que la persona tiene un aspecto social y un aspecto privado. Intentaremos ahora explicar cómo estar libre de sentimientos negativos.

Una persona está en su oficina al teléfono. Surge una discusión y la persona ya está gritando. Todas las personas que se encuentran a su alrededor escuchan sus gritos. Termina la conversación y la persona queda muy tensa. No puede trabajar más por lo que queda del día. Ni siquiera es posible hablar con él. La persona se encuentra completamente furiosa por dentro. Tiene dificultades para dormir de noche pensando en qué hacer y cómo hacerlo. Estas situaciones nos son familiares.

¿Cómo puede esta persona calmarse a sí misma? Cuando intenta calmarse, su mente automáticamente lo vuelve a poner en un lugar poco agradable. Piensa más en el asunto y más se consume internamente.

Pero si una persona se acostumbra a vivir en estado de “soledad”, encontrará un lugar en su alma donde podrá ir. Así como uno puede pasar de un cuarto al otro, así también hay habitaciones en el corazón. Como está escrito “con daat, las habitaciones se llenarán”[4]. Hay un cuarto en el corazón para salir al exterior y hay otro cuarto en el corazón para que la persona esté con sí misma.

Estos cuartos existen dentro del alma. La persona debe adquirir el hábito de entrar en ellos cuando sea necesario, pero cuando uno ya está enojado o furioso no es momento para practicar. En lugar de eso, en días comunes uno debe entrenarse a vivir en un mundo de tranquilidad, un mundo dentro de sí mismo. Entonces comenzará a descubrir un nuevo interior, con el cual no está familiarizado. Una vez que este interior es reconocido, la persona tendrá un lugar al cual escapar. Tendrá un cuarto dentro de su alma donde no hay nadie más que él, nadie que le provoque enojo o envidia.

Pero si uno no descubre ese lugar en su alma ¿adónde irá? El enojo lo perseguirá, lo consumirá y no tendrá forma de escapar.

Identificando y clasificando los pensamientos
¿Cómo podemos descubrir el mundo de “soledad” dentro del alma? Debemos encontrar los momentos, aún si fueran breves, para buscar soledad.

¿Qué sucede allí entonces? Podemos estar solos y tener a toda Nueva York dentro de nuestras cabezas. Podemos estar solos en casa, apagando el teléfono celular, sin contactar a nadie y evitando leer el periódico. Pero pensamos y pensamos no sólo en nuestra calle, ciudad y país sino también en todos los eventos del mundo.

Aunque estemos solos en casa, no estamos realmente solos. De hecho, todo el mundo está dentro de nuestras cabezas. Esto es peor que el teléfono celular, ya que el teléfono está cerca del oído mientras que los pensamientos están dentro de nuestras mentes.

Para alcanzar el mundo de tranquilidad, uno debe aprender a calmar sus pensamientos. No hablamos de aprender a calmar la mente durante un momento de conmoción, o cuando uno está particularmente distraído, o enojado. Nos referimos a un día ordinario, con distracciones normales.

El primer paso es separar dos minutos por día. En ellos, la persona que se entrene a sí misma no leerá nada, ni hablará con nadie.

Sólo estará consigo mismo. Al principio, tendrá que dar rienda suelta a sus pensamientos. Ellos inmediatamente lo llevarán a algún lugar. Una persona podrá pensar en su esposa, hijos, o su trabajo. Cada persona acorde a su situación.

Digamos que los primeros pensamientos que entran en su mente son sobre su trabajo. Entonces deberá contemplar y pensar: “¿Qué estoy pensando ahora? Sobre mi trabajo. ¿Ese soy yo? ¡No! Así que no estoy sólo. Mi cuerpo está en casa, pero mis pensamientos están en un lugar muy ruidoso”.

Él deberá identificar dónde están sus pensamientos y desde allí ver si son calmos o ruidosos. ¿Su mente está con su “yo” o muy lejos de él?

Todavía no hablamos sobre pensamientos positivos, sólo estamos discutiendo cómo calmar los pensamientos a través de un proceso lento y gradual. Como mencionamos, esto ocurrirá a través de hajnaá y habdalá. La habdalá es el daat que define el lugar apropiado para cada cosa.

Cuando una persona está consciente de su pensamiento y su relación con él (ver si son cercanos o lejanos), entonces podrá ver si está verdaderamente sola o no. Uno puede estar en un lugar seguro pero abierto al mundo entero. Debe darse cuenta del contenido de sus pensamientos. ¿Están en la categoría de “soledad” o totalmente alejados?

Si están muy alejados, debido a que no es un momento de presión, podrá mover sus pensamientos de ese lugar con relativa facilidad. Se calmará a sí mismo y dirá: “No hay necesidad de pensar en esto, no ayudará. He decidido tener dos minutos para mí mismo”.

Si queda tiempo, deberá dar a sus pensamientos rienda suelta en otra oportunidad y allí analizar de nuevo el resultado. Digamos que se puso a pensar en su cuenta bancaria. Deberá preguntarse a sí mismo entonces “¿Dónde estoy? ¿En mi casa o en el banco? ¿Estoy sólo o con doce empleados bancarios y setenta personas haciendo la fila?” Deberá llegar a la conclusión: “Estoy muy lejos de donde debería estar”.

Esta es la auto consciencia que viene del daat: “¿Estos pensamientos se relacionan conmigo o están muy lejos? ¿Son parte de mi “yo” o son parte de la vestimenta, el cuerpo, que no son el “yo”?”.

Separación en el mundo de los pensamientos, sentimientos y acciones
Mencionamos anteriormente que la persona tiene tres partes: pensamientos, sentimientos y acciones. Ellos no pueden estar separados por completo ya que incluso al realizar una acción, hay pensamientos y sentimientos involucrados.

Hemos discutido una separación de los sentimientos, pero basada en una separación a nivel del pensamiento. Sólo a través del poder del daat, a través de los pensamientos, uno puede separar los sentimientos. No se logrará mediante el trabajo con los sentimientos directamente.

Por lo tanto, así sea separando las acciones negativas o los sentimientos, uno debe siempre usar el poder del daat.

Intentaremos en el próximo capítulo analizar esto un poco más. Examinaremos los mundos del pensamiento, sentimiento y acción para que uno pueda desconectarse y evitar identificarse con sus manifestaciones negativas.

Este es un proceso lento y gradual. Quiera Hashem guiarnos en el camino apropiado.

[1] Kohelet 7:18[2] Melajim I 19:11-12[3] Shemot Rabá 29:9[4] Mishlé 24:4

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